Hoy se cumplen 207 años de la partida del Ejército de Los Andes. Una obra maestra de la estrategia militar que incluyó una maniobra distractoria pergeñada por Libertador en alianza con las comunidades pehuenches del sur. Lo que se conoce históricamente como el "Gran Parlamento".
Cómo se planeó en San Carlos el genial "amague" de guerra de San Martín
En 1816, en septiembre de ese año, José de San Martín (JSM) le contaba a Tomás Guido: "Concluí con gran felicidad mi gran Parlamento con los indios del sur: auxiliarán al ejército no solo con ganado, sino que están comprometidos a tomar una parte activa contra el enemigo...".
Ese párrafo epistolar del Libertador a su amigo da la primera pista de esta historia latente en el fuerte de San Carlos hoy convertido en museo histórico ubicado a 104 kilómetros al suroeste de la Ciudad de Mendoza. Hoy miércoles 17 de enero de 2024, al cumplirse 207 años de la partida del Ejército Libertador, es oportuno contar aquel episodio fundamental para la gesta en Chile.
Aquel hecho que contentó al entonces gobernador intendente de Cuyo fue realmente trascendente para la Historia Argentina. Fue uno de los primeros acuerdos políticos de San Martín para planificar su épica campaña libertadora. Fue el paso como estratega para ganar la primera "batalla" que era confundir al enemigo español que aguardaba del otro de la cordillera. Y sus aliados fueron los originarios pehuenches.
Es decir, San Martín dio entidad al pueblo nativo, lo puso en igualdad de negociación contra el acechante enemigo en común. Esta situación se hace ver en los escritos de Guillermo Miller asistente directo de JSM, protagonista y testigo de ese acontecimiento en el fuerte sancarlino y ratificados por el mismo General. Muy distante de la descripción amañada que luego haría Bartolomé Mitre para minimizar el escenario y a la delegación indígena encabezada por el lonco Ñancuñán.
El regate sanmartiniano
La cuestión es que los pehuenches pactaron con San Martín una acción conjunta para hacer creer a los godos que por ese paso cordillerano atravesaría la mayor cantidad de soldados y armamento del ejército emancipador.
El engaño de estrategia militar de hacer creer que muchas mulas (cada uno de los 100 hombres del ejército arrearía 20 animales) aportadas por los nativos que levantaban mucha polvareda era la certeza de una gran columna de soldados, hizo que los jefes españoles concentraran gran parte de sus fuerzas y debilitaran los otros pasos al norte y eso facilitó el cruce del mayor número del ejército sanmartiniano y tener tiempo de recuperar energía para dar el salto hacia Santiago de Chile.
Un plan admirable y solo realizable por un líder con mucho poder de negociación que consideró al jefe indígena como un par representante de un pueblo vecino. Así trató San Martín a las comunidades pehuenches, que luego fueron demonizadas.
Señalan los relatos registrados que Inalicán habló en nombre de San Martín y les suplicó a los caciques convocados que dejaran pasar al ejército criollo por el paso del Planchón parte de los dominios pehuenches. El objetivo planteado por JSM para convencer a los jefes nativos era sacar de Chile al ejército español invasor que planeaba eliminar a los pueblos indígenas y quedarse con sus caballos, alimentos y mujeres.
De aquel Parlamento solo tres jefes pehuenches no aceptaron la propuesta sanmartiniana, los demás abrazaron solemnemente al general en señal de acuerdo.
Dónde fue y qué pasó
El profesor de Historia Luciano Ruiz es el guía que explica al detalle todo lo que se ve en el Museo. En la estación dedicada a la época de la campaña libertadora, una de las empresas militares más importantes de la Historia, se detiene y se dispone a explicar el Parlamento Pehuenche ocurrido en ese mismo lugar donde él está parado que tuvo a San Martín y al lonco Ñancuñán para pactar una estrategia mancomunada en el paso andino a esa altura de la cordillera como parte de la expedición del Ejército de Los Andes.
Puntualiza el educador historiográfico la importancia dos personajes: el jefe del fuerte en ese momento, el capitán José León Lemos, anfitrión de los acordantes y del fraile Inalicán de origen pehuenche asistente de San Martín en la campaña, que fue el intérprete de aquel Parlamento y que es inexistente para las narraciones mitrianas. De este modo establece Ruiz los parámetros de época para comprender entre lo que ocurrió y cómo se contó esta historia.
Lemos fue el ejecutor del plan. El 19 de enero de 1817 salió del fuerte con un centenar de hombres entre los cuales habían 25 granaderos. Se instaló en la Estancia Los Chacayes (cerca de lo que hoy es el Manzano Histórico en Tunuyán). Nueve días después recibió la orden de San Martín de comenzar la travesía cordillerana por el paso del Portillo-Piuquenes y tomar el fuerte de San Gabriel ubicado a la vera del río Maipo. Lemos concretó la misión (casi suicida) y con ese movimiento hizo creer a los realistas que era la columna que atacaría a Santiago, mientras el grueso del ejército cruzó Los Andes por los pasos más al norte.
En el presente, el historiador sancarlino al terminar la reseña, gira y señala una escultura que representa a la india pehuenche Magdalena que intentó teñir las telas de azul con las que se confeccionaros los uniformes de los soldados libertadores. San Martín "salvó" a aquella mujer del anonimato y la valoró por su voluntad para teñir las telas aunque sus tinturas naturales extraídas de los pigmentos de los yuyos no fueron suficiente para semejante demanda.
Un "set" para contar la Historia
San Carlos es el departamento con más historia de frontera que tiene Mendoza. Donde se ubica la actual villa cabecera, donde se encuentra el centro cívico, allí funcionó hasta 1920 uno de los últimos fortines del país.
Un espacio militar creado por la Capitanía General de Chile en 1770 para poner un tope a la avanzada de los malones de pehuenches contra algunas poblaciones alejadas de las concentraciones del oásis norte. Eran personas que se habían establecido en zonas inexploradas, y que habían llegado desde el otro lado de la cordillera en busca de ganado y productos agrícolas.
"Era un cuadrado de 35 metros por lado, con un foso de 2 metros de profundidad, y paredes de 2 m de alto y 4 metros en los torreones, 25 soldados y el capitán del fuerte, todo esto cuando se funda. Luego de la Independencia estos fuertes dependían de los gobiernos provinciales, y los soldados eran conocidos como soldados de frontera, o blandengues (porque en formación blandían, agitaban, sus armas en señal de respeto a sus jefes)".
Uno aprende en estas incursiones en los departamentos y en este caso en el Museo del Fuerte de San Carlos se logra entender el choque de frente entre las cosmovisiones entre el conquistador español y el originario invadido, desplazado o sometido. La propiedad privada contra la inherencia del ser humano con la tierra que habita. Por eso los pehuenches fueron demonizados como saqueadores e infieles por llevarse vacas y caballos de los colonos españoles y criollos defensores de la corona europea y estado americanista sucedaneo.
Así las cosas, el fuerte fue un punto de referencia para las actividades del sur de la provincia (cuando aún no se contaba con los territorios de los actuales departamentos San Rafael, General Alvear y Malargüe), el territorio mendocino colonial llegaba hasta ese punto fronterizo con los territorios dominados por poblaciones pehuenches y que eran disputados también por mapuches que cruzaban la cordillera corridos por las ofensivas realistas en tiempos de preemancipación.