Tanto el Libertador, como Sarmiento, fueron dos liberales en serio, con todas las de la ley, no de palabra, sino de hechos.
Sarmiento, ese viejo chorro por el cargo de la casta
"Dejémonos de teorías, los hombres no viven de ilusiones sino de hechos. ¡Libertad! Désela Ud. a un niño de dos años para que juegue con un estuche de navajas de afeitar y Ud. me contará los resultados."
José de San Martín, carta a Tomás Guido de 1833
Hace años, frente a la pregunta de a quién curaban los curanderos el pediatra de nuestros hijos nos contestó: "a los que se iban a curar solos". Al enfermo grave hay que curarlo. Si se evita la ciencia y se recurre a la magia la enfermedad benévola pasará. El paciente y su entorno creerán que lo ha curado el ritual. Esos son los casos cuyo destino era curarse aunque no se hiciera nada. La dolencia complicada se complicará más. El consejo siguiente fue que cuando cualquiera de los chicos (o los grandes) tuviera algo complejo lo mejor era recurrir al especialista y atender sus indicaciones. Lo cual no quitaba apelar subsidiariamente a las estrategias alternativas. Sobre todo si aliviaban el sufrimiento y la angustia del doliente y los suyos. En síntesis: medicina y brujería. La primera, sin falta; la segunda, si se quiere.
Años después, nos reunimos con un muy querido amigo que tenía un cáncer diagnosticado para festejar su curación. Nos anunció, mientras comía la dieta sanadora, que lo había curado a distancia alguien que lo atendía vía telefónica. Los últimos exámenes, según nos relató, demostraban su curación. Festejamos, brindamos, nos emocionamos y unos meses después murió vencido por la enfermedad. Un pariente suyo médico me comentó que al inicio de la dolencia se había dejado estar y que cuando empezó con todos esos tratamientos alternativos ya era tarde para vencer un cáncer que hubiera sido muy tratable tomado a tiempo. Una mezcla de protagonistas equivocados y de tratamientos errados es mortal frente a un mal real. No es necesario que falle el diagnóstico. Con el mejor diagnóstico hecho por las mentes más brillantes y sabias si no se da con la persona adecuada para hacer el tratamiento correcto se puede terminar en los obituarios.
La última elección con la inesperada irrupción de Javier Milei me hizo recordar estas anécdotas. Sobre todo cuando se repasan los diagnósticos propuestos por la novedosa estrella política de ciertas enfermedades nacionales. Se puede coincidir en algunos, incluso. Pero la situación cambia cuando se examinan los tratamientos para enfrentar las dolencias y los protagonistas con los cuales piensa hacerlo. Es indudable que la Argentina está en presencia de un nuevo actor que tiene una inteligencia por encima de la media y al parecer una sólida formación económica. La inteligencia le permite encadenar muy bien sus intuiciones comunicacionales y con habilidad discursiva. Los gruñidos "casta y dolarización", reemplazan en el fervor popular lo que en otros tiempos fue "salariazo y revolución productiva". La operación lo ha colocado en una posición que muchos políticos envidian. La formación económica, reconocida por especialistas, no quiere decir que sus ideas sean buenas e infalibles. Pero las tiene bien estudiadas según los que saben.
Ver: Quincho: Sin paz, del "shock" de Milei a los intentos de saqueo y robo
Lo inesperado del volumen del fenómeno lleva a pensar en diversas dimensiones. En primer lugar hay que interpretar de dónde salieron todas esas voluntades que optaron masivamente por una figura nueva y disruptiva. Y tomarlo en serio, porque hay allí un sujeto que podría ser volátil, pues emergió como un rayo, pero también podría representar una innovadora forma de representación. La ventaja del candidato es que está solo. ¿Ventaja? Sí, sólo si lo piensa con respecto a la pasión masiva. Pero, ¿y para gobernar? Todo lo construye con su gestualidad y sus gritos. Ni siquiera debe apelar mucho a los contenidos para obtener adhesiones. Una especialista sostiene que no son conceptos sino actitudes lo que imanta a muchos jóvenes.
Uno de los temas que ha caído bajo la ácida mirada de Javier Milei es el de la educación. Su propuesta ha sido, frente a la tragedia educativa, proponer que se invierta la lógica y que en vez de financiarse la oferta se financie la demanda con un sistema de vouchers. También ha apelado a criticar esa lacra instalada por años de populismo sintetizada en lo que se denomina "adoctrinamiento". Ha propuesto cerrar el Ministerio de Educación nacional y subsumirlo en algo que llamará Ministerio de Capital Humano. Si se escucha con detenimiento a su referente educativo, Martín Krause, se advertirá que se trata de la adaptación de algunas ideas de cierto pensamiento liberal de divulgación a la problemática educativa.
El disparador es la fobia, comprensible por cierto, a eso que llaman "adoctrinamiento". Es decir que les llenen la cabeza a los chicos de ideas predigeridas y direccionadas porque son progres. Algo que ha sucedido y sucede y requiere de una trabajosa operación para solucionarse porque es un fenómeno cultural de enorme complejidad. Vayamos al ejemplo inicial. El diagnóstico es correcto: hay una tragedia educativa consumada, con "adoctrinamiento" incluida. Con respecto al tratamiento, parecería pobre una política de vouchers como estrategia para revertir un proceso de deterioro que ha llevado a una profunda decadencia. Además, vale la pena decirlo, ese tópico del adoctrinamiento es adjetivo al lado de temas sustantivos como la pérdida de la alfabetización en primer grado, el alto ausentismo de alumnos y docentes en todo el sistema, la escasa conexión de la educación con el trabajo, el control del sistema por parte de corporaciones sindicales a las que nada les interesa que los estudiantes aprendan, la deficiente formación docente o la baja graduación universitaria, entre muchas otras problemáticas. El voucher y la denuncia de ese avasallamiento ideológico parece un chiste ante ese panorama. O algo peor, una parodia de solución que termina siendo funcional a la no solución real de la tragedia educativa terminal que vivimos.
Vale la pena entonces empezar por decir que los problemas complejos de sistemas complejos no se solucionan con simplificaciones. Ninguna idea como la del voucher se acercará siquiera a las malformaciones de fondo que, como toda enfermedad grave, requieren de un tratamiento sofisticado, audaz, corajudo y creativo. Es como una aspirina para el dolor de cabeza que se le puede dar a un enfermo de leucemia. Quizás le alivie ese síntoma, pero la enfermedad requiere de otros tratamientos porque seguirá ahí.
Ver: La joven referente de Milei en Mendoza explica qué son los vouchers educativos
Para colaborar a profundizar y complejizar las ideas de la libertad que enarbola Milei quizás deberíamos apelar una vez más a Sarmiento, ícono del liberalismo argentino. En 1871, les decía a los legisladores: "La demanda de educación está en razón inversa de su necesidad... pídenla menos los que más la necesitan, que son los desposeídos; y tratándose de nuestras provincias, aquellas más apartadas y por lo mismo más pobres o con mayor suma de población ignorante, requieren el auxilio de la Nación para mejorar su condición". Y agregaba en 1873: "no debéis olvidar que en materia de educación se invierten las leyes económicas, solicitándola más los que la tienen y estiman su influencia, y siendo omisos en procurársela los que más la necesitan". Luego de aludir a que la educación es el único rubro de la vida humana en el que no se aplica la ley económica de la oferta y la demanda, pues quien tiene hambre pide comida y quien se enferma pide salud, pero el ignorante no pide educación, afirma Sarmiento: "la acción del Estado debe, pues, ejercerse en proporción de la necesidad y no de la demanda, dándola a los más ignorantes y costeándola a los más pobres."
Claro, Sarmiento era de la "casta". Al igual que el admirado Alberdi, ambos vivieron toda su vida de un sueldo estatal. La diferencia estuvo dada porque su acción justificó de sobra esos salarios. Algo que, en eso hay que darle la derecha al enojo popular, no sucede con una buena parte de lo que se llama la "casta". Incluidos un gran número de los que están disimulados en el tsunami mediático electoral "libertario".
En definitiva si algo une al populismo de derecha y al de izquierda es la ilusión que denuncia San Martín al inicio de esta página. No se trata de teorías, no es el "qué", el diagnóstico, con eso no alcanza. Se requiere el "cómo" y por supuesto el "para qué", del tratamiento, de la gestión del problema. Tanto el Libertador, como Sarmiento, fueron dos liberales en serio, con todas las de la ley, no de palabra, sino de hechos. Por eso el primero después de gritar "Viva la Libertad, carajo" se encargó de llenar el grito de contenidos y de acciones exitosas y heroicas. Y el segundo nos dejó la enseñanza notable, definitiva, de cómo la educación, por su naturaleza, en un país como el que tenemos no puede estar en manos de la oferta y la demanda.
Vale la pena leer a Alberto Benegas Lynch (h), padre intelectual de Javier Milei, cuando habla de educación en una reciente nota donde plantea ocho puntos cruciales: "Séptimo, modificar sistemas educativos que imponen estructuras curriculares desde el vértice del poder, con lo que no solo se politiza un campo tan delicado, sino que se elimina la posibilidad de la indispensable competencia en un proceso evolutivo de prueba y error y de auditorías cruzadas para el logro del mayor nivel de excelencia académica". En este tema, al menos, los libertarios deberían revisar a San Martín y Sarmiento, esos dos liberales. A lo mejor se dan cuenta que para modificar la realidad hacen falta más que tuits y gritos. Perdón, ni Lali, ni los Rollings, yo soy de los Beatles. Okkkeyyy.