El atractivo desafío del cambio enfrentando a las minorías intensas

Con el Pacto de Mayo se abrió una agenda riquísima y excitante que contrasta con la chatura de los planteos del populismo corporativo que tiene de rehén al sistema educativo hace al menos cuarenta años y que parece estar conforme con el fracaso imperante.

El atractivo desafío del cambio enfrentando a las minorías intensas

Por:Jaime Correas

"La Argentina ha tenido históricamente grandes problemas para pensar su futuro. Si bien hay sectores de punta en muchas áreas, eso no ha abierto posibilidades para instalar cambios estructurales. Vivimos en una sociedad gatopardista que solo soporta pequeños parches y arreglos superficiales para 'seguir tirando'. Esta estrategia nos ha llevado al desastre, particularmente en lo que tiene que ver con la educación."

Inés Aguerrondo, "Argentina: conocimiento como base para la sustentabilidad (2019)

En enero de 2023 apareció un libro compilado por Claudia Romero: "La trastienda de la educación. Políticas educativas en escena". Allí figura un trabajo imprescindible de Inés Aguerrondo: "¿Es posible cambiar la educación? Gobernanza, emergentes y cerrojos en la trastienda de las políticas (educativas)". Inés falleció en noviembre dejando un vacío en quienes la conocimos y admiramos. Ese escrito se transformó en su legado, pues sintetiza su preocupación última: el cambio educativo en el marco de una visión compleja de la realidad. Su enfoque es de orden político. Se centra en cómo pasar con efectividad de las ideas a la práctica. Es decir, el problema central de la política y de la gestión pública.

Inés Aguerrondo da algunas claves sobre el gobierno escolar (y sobre cualquier gobierno): "Reconsiderando la idea de que la ciencia va por un lado y la acción por otro, esta forma (compleja) de pensar el mundo obliga a una relación directa entre teoría y práctica. No se trata del académico que mira y critica versus el político que lleva la carga de la implementación. Son dos perspectivas que se juntan para operar sobre la realidad". Y a esta situación de divorcio, que por desgracia es la usual, donde por un lado operan los especialista y por el otro lado los políticos, con mutuas desconfianzas y hasta sospechas y desprecios, ella le agrega otro elemento clave: "No alcanza con que el ministro de educación y todo su staff esté convencido y quiera hacerlo, se requiere que el gobernador o el presidente de la república (según lo que corresponda) sea el que está a la cabeza del proyecto ya que la experiencia recogida estudiando estos procesos es que su éxito depende en gran medida de una buena acumulación de poder político porque, aun cuando se opere en términos de acuerdos consensuados, se generan serios conflictos de gobernabilidad."

Inés apunta a resolver el problema de la gobernanza, con un diseño donde conocimiento y evidencias vayan de la mano del poder político e interactúen. Pero agrega que por las características de la complejidad del sistema educativo la cabeza política máxima debe implicarse y traccionar. No hace falta más que pensar en el mejor momento del sistema educativo argentino y recordar que se originó en acciones protagonizadas por los presidentes Avellaneda, Sarmiento y Roca. Ellos explican desde la creación masiva de escuelas que faltaban hasta la ley 1420. Pero no conforme, Inés también recuerda lo que un sistema educativo necesita del aparato estatal: "Los complejos retos implicados en las responsabilidades tanto del nivel de base (las escuelas) cuanto las referidas al nivel intermedio (inspectores/supervisores, asesores pedagógicos) son múltiples, y necesitan ser lideradas desde una instancia que sea capaz de darle coherencia y sentido. Esto significa que el esquema de la conducción en tres niveles requiere que los líderes del último nivel reconozcan que la transformación del sistema no ocurrirá a menos que el estado central (nacional/provincial) asuma la responsabilidad de conducir el camino. No ocurrirá tampoco de las manos del mercado ya que la educación, como bien público, para lograr fines tan anti-económicos como cerrar la brecha entre los sectores de la sociedad, o aumentar la justicia educativa, necesita que se tomen decisiones y se desarrollen procedimientos que van más allá de las premisas mercantilistas." Pero no se queda en lo que podría tomarse como un reclamo de protagonismos. Pone énfasis con maestría en la debilidad del estado para cumplir su cometido: "Los equipos que entran a hacerse cargo de la educación, tanto en el nivel nacional como en el provincial, generalmente no encuentran una sólida institución marchando, un órgano con las características, los recursos, las normativas, los procedimientos y los saberes, que permitan instrumentar las decisiones que se tomen. Nuestros modelos institucionales de organización del Estado, no solo en el campo de la educación sino en casi todos sus sectores, adolecen de una sostenida obsolescencia que no ayuda a resolver los problemas, más bien resultan una traba para lograr objetivos. La famosa reforma del Estado, que se espera hace décadas, nunca llegó. Históricamente, este término ha sido solamente una etiqueta para replantear su tamaño, pero no ha habido propuestas para repensar su estructura y su función...".

El presidente Javier Milei, al incluir a la educación en el Pacto de Mayo, abrió una serie de debates que estaban hasta ahora ausentes de su horizonte educativo: el protagonismo de las provincias y sus gobiernos en cualquier política pública educativa, el papel inexcusable del estado nacional, la necesidad de revertir el fracaso en la alfabetización y la necesaria revisión de toda la educación obligatoria y también el deber de revisar en profundidad la universidad, entre muchos aspectos en sus crecimientos antisistémicos sin resultados que los justifiquen y en los graves problemas de egreso, tanto en cantidad como en los perfiles y su pertinencia para las necesidades del desarrollo nacional. Es una agenda riquísima y excitante que contrasta con la chatura de los planteos del populismo corporativo que tiene de rehén al sistema educativo hace al menos cuarenta años y que parece estar conforme con el fracaso imperante. Para poder avanzar en ella se requiere tener una mirada como la planteada por Inés, compleja y con las herramientas adecuadas para gestionar los cambios. Para eso ninguno de quienes compartan esta agenda puede mirar para otro lado y tiene que buscar el mejor modo de colaborar en la ardua tarea que hay por delante. A la visión de Inés hay que agregarle el papel de minorías intensas dentro del sistema que bloquean con su poder de veto cualquier cambio para el bien común.

Vicente Palermo desarrolló este tema en un artículo de 2017, "Cómo combatir el nocivo poder de las minorías intensas": "las minorías de preferencias intensas lograban privilegios que torcían los incentivos correctos, lo que tenía un efecto acumulativo contra el crecimiento (y una sana distribución del ingreso). Olson sostenía que, dado el poder de veto de estas minorías, revertir la trayectoria decadente no era fácil. Y que uno de los factores que podían lograrlo era en verdad infausto, del tipo 'no hay mal que por bien no venga': un cataclismo que afectara la entera estructura económica y social de la Nación, desarticulara las redes de intereses con sesgo anticrecimiento y las despojara de su poder de veto frente a la emergencia de un liderazgo con una estrategia de largo plazo y cierta autonomía en relación con las fuerzas sociales."

Palermo reflexionaba así en tiempos de Mauricio Macri. El gradualismo no funcionó, esas minorías ni se mosquearon y volvieron los garantes de que nada cambie para mejor. Es interesante releer aquel artículo de Palermo a la luz de los tiempos actuales. Hoy esas minorías intensas ven jaqueadas sus posiciones por una ola desreguladora y revisora que cuenta con aval presidencial y con la conducción de Federico Sturzenegger. Completa Palermo: "minorías de preferencias intensas han ido contribuyendo decisivamente en una configuración económico-institucional con fuerte sesgo anticrecimiento y, además, socialmente regresiva. Podemos destacar tres como ejemplos entre muchos posibles: la economía protegida, la captura del Estado y la distorsión del federalismo fiscal. En los tres casos, se benefician importantes minorías, que han accedido a un notorio poder de veto. La economía protegida, centrada en la puja distributiva en torno al tipo de cambio, confiere el ritmo cardíaco al corazón de la economía argentina, imposibilita una genuina productividad, nos condena a una crónica incapacidad de exportar, nos somete al chantaje perpetuo de las crisis de balanza de pagos. La captura del Estado lo lleva -entre otros males- a su hipertrofia y a que las agencias estatales estén con demasiada frecuencia al servicio de los servidores, no de los ciudadanos. A veces sin la menor sensatez, el diseño de las políticas públicas no depende de las necesidades de sus destinatarios, sino de las preferencias e intereses de los empleados. Por fin, el federalismo fiscal distorsionado, una increíblemente inicua distribución de recursos públicos, es una fábrica de pobreza (respaldada, eso sí, sólidamente en mecanismos institucionales; a lo largo del tiempo, se ha conferido un estatus legal a una distribución fiscal crecientemente distorsionada y sin fundamento económico ni social)".

La certera visión de Palermo, cruzada con el programa de Inés Aguerrondo, piden a gritos un modo de enfrentar a esas minorías intensas corporativas. La semana pasada trajimos a escena al inglés B. H. Liddell Hart en "La estrategia de aproximación indirecta. Las guerras decisivas de la Historia" (1946): "Habrá que evitar el ataque frontal contra toda posición establecida de largo tiempo y habrá que tratar en su lugar de envolverla con un movimiento de flanco que deje expuesto un lado más penetrable al choque de la verdad. Pero en tal aproximación indirecta habrá que cuidar de no separarse de dicha verdad, porque no hay cosa más fatal para el verdadero progreso que caer en la mentira." La clave está en la última oración. No alcanza con la aproximación indirecta, si el camino se desvía de la búsqueda de la verdad, es decir del cambio para mejor. Otra vez la clave la trae Palermo en aquel escrito de 2017 que debe ser resignificado hoy: "Es posible llevar adelante dos cursos de acción complementarios, que no están siendo ejecutados hoy. El primero, escoger batallas radicales, densas, configurando una adversatividad fuerte. Tomando riesgos. Haciendo blanco en las minorías intensas atrincheradas, defensivas y con poder de veto. Se requiere liderazgo que divida aguas: de un lado, las minorías conservadoras; de otro, la gente y el bien común. Nuestro sistema educativo in toto es un ejemplo de esta agenda. El segundo es más difuso: esparcir por todo el campo gubernamental la práctica de la argumentación adversativa, inscribiendo la obra de gobierno en una visión de largo plazo, de mayor cohesión y que unifique el sentido de las pequeñas (y a veces grandes) cosas que se están haciendo. Gobernar puede ser un desafío cautivante." La primera propuesta parece haber sido tomada al pie de la letra por Milei, como si hubiera leído a aquel Palermo de 2017 que le advertía a Macri. En la segunda, la argumentación adversativa, Milei todavía tiene lagunas importantes.

Lo adelantaba Palermo, lo ha diseñado Inés Aguerrondo, pero se requiere organizar las fuerzas disponibles en todos los niveles para dar la batalla. El cambio de la educación, en sus niveles obligatorios y en el universitario, puede ser el modelo que la Argentina está buscando. No se hará solo. Las minorías intensas hasta ahora han ganado siempre y están resistiendo. Por eso es tan atractivo el desafío.

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