Los gurkas corporativos resisten y matarán para sobrevivir

Aunque muchos de los protagonistas aún parecen no advertirlo, un cambio muy profundo está en marcha.

Los gurkas corporativos resisten y matarán para sobrevivir

Por:Jaime Correas

 "Argentina es un país donde, si te vas de viaje veinte días, al volver cambió todo, y si te vas de viaje veinte años, al volver no cambió nada"

Dicho popular, citado por Jorge E. Bustamante en "La república corporativa"

En 1988 Jorge Eduardo Bustamante publicó un libro esencial para entender el presente argentino: "La república corporativa". Como era inhallable, el año pasado el autor hizo una reedición con un solo agregado en la tapa: "35 años, 1988 reedición 2023. Nada cambió". Agregó apenas al inicio un breve texto titulado "Exordio y ex culpa del autor": "Comencé a escribir este libro cuando tenía 40 años. De ello hace 40 años, en tiempos de Alfonsín. Ahora estoy por cumplir 80 y muchas personas me han instado a reimprimirlo tal cual, pues los problemas argentinos continúan siendo los mismos. O quizás, más graves. No me he atrevido a actualizarlo, pues sería una tarea que me supera, atento al formato minucioso de la obra. Si bien los ejemplos serían otros, los conceptos siguen siendo aplicables ahora. Desde su publicación en 1988 hasta 2022, ‘nada ha cambiado'. Sólo espero que en el año 2063, cuando yo cumpla 120 años, no tenga que hacer una nueva reimpresión por las mismas razones".

 El autor hizo una reedición con un solo agregado en la tapa: "35 años, 1988 reedición 2023. Nada cambió".

Inspirados por ese sentido del humor, quizás valga la pena repasar el fenómeno corporativo en la Argentina para entender su importancia a la hora de explicar el fracaso nacional. El maestro Guillermo Jaim Etcheverry es protagonista de un caso similar al de Bustamante en cuanto a libros reeditados. En su clásico "La tragedia educativa" (1999) daba números elaborados por Enrique Zuleta Puceiro que mostraban que la mayoría de los padres consideraba que la educación era mala y estaba en problemas pero esa situación no los abarcaba a sus hijos que, según ellos, aprendían. Ante la insistencia de que ampliara su obra, que tuvo innumerables reediciones, Jaim Etcheverry escribió un nuevo libro. Repasó el anterior, pero elaboró otro texto, tan brillante como el anterior. Eso sí, menos novedoso. Significativamente lo tituló en 2020 "Educación, la tragedia continúa". Cuando retoma ese concepto de la relación de los padres con la educación en general y de sus hijos en particular apunta con lucidez y también con irónico humor: "Algunas investigaciones señalan que las personas encuestadas están satisfechas con la escuela a la que asisten sus hijos porque advierten en ellos positivos logros académicos, fundamentalmente en los campos de la lengua y la matemática. Ante los desalentadores resultados comentados a propósito de la comprensión lectora y de la matemática, podríamos suponer que los alumnos que ocupan nuestras aulas con tan serias dificultades deben de ser huérfanos, porque nadie los reconoce como hijos o nietos. ¿Tendrá la Argentina una tasa tan alta de orfandad juvenil o seremos víctimas de una ilusión educativa, es decir, ‘de una representación sin verdadera realidad causada por el engaño de los sentidos'?"

"La tragedia educativa".

 Se puede mirar el problema corporativo en la Argentina en la clave interpretativa que nos regala Jaim Etcheverry para la educación y la orfandad. Si fuera cierto lo que dicen los representantes de las corporaciones, que en la práctica gobiernan la Argentina, el país sería un relojito. Cada uno considera que lo suyo está bien y que el resto son un conjunto de privilegiados y prebendarios. Si fuera cierto que lo de cada uno es tan bueno viviríamos en Suiza. Hace poco un funcionario nacional de relación directa con el presidente Javier Milei contó una anécdota. Cuando se dieron a conocer los temas que tocaba el mega DNU lo llamó un alto directivo de una empresa y lo felicitó por el plan del gobierno de meter mano en todos los privilegios corporativos. Se mostró exultante e hizo un encendido recorrido por todas las corporaciones cuyas ventajas se atacaban. A la semana lo llamó hecho una furia porque en la Ley Bases había un capítulo dedicado a los privilegios de su sector. Por supuesto que no lo planteó así, sino diciendo que estaban locos si se metían con ellos, que no sabían lo que hacían y desconocían cómo funcionaba su rubro. Dio todas las explicaciones del caso para mostrar como los propios no eran privilegios sino lo que correspondía. Pasó de estar exultante a estar insultante.

"Educación, la tragedia continúa".

El libro de Bustamante es infinito en la cantidad de mecanismo que desnuda. Es muy impresionante que las 611 notas remiten a publicaciones de los ochenta pero parecen estar escritas hoy. Resulta impactante la comprobación masiva de que ese cuerpo extenso de alusiones a una realidad que va de los treinta a los cuarenta años atrás sigue incólume, congelada en el tiempo.

Se puede elegir al azar uno de los muchos aspectos analizados por Bustamante. Por ejemplo los que giran alrededor de la "paradoja de Olson", que remite a publicaciones de Mancur Olson, un destacado economista y sociólogo estadounidense, entre fines de los setenta e inicios de los ochenta. Ese autor analiza "la forma en que se organizan y operan los grupos de interés ante el poder político, explicando la evolución hacia un Estado corporativo, como fenómeno contemporáneo... demostrando que no existe un equilibrio entre las presiones sectoriales que se ejercen sobre la autoridad pública... este fenómeno puede expresarse mediante la denominada ‘paradoja de la explotación del grande por el chico' referida a la peculiar situación planteada por los grupos pequeños de intereses concretos, cuyas pretensiones terminan imponiéndose a las grandes mayorías cuyos intereses son más difusos, a pesar de la retórica democrática en la que gustan incurrir las autoridades... el funcionario se encuentra habitualmente sometido a intensas presiones de grupos organizados que requieren medidas favorables a su sector, sin que en el mismo trámite tomen participación representantes del interés mayoritario eventualmente afectado... la experiencia indica que la capacidad política para resistir grandes presiones es muy limitada cuando no hay sectores de la sociedad movilizados en sentido opuesto... suele ocurrir la adicional paradoja de que, mediante un adecuado manejo de los medios, el grupo peticionante logre obtener el apoyo de la opinión pública en favor de un requerimiento, identificándolo con el interés general". El mundo de la educación es paradigmático, con sindicatos y grupos sectoriales, como los universitarios, que enfrentan a funcionarios que no cuentan con una organización de los destinatarios, en este caso alumnos y familias, que contrapesen las presiones. Hace poco vimos cómo la sociedad se encolumnó en un reclamo universitario por presupuesto que dejó sin revisar ninguno de los problemas serios que el sistema argentino tiene. Conseguido el porcentaje adecuado, todos a casa y a seguir como si nada. ¿Tan bien está la Universidad?

Luego de la ajustada aprobación de la Ley Bases adelgazada para que pasara, estas palabras toman especial actualidad e interés, a pesar de ser de fenómenos de hace más de treinta años. Si se repasa la inabarcable agenda del DNU y la Ley Bases en los temas que tienen que ver con desregulación corporativa, que es la planteada por el arduo trabajo de Federico Sturzenegger y su equipo, se comprobará que la reacción de las corporaciones fue inmediata y tuvieron éxito total o parcial en evitar su puesta bajo la lupa. Al voleo, y sin ser exhaustivos, se dio marcha atrás para obtener la agónica aprobación con privatizaciones de diversas empresas estatales, como Aerolíneas (los que más saben dicen que el kirchnerismo la destruyó tanto que sería imposible encontrarle comprador), algunas de comunicación como la TV Pública y Radio Nacional, el régimen de pesca, los medicamentos, hubo dudas con el tabaco, fueron para atrás Bienes Personales y Ganancias (pero ambas se podrían volver a dar vuelta en Diputados, según algunos observadores) y un largo etcétera. Quizás el retroceso más preocupante sea con los sindicatos, tanto en la desregulación de obras sociales como en la cuota sindical, porque esa es la corporación más fuerte y más determinante en muchas de las cosas que andan mal. Por suerte el apoyo que recibió el presidente, incluso de referentes a los que se ha cansado de maltratar, alcanzó para abrir una senda de salida a la decadencia. Falta muchísimo, pero la gestión Milei ya tiene instrumentos para avanzar en muchos campos. Lo sucedido muestra con retraso que con inteligencia política se puede conseguir más sin necesidad de ceder tanto.

Que la Argentina ha sido dejada en ruinas y con números elocuentes de desastre después de veinte años de populismo kirchnerista es difícil de ocultar. Aunque a algunos de los arquitectos de ese desastre les gustaba hablar de "tierra arrasada" tras la salida de Macri es obvio que la destrucción de fondo ha sido causa de los usos y costumbres que las estructuras corporativas han gozado. Lo lograron. Todas ganaron su batalla individual y dejaron al país con 60% de niños pobres. Una hazaña negativa pero que sucedió sin que ninguna de esas fuertes estructuras se cayera. Ni los bancos, ni las empresas de la industria y el comercio, ni los sindicatos, ni el sistema político tradicional, que trabajó siempre como garante. Las castas empresaria, sindical y política, según el ideario del presidente. En este contexto Milei no puede descuidarse de la acción de ninguno de estos grupos que sostienen un status quo bueno para ellos pero mortal para el bien común.

Otra tesis de Marcus Olson que cita Bustamante es sumamente sugestiva para evaluar la situación actual en la Argentina: "niega que el crecimiento de Alemania y Japón en la postguerra hubiese tenido por causa principal la naturaleza laboriosa de sus habitantes, o la reconstrucción física de su base industrial. Más bien se atribuye esa expansión a la ‘destrucción institucional' que sufrieron ambos países, permitiéndoles luego reconstruir un sistema institucional que no repitiese el esquema rígido y corporativo con anterioridad a la guerra. En dichos países el esquema de regulaciones y privilegios se había extendido de tal manera, que las estructuras socioeconómicas se encontraban esclerosadas e imposibilitadas de dar respuesta al desafío de modernización. Japón y Alemania pudieron empezar de nuevo después de sus derrotas bélicas, haciendo ‘tabla rasa' con los beneficios sectoriales vigentes con anterioridad a la conflagración y desarticulando la maraña regulatoria que es su natural consecuencia. La capacidad de generar un proceso interno de innovación y cambio (‘modernización') fue consecuencia directa de haber eliminado los privilegios existentes a favor de los distintos grupos de poder vigentes antes de la contienda".

Tomando metafóricamente lo bélico, aunque los grupos de choque que actuaron en las afueras del Congreso el miércoles hacen entrar en dudas, lo relatado es actual para la Argentina. Habría que analizar quienes fueron los que jugaron, como en 2017, a romper el sistema, por supuesto tirando la piedra y escondiendo la mano. Son exactamente los mismos que frente a cualquier brisa se tiraban al piso pidiendo penal e invocando "fuerzas destituyentes". Quizás lo nuevo es que esta vez ya están tan vistos que lo dramático por momentos era un paso de comedia bufa.

Bustamante remata ese capítulo: "La República Argentina, país joven, reúne las principales características de los ‘antiguos' países anquilosados por la acumulación de regímenes especiales y normas de excepción, a partir del abandono de los principios constitucionales ocurrido desde la década del cuarenta".

Aunque muchos de los protagonistas aún parecen no advertirlo, un cambio muy profundo está en marcha. La trampa de la fuerte estructura corporativa de la Argentina, garante de su fracaso, reside en el corazón de la posibilidad de futuro. Harán lo imposible para que las fuerzas conservadoras de siempre cumplan con su cometido. Milei está en la encrucijada de sumar a su indudable talento para la toma y administración del poder en inferioridad de condiciones, a la proyección internacional que lo obsesiona, la gestión sobre los mecanismos corporativos viejos y firmes que si no los demuele pueden complicarle el futuro. Su verdadera batalla final es contra las castas corporativas y sus privilegios. Ojalá lo vea.

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