Desde Coviar reconocieron el gran lobby de las bebidas industrializadas en detrimento de nuestra bebida nacional. Reconocen que la tendencia es consumir rosados y blancos con menos alcohol y más dulces. Sergio Villanueva pidió despabilarse y dar la batalla cultural.
¿Hay un ataque mundial hacia la industria del vino?
Un interesante artículo de opinión publicado en The New York Time, titulado "El vino como máquina de recuerdos en un mundo que se aleja del alcohol", plantea un escenario que se torna por lo menos preocupante para una provincia productora vitivinícola como la nuestra.
Entre sus párrafos, la columna del novelista Boris Fishman destaca: "La investigación ha demostrado que consumir incluso pequeñas cantidades de alcohol puede ser perjudicial para la salud, y todo el mundo, desde los consumidores normales hasta los influentes, parece estar escuchando. Un vecino mío con una bodega de 6500 botellas que hacía babear a los entendidos acaba de vender la mayor parte y dejó de beber alcohol. Las bodegas familiares están cerrando y los grandes viticultores del Valle Central de California están arrancando cientos de hectáreas. Y el mundo del vino, a veces dividido entre los militantes conocedores del vino natural y los clasicistas engreídos, con frecuencia olvida recordarles a los bebedores que cualquiera de los dos puede ser un camino hacia el encanto...".
A partir de la publicación, desde el Post nos preguntamos: ¿Se está viviendo un hackeo al vino a nivel mundial?; ¿están atacando, desde algunos sectores, al mercado tratando de demonizarlo con argumentos relacionados a la salud?; ¿las bebidas industrializadas han ganado más terreno o simplemente la industria vitivinícola se durmió pensando que podía dirigir el gusto de un consumidor, que se ha volcado más hacia las mezclas, y a la menor graduación alcohólica?
Al respecto, consultamos al director de la COVIAR (Corporación Vitivinícola Argentina), Sergio Villanueva, quien, hace una autocrítica a su sector, pero también destaca que en la actualidad, hay dos factores a tener en cuenta: las tendencias y los argumentos artificiales. "Evidentemente, el mundo del vino está reaccionando y por ejemplo hay una declaración de las entidades vitivinícolas europeas (Vitae Vino) donde, de alguna manera, se está planteando este panorama".
"Acá hay un ataque que va más allá de cualquier otra situación, que es un poco la lucha que hay entre las bebidas industrializadas, que están peleándose por los líquidos que consume la gente. El mercado del vino está muy afianzado en los consumos ligados a la gastronomía. Si bien se puede tomar solo, no es una bebida solitaria, en general es bastante gregaria, generalmente va con la comida, con amigos, con grupos. Pero hay una lucha entre bebidas, sobre todo las no alcohólicas, aunque las alcohólicas también, porque las cervezas están sacando sus versiones analcohólicas. Hay un lobby gigantesco de esa industria que presenta estudios, que financia fundaciones y que tiene artículos de dudosa procedencia donde citan trabajos también de dudosa procedencia. Hay como una lucha muy marcada respecto del futuro del consumo de alimentos, pero de esto en particular".
"Por otro lado, si bien nosotros hacemos una defensa del vino y hemos adherido, desde COVIAR, al documento de la entidad europea, hay una condición tendencial que tenemos que analizarla, que es que la gente consume menos alcohol. La gente se esta dando cuenta que en el mundo se están arrancando viñedos. Además, hay que sumar que hay un cambio, ya que ante el cambio climático, se están consumiendo productos blancos o rosados, que se consumen muy fríos y que tienen menos graduación".
Destacó que algunas bebidas alcohólicas lograron ver la tendencia hacia las mezclas para bajar la graduación. "El Campari, el vermú, el Spritz, el Aperol, el Gin, no se toman solos. Desde esas empresas vieron en la mezcla una oportunidad; ni hablar del Fernet".
Autocrítica
En esa línea, Villanueva reconoció: "antes, se consumían 60 ó 70 litros de vino per cápita, y se consumía con soda. Era una bebida que se la rebajaba naturalmente. Eso, que nosotros lo demonizamos por un tema de esnobismo de creer que había que tomarlo puro, hizo que la industria perdiera un tiempo valioso. Todavía cuesta que la gente tome vino con soda. Pero es la forma que tenemos de, ante este ataque que es cultural, como dice el New York Times, de responder sin perder nuestra condición natural con productos que vayan más a favor de beta, digamos, como en la madera, como puede ser la mezcla. Nosotros hemos estudiado el mercado y en Argentina la gente no lo dice pero lo consume con hielo, con soda, y con bebida gaseosa".
El tinto de verano
"En España te dicen que hay un tinto de verano, y es vino con alguna gaseosa o jugo. Una jarra de sangría te la ponen gratis en una mesa. Creo que la industria del vino se tiene que despabilar y entender y escuchar al consumidor. Por mucho tiempo la industria creyó que al consumidor había que educarlo y enseñarle cómo tomar vino y en realidad al consumidor hay que escucharlo, porque si no, como dice Guillermo Oliveto, te empieza hackear así como se hackeó el sistema de transporte, por ejemplo con los Uber, o a la lógica de la política tradicional con las redes sociales, o la hotelería con Airbnb. Hay un mundo de hackeo y la industria nuestra está siendo hackeada por consumidores que no quieren tantas reglas; quieren simplicidad y decir qué les gusta y qué no".
Blancos y rosados
"Lo que más se empieza a notar es una tendencia hacia los blancos y los rosados, pero dulces. Esa es la generación que viene, ese es el mundo que viene. Entonces, ante el ataque generalizado, vos tenés que responder también con inteligencia. No morir con las botas puestas, diciendo, que el vino se toma así y al que no le gusta que se vaya. La lucha cultural hay que darla desde todos los puntos de vista, de lo tradicional, pero también de lo moderno. Porque hay que seguir vendiendo para que no muera la industria".
Respecto al cuál es el impacto de estos cambios en Mendoza, el referente de COVIAR destacó: "Argentina tiene una gran ventaja que permite amortiguar el impacto, y es que una parte muy importante de su producción se deriva a mosto que se exporta a Nestlé, a Coca-Cola, a Tropicana. Es un producto que produce dólares y que permite que un 25% o 30% de nuestras hectáreas siga en pie, porque si no estaría erradicado y tenga doble uso, para vino y para mosto. El cambio de tendencia es muy fuerte porque te dice: blancas por tintas. Argentina, para colmo, es tintocéntrica, tanto en sus exportaciones como en su consumo interno. Y eso no es que va a desaparecer, ni que cambia de un día para otro, pero es como la Fórmula 1, cuando te empiezan a sacar un segundo por vuelta".
"No hay otra salida que innovar; la industria lo está haciendo (por ejemplo con los envases: latas, bag in box, etc...) pero todavía no alcanza, porque eso también implica un cambio en el viñedo. Erradicamos muchas hectáreas de blanco porque no se pagaban, porque no tenían demanda. Ahora hay que comprar eso. En exportaciones somos Malbec y a lo mejor podemos ser torrontés u otro tipo de variedad de blanca. Tenés que ir con el consumo", dijo.
Por último señaló: "El Observatorio Vitivinícola Argentino dio un informe que dice que Estados Unidos tiene 15 meses de stock de tinto. O sea, le sobra tinto. Y nosotros exportamos tinto a Estados Unidos, y está importando blanco. La industria se tiene que despabilar porque el consumidor no te espera, el consumidor exige, y si no te hackea, que es lo que está haciendo, que no está mal; es decir: yo lo tomo con soda, yo lo mezclo, yo lo utilizo en clericó, y muchos chefs y mucha gente ya te lo está diciendo".
Ver también: Licencias de conducir: cómo se aplicará la nueva ley y desde cuándo