La Subsecretaría de Cultura inició un ciclo de conciertos educativos que finalizará el próximo 28 de agosto. Esta iniciativa merece destacarse ya que propone la tarea de acercar nuestros infantes al mundo de la música y al teatro. La experiencia resulta sumamente entretenida y los niños disfrutan en cada momento.
La música de la Filarmónica de Mendoza llega al corazón de los más pequeños
El espectáculo comienza mucho antes de entrar al teatro, con la larga fila de "minions" caminando sin prisa, pero sin pausa, lo que hizo que el tiempo del semáforo no fuera suficiente para que todos cruzaran la calle. Los autos, entonces, tuvieron que esperar unos segundos más mientras el grupo desfilaba hacia la vereda del Teatro Independencia. Como un ciempiés humano, con las maestras como torres guardianas que sobresalían al principio, en la mitad y al final de la hilera, organizaron su entrada triunfal para luego ubicarse, prolijamente, en las butacas frente al escenario donde se encuentra la orquesta.
Con dos funciones diarias, a las 9 y 10.30, la Filarmónica de Mendoza ofrece un espectáculo didáctico para niños y jóvenes (porque también asisten estudiantes de secundaria), con el propósito de acercarlos a la música de la orquesta. Además, muchos de ellos -probablemente- será su primera vez visitando nuestro teatro mayor.
Mientras los músicos afinan sus instrumentos, la sala se va llenando de colores vistosos; las capuchas y camperas preparadas para la salida especial se distribuyen en la platea, en los palcos, y en las galerías del teatro. Mientras los alumnos se sorprenden con la lámpara principal que ilumina la casa oficial de la orquesta, la expectativa se respira en el aire y las maestras -en modo espera- intercalan selfies con las miradas que- a su vez- controlan al "rebaño".
Las luces, como siempre, marcaron el inicio del espectáculo. Se trata de "Héroes Musicales", bajo la dirección del Maestro Pablo Herrero Pondal con los arreglos musicales y la orquestación, a cargo de Mauro Marquet. La participación de los actores Wilson Plaza, Deivid Laguna y Matías González, acompañaron una historia divertida con ritmos actuales que lograron captar la atención de los más pequeños, algunos más ruidosos y otros más inquietos, pero todos, al final, quedaron cautivados por lo que surgió del escenario.
La canción de "Muchachos" (si... la del Mundial) con los tres actores recorriendo embanderados el teatro, fue una imagen para recordar. O la música de películas que los chicos reconocieron al instante, como un juego entre ellos para ver quién sabía más. Momentos graciosos, con melodías de los virales que ellos ven en el teléfono celular, sonaban ahí creados por una complicidad entre los músicos y el director, quien, en su rol de marcar la armonía, señalaba instrumentos y manejaba los tiempos de tensión y atención del público presente y a esas alturas muy exigente.
Todo un desafío para quienes están acostumbrados al silencio y a los aplausos en el lugar correcto, dejando ese protocolo de lado con el fin de descontracturarse por una buena causa.
Las fotos -imaginarias- se formaron en las mentes de los adultos que acompañaban y fue con cada canción como se trasformó en una buena postal de lo que ya sabemos: que la música nos ofrece infinitas sensaciones y puede, claramente, dejar una huella, iniciar una pasión o simplemente provocar ganas de contarle al más pesimista de los pesimistas que no todo está perdido.
El final fue muy divertido y tan sorprendente que no dan ganas de convertirnos en unos expertos del spoiler. Solo que los chicos, al regresar a sus escuelas, seguirán hablando de la experiencia. No cabe duda de que en casa contarán cómo es la familia de la percusión, los vientos o las cuerdas; que el director es un hombre que maneja una batuta y que tres superhéroes salvaron al mundo de un villano que amenazó con dejarnos sin música.
Con la sala llena en cada función, 1.100 chicos por día -durante dos semanas- visitarán el Teatro Independencia para conocer a la Filarmónica de Mendoza y dejar que la música, como único lenguaje, los toque como una varita mágica que siempre les recordará la primera vez que vieron una orquesta.