El presente está lleno de paradojas. Una de las más notables es que el precario repertorio de ideas libertarias haya desatado debates de profundidad.
Javier Milei despertó y el dinosaurio todavía estaba allí
"Con dudas, pero también con esperanza, la Argentina se ha abierto a una discusión sobre sí misma. Es, tal vez, el dato más relevante de lo que algunos observan como un rasgo de estos tiempos. El desafío, sin embargo, es dotar a esa oportunidad de un debate de calidad, que les dé consistencia a los cambios y que conduzca a una verdadera transformación sobre la base de entendimientos y de acuerdos duraderos. Quizá la clave esté en algo que no parece tan complejo: mirar, desde los escenarios y los palcos, el espíritu y la demanda de los que escuchan al ras del suelo. Ahí se verán mayores dosis de sensatez y equilibrio de las que se observan en muchos dirigentes".
Luciano Román, "La degradación discursiva arriba de los escenarios", La Nación, 2 de mayo de 2024
"Esperamos que los líderes políticos, económicos, sociales, religiosos y culturales de la Argentina salven al presidente Milei de sus propios excesos. Salvar a Milei equivaldría a salvar al liberalismo. Equivaldría también a salvar a la Argentina y a garantizar que, en el futuro, el liberalismo no se vea en el continente latinoamericano como el invento diabólico de unos pocos economistas de cámara apoyados por plutócratas."
Guy Sorman, "Javier Milei, el liberalismo al revés" La Nación, 30 de abril de 2024
Es muy común que cuando se habla del microrrelato se piense en "El dinosaurio" del guatemalteco Augusto Monterroso: "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí". Se trata de un forma literaria concentrada que convoca un universo complejo de significaciones y sentidos a partir de una narración muy breve. Esta genialidad de Tito Monterroso lleva al lector a preguntarse quién despertó, cuál es su historia, por qué está ahí, si el dinosaurio lo acecha o no sabe de su presencia, el "todavía" parece aludir a que antes de dormirse el personaje ya había visto al dinosaurio, "allí" alude a un espacio incierto para cada lector y, sobre todo, esas pocas palabras abren una mirada inabarcable al porvenir de quien se despierta y está a merced del monstruo. El mecanismo literario del microrrelato apunta a poner en marcha la imaginación y de ella resultan acciones y condiciones.
La presidencia de Javier Milei se asemeja a un microrrelato. Su cortísimo trayecto interpela a un pasado extenso, como el del personaje que se despabila y comprueba la permanencia del monstruo, pero sobre todo se proyecta en el futuro. Porque así como en el microrrelato de Monterroso el mayor interrogante apunta al porvenir, en el presente argentino la mirada está puesta hacia adelante, con expectativas. Mientras, la microtrayectoria de la gestión mileista se anuda en un presente de desconcierto para muchos y de certezas a favor y en contra para otros. En muy poco tiempo parece haber cambiado casi todo por lo vertiginoso de las propuestas, pero en realidad no son tantas las cosas que efectivamente han mutado. Lo ha hecho profundamente lo que tiene que ver con la macroeconomía. Muy poco en cosas estructurales, como educación, salud y trabajo. Razonable, pues apenas han pasado cuatro meses y la economía era el tema a resolver para la supervivencia. El peligro es no tener claro hacia donde van los otros temas.
Pero lo que sí ha sido numeroso, como en el microrrelato, es la cantidad de debates que han surgido a la luz pública. Esto es lo más auspicioso y un valor en sí mismo del actual gobierno. Hasta hace pocos meses la mayoría consideraba que muchas cosas andaban mal, pero no se levantaban las alfombras para ver la basura escondida abajo. Ahora, frenéticamente, todos los días la sociedad se desayuna con alguna malformación que despierta respuestas corporativas inmediatas para evitar la revisión. Falta lo más difícil: hacer que esos debates sean realidades. Si ese equilibrio fiscal no se transforma en algún momento en políticas educativas para revertir la decadencia es un logro hueco, carente de sentido. Las sociedades son cuerpos complejos, los mecanismos económicos son tan intrincado como los educativos o los sanitarios. Mientras unos se solucionan, si no se atiende al resto se sigue degradando. Para los mejoramientos se postulan varios caminos: los primeros trayectos han sido la Ley Bases y el DNU.
Ver: Mileiducto: La Libertad Avanza en Mendoza con el aval de Karina
Las radicales propuestas de Milei han generado un rápido agrupamiento a favor y en contra de grupos que apoyan los cambios y de quienes los resisten. De un lado está lo que Martín Gurri en su libro "La rebelión del público. La crisis de la autoridad en el nuevo milenio" llama "el público", es decir los ciudadanos actuando a través de la magia de internet en distintos planos de la vida social, y del otro las corporaciones a las que la nueva gestión parece haber puesto en jaque. En medio han quedado junto a las acciones del Ejecutivo dos instancias como canales para efectivizar los cambios o impedirlos: el Congreso y la Justicia. En ambos escenarios se juegan por estos días batallas encarnizadas. En el Parlamento la última escaramuza lo vio ganador a Milei, quien con pocas fuerzas propias obtuvo un paradójico triunfo en la Ley Bases. La paradoja se cifra en lo sucedido con el capítulo sobre el tabaco. Perdieron los malos, a pesar de que por razones bastante difíciles de seguir en su lógica el propio proyecto oficial se había puesto de ese lado habiendo estado antes en la vereda correcta. Y lo más curioso es que los legisladores de La Libertad Avanza votaron contra lo que el Ejecutivo propugnaba.
Dos artículos con sugestivos títulos, "Quién controla el juego de la política" de Carlos Pagni y "No es el tabaco, estúpido" de Ignacio Zuleta intentaron echar luz sobre este opaco entramado. Ambos, sin embargo, parecen coincidir en que se revivió la política en su más útil sentido: para que algo salga bien o al menos para frenar lo malo. Quedó a la luz que lo que Milei llama con tosquedad "la casta" tiene claros y oscuros y que en las votaciones se puede seguir quién está de cada lado. Para eso sirve la democracia. Hubo un tercer artículo, de Sergio Suppo, "El acuerdo político de un sistema al desnudo" que sintetizó: "Milei llegó al final de este largo proceso de convencimiento con una versión tan extrema como oportuna para encontrar votantes que siempre han sido renuentes... Al desnudo, el sistema político resumido en el Congreso dejó ver con claridad cómo el mundo de los negocios y de los conglomerados sindicales acostumbrado al acomodo y a obtener beneficios espurios del Estado tiene una representación en muchos casos transversal a los partidos. El Gobierno también parece alcanzado por compromisos de reciprocidad con esos grupos. Si alguien esperaba que Milei llegara para desarmar esos intereses que chupan la sangre de las administraciones podría estar a punto de sufrir un desengaño. Veremos... Milei es quien sin embargo tiene el mayor desafío y la oportunidad más grande: mostrar que sus palabras son corroboradas por los hechos. No dejará de hablar, al fin su gran arma como la de todo político, pero está cada vez más obligado a hacer para evitar que sus discursos no pierdan sentido y solo quede de ellos la borrasca del insulto y la descalificación."
En ese contexto la elección de uno de los dos caminos, el legislativo o el judicial, será muy decidor. ¿Acuerdos legislativos transversales para luchar contra los intereses corporativos consagrados y hacer que gane el bien común, como con el tabaco, o Corte Suprema con miembros tan cuestionados como Ariel Lijo para que cada resolución esté manchada por las dudas aunque sea correcta? La elección es de Milei. Sería un gran cambio que pasaran por el Parlamento cada uno de los temas, con una deliberación pública de calidad, para ver quién vota qué. Los temas son infinitos: desde el régimen impositivo intocable de Tierra del Fuego hasta el régimen de la pesca, y desde el sistema educativo y sanitario hasta los sistemas previsional y laboral. Los gobernadores tienen mucho para decir y aportar porque casi todo sucede en las provincias y los senadores las representan, aunque a veces los que viven más cerca de la Recoleta lo olvidan. Esos acuerdos políticos pueden armar mayorías que se opongan a la trama corporativa, tejida en las últimas décadas por gobiernos corporativos en una sociedad corporativa. En este sentido, despierta muchas dudas, por ejemplo, que después de todo lo que se ha dicho sobre los registros del automotor sólo se apunte a reducir el 40%. Hay certeza de que son botines de lo peor de la "casta política" denunciada por Milei y habría que preguntarse por qué no se termina de una vez con algo que nadie defendería a la luz del día.
En medio de este clima de idas y vueltas esta semana volvió a la letra escrita una de las cabezas pensantes de la Argentina. Luis Alberto Romero escribió un provocador texto titulado "El papel de los historiadores en la batalla cultural para desactivar todos los relatos" donde se mete de lleno en la discusión de fondo: cómo revertir la decadencia en el campo de las ideas, del sentido común histórico que circula en la sociedad. En estos días el francés Guy Sorman también escribió sobre Milei y el liberalismo y Luciano Román sobre la relación entre la dirigencia y las voces de los ciudadanos. Mucho para leer y pensar.
Romero arremete: "Estamos en plena ‘batalla cultural'. Lo que Macri no pudo, no supo o no quiso hacer, Milei lo está haciendo. A su modo. Tangencialmente, comenzó a reformular el relato oficial de la historia, proclamándolo desde lo más alto del Estado, con la potencia de un nuevo credo para uso de los verdaderos creyentes, convocados a una ‘batalla cultural'. O mejor, una cruzada". Pero luego matiza y desafía: "Nuestra pregunta es si esas ideas sobre la historia (las de Milei) serán eficaces en la batalla cultural. ¿Se puede construir, con tales materiales, un nuevo sentido común histórico? ¿Alcanza para terminar de desarmar el relato K, o por el contrario lo robustece? En los dos casos, creo que no. Pero debo admitir que, por mi formación y mi edad, estoy muy lejos de la manera de pensar de sus jóvenes seguidores, de la que no tengo mucha información. Solo puedo decir -como historiador y como ciudadano- que así como espero que Milei destrabe el crucial nudo gordiano de las corporaciones y el Estado -algo en lo que está bien encaminado- anhelo que nuestra sociedad sea lo suficientemente madura como para rechazar su relato. Y me temo que otra vez, como en los últimos veinte años, los ciudadanos y los historiadores deberemos trabajar en eso."
El presente está lleno de paradojas. Una de las más notables es que el precario repertorio de ideas libertarias haya desatado debates de la profundidad que todos los autores aludidos están protagonizando. Venimos de un tiempo populista largo ramplón y canalla, que sólo ha dejado pobreza y decadencia. Milei todavía tiene que hacer mucho para salir de él y no quedar atrapado en las redes populistas. Va y viene. Desconcierta. El dinosaurio sigue allí.