¿Por qué cuando se discute financiamiento sólo se habla del Presupuesto nacional si la mayoría del gasto lo asumen las provincias?
El bolsillo del payaso es hondísimo y quema los billetes que le meten
"Tomando 1980 como año base, en los últimos 42 años el financiamiento educativo destinado al nivel superior creció un 226% y el destinado a la educación básica un 163%, es decir que la del nivel superior creció 63 puntos porcentuales más que la del nivel básico. Cabe destacar que desde 1980 hasta 2022, la matricula de educación básica creció en un 79,5% mientras que la de educación superior creció en un 633,3%"
Informe de esta semana de AxE a cargo de Alejandro Morduchowicz, Leyre Saenz Guillen y Víctor Volman
Unos veinte años atrás el entonces presidente de la Suprema Corte de Justicia, Jorge Nanclares, dio un dato sorprendente: Mendoza era el lugar del mundo con mayor litigiosidad por habitante. Más allá de si el récord era cierto o no, nadie dudaba que la cantidad de litigios era abrumadora. El diagnóstico fue escuchado por los principales funcionarios del gobierno provincial. El magistrado les pedía mayor presupuesto para crear más juzgados a fin de atender los litigios. Cabía preguntarse por qué no estudiar el modo de desalentar los litigios en vez de correr detrás de ellos con una estructura que nunca los satisfaría. Hace unos días el actual presidente de la Corte, Dalmiro Garay, presentó en un importante foro porteño los números surgidos de haber hecho lo que ya hace años indicaba el sentido común. Desde 2017 se apuntó a bajar la litigiosidad laboral. Es decir en vez de pedir más dinero se utilizó mejor el que ya se gastaba. Con la ley que exige la conciliación laboral obligatoria y la reforma del Código Procesal han disminuido casi 50% los juicios, consiguiendo que entre 2018 y 2024 más del 51% de los conflictos se solucionaran conciliando. Se ha llegado a una tasa de resolución del 99,63% y una reducción del tiempo de resolución de casi el 60%. Sin palabras. Durante veinte años se tiraron billetes y billetes en el profundo bolsillo de payaso del estado bobo donde se incineraban. Cambiar requiere decisiones que no acomodan a las corporaciones interesadas.
Sería interesante aplicarle esta matriz de análisis al actual conflicto universitario. Una nota de La Nación del 29 de agosto de 1997, desempolvada del archivo, refleja un conflicto similar al actual. "Aseguran que las universidades tienen un presupuesto excesivo", reza el título y la bajada: "Economía dice que las cuentas de 1996 registraron un superávit de $22 millones". Eran tiempos en los que $1 era U$S1. En el previsible recuadro se lee: "Los rectores rechazan el informe oficial". La nota no tiene desperdicio y hoy produce algo de nostalgia: "El rector (peronista) de la Universidad de Quilmes, Julio Villar, expresó que el hecho de que algunas partidas no hayan sido empleadas por entero en el año calendario ‘no es argumento para decir que sobre plata y evitar de este modo el mejoramiento del presupuesto universitario'". Pero los que llevaban la voz cantante eran los radicales (gobernaba Carlos Menem), con el rector de la UBA, Oscar Shuberoff, a la cabeza: "el Consejo Interuniversitario Nacional (CIN) votó un pedido de emergencia para que las universidades puedan funcionar este año y Economía cuestiona ahora la situación financiera para evitar que el Congreso apruebe los fondos de emergencia que nos corresponden. Esos recursos ayudarían a resolver la situación grave de muchas sedes académicas". Cualquier similitud con el hoy no es casual. Es ilustrativo googlear a Shuberoff y Villar para ver cómo siguieron sus derroteros.
Ya en aquel entonces se daban los mismos problemas que hoy, con muchos salarios docentes bajos, entre otras cosas indeseables. Desde 2003, durante los años del kirchnerismo, se crearon 19 universidades. Si había tantas dificultades para financiar lo existente, ¿cuál fue el criterio para esas creaciones? Mientras tanto la educación argentina, incluida la universitaria, porque es un sistema, siguió cayendo.
Un trabajo de las cuatro fundación de los partidos que fueron Juntos por el Cambio trató el tema rumbo a la elección de 2023. Intervinieron el radicalismo, el peronismo de Pichetto, la CC de Carrió y el Pro, un arco iris importante: "En el caso de las universidades nacionales (desde 2003), las nuevas creaciones mayoritariamente se han concentrado en el conurbano bonaerense, y no siempre se han basado en criterios de planificación regional, ni planificación de expansión del sistema universitario. La creación de universidades es una atribución del Congreso de la Nación, y en muchos casos las iniciativas se originan en intereses políticos locales y nacionales, sin las previsiones presupuestarias y sin los debidos estudios previos de sus proyectos institucionales y su potencial impacto." Ese es el sistema que hoy tiene problemas de financiamiento que debe pagar toda la sociedad argentina. Lo milagroso sería que no los tuviera. Los reclamos omiten este panorama histórico, como si las carencias hubieran nacido de un repollo o cada caso pudiera ser atendido sin observar el conjunto.
Y ese es sólo un aspecto. Horacio Fazio, ex subsecretario de Políticas Universitarias, publicó ayer en Clarín, luego de referirse al problema salarial: "Todo ello puede enmarcarse en una Mesa de Negociación ad-hoc donde las universidades se comprometerán a establecer criterios de mejor administración, por ejemplo, en relación a la transparencia de gastos, regularidad de alumnos con no menos de dos materias aprobadas por año, dictado de materias con no menos de cierta cantidad de alumnos, reducción de cargos de autoridades universitarias con un mínimo razonable de secretarías y subsecretarías por universidad y por facultad en relación a la cantidad de alumnos, etc." Ese etcétera es un largo etcétera. Tan largo que resulta difícil imaginar que esa mesa ad-hoc esté dispuesta a echar luz ahí.
En este contexto se conoció un imprescindible informe de Argentinos por la Educación elaborado por Alejandro Morduchowicz, uno de los referentes de financiamiento educativo más importantes del país y del continente, junto a dos miembros del Observatorio de AxE, Leyre Saenz Guillen y Víctor Volman. El sugestivo y documentado trabajo tiene comentarios finales que vale la pena repasar: "Entre 1980 y 2022, se observa un aumento sostenido del gasto publico en educación, tanto en porcentaje del PBI como en términos reales. La inversión que realizan las provincias aumento un 292% en ese periodo mientras que la inversión de Nación creció un 30%... Si bien la ley no especifica en que medida cada nivel de gobierno debe financiar el gasto, en la practica se observa que 3 de cada 4 pesos invertidos provienen de las provincias y 1 de cada 4 de Nación."
¿Pero cómo, no es que siempre se ha desfinanciado la educación? ¿Por qué cuando se discute financiamiento sólo se habla del Presupuesto nacional si la mayoría del gasto lo asumen las provincias? ¿Por qué no empezar a revisar cómo se gasta lo que se invierte? Las cifras del gasto son elocuentes, cada vez más y cada vez más a cargo de las provincias, pero los resultados son cada vez peores. Con lo cual se impone poner una lupa gigante en saber qué se hace con el dinero, en vez de seguir hablando sólo de la cantidad que se invierte. Porque la primera conclusión es que si con una inversión creciente los resultados van para abajo, una mayor inversión no garantiza mejoría y sólo haría más caro el fracaso. Sin embargo poco se habla de la calidad de la inversión. Es un tema tabú. En el sistema obligatorio, inicial, primaria y secundaria, y en el no obligatorio, superior no universitario y universitario, donde, en nombre de la "autonomía", la opacidad es apabullante.
La segunda conclusión agrega: "El gasto educativo en Argentina muestra un crecimiento en términos reales tanto a nivel nacional como provincial. Desde la Ley de 1992, la Nación enfoco su esfuerzo presupuestario en financiar la educación superior, mientras que las provincias asumen la responsabilidad de la educación básica. A partir del año 2005, el crecimiento del gasto real por alumno en educación básica supero el incremento en la matricula, indicando una mejora mas allá de la expansión del sistema educativo."
Es decir, se invierte más por alumno en la educación obligatoria y los resultados empeoran. Algo se está haciendo mal. La Nación ha incrementado su inversión en las Universidades, que según sus propios números cada vez tienen peores resultados. Basta mirar la "Síntesis de Información Estadísticas Universitarias 2021-22": mucho engrosamiento y pocos resultados para el desarrollo del país en función de ese crecimiento. Hay un ingreso masivo con una graduación bajísima, lo cual lleva a gastar más y más sin obtener resultados. ¿Puede ser el camino seguir creciendo o hay que mirar con atención lo que sucede adentro de las universidades y de cada una de sus facultades con un espíritu que no puede ser sólo el de las tan mentadas "autoevaluaciones"? Y eso sólo en lo cuantitativo. Nada se dice de la calidad de los egresados, porque no está estudiada y se la da por sentada. Tampoco se habla de la pertinencia de los graduados. ¿Son los que el país requiere para el desarrollo nacional? ¿El esfuerzo presupuestario y la oferta educativa están bien equilibrados y diseñados o crecieron a la luz de intereses políticos?
La tercera conclusión enfoca también en la misma dirección: "El gasto de educación básica y educación superior tienen una tendencia creciente del gasto educativo tomando 1980 como el año base. A partir del año 1992, el financiamiento destinado a educación superior crece siempre por encima que el destinado a educación básica. En vistas de una política educativa mas distributiva, es importante ver como se distribuyo el crecimiento total del gasto entre los distintos niveles. Tomando 1980 como año base, en los últimos 42 años el financiamiento educativo destinado al nivel superior creció 63 puntos porcentuales por encima del nivel básico. Esta diferencia se profundiza entre los años 2006 y 2022, alcanzando un pico en 2018, año en el cual se invirtieron 105 puntos porcentuales mas en educación superior que en básica."
Síntesis, la Argentina gasta cada vez más en universidades a las cuales no llegan chicos que no comprenden lo que leen después de pasar por jardín, primaria y secundaria. ¿La universidad no tiene nada para decir de este fracaso? ¿Sólo atina a quejarse por el nivel de los alumnos que recibe como si no tuviera nada que decir en la formación docente? Ha desertado porque se ha quedado engordando y reclamando más comida.
El problema para la Universidad argentina es que, como la litigiosidad mendocina en el pasado, creció desmedidamente sin que nadie se fijara cómo pagar las cuentas. Cada uno lo ve desde sí sin observar el conjunto. Cuando la máquina de hacer billetes está prendida, se patea la pelota para adelante emitiendo y generando inflación, que diluye las responsabilidades. Pero cuando no hay plata empiezan los problemas porque hay una capacidad instalada innecesaria infinanciable en los niveles que sería deseable. Por eso se hace imperioso mirar la historia del crecimiento y el interior de cada facultad, carrera por carrera. Pero una mirada externa, fresca, sorprendida, no la autocomplaciente de quienes consintieron para llegar hasta acá. No hay secretos, la universidad tal como está no tiene posibilidades de financiarse. La pregunta es: ¿quiénes están contra la educación universitaria estatal, los que construyeron este monstruo que crece y crece sin destino y sin resultados adecuados, muchos de los cuales marchan en defensa de la "educación pública" rasgándose las vestiduras, o los que advierten este fenómeno para buscar cómo solucionarlo? Darle una solución real y sustentable será doloroso. Y ya se sabe que la Argentina es un país al que no le gustan las malas noticias y el sacrificio.
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