Los populismos establecen relatos que ninguno de sus feligreses osa poner en tela de juicio porque son versiones oficiales que elabora el líder de turno, sin importar la verdad de lo dicho, sino quien lo dice.
El turbio pasado irreal de Isidoro Cañones y Cachorra
"¿Dónde estarán? pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer, pudiera
ser el Hoy, el Aún, y el Todavía.
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Esa ráfaga, el tango, esa diablura,
los atareados años desafía;
hecho de polvo y tiempo, el hombre dura
menos que la liviana melodía,
que solo es tiempo. El Tango crea un turbio
pasado irreal que de algún modo es cierto,
el recuerdo imposible de haber muerto
peleando, en una esquina del suburbio."
Jorge Luis Borges, El tango
Pocos argentinos reflexionaron con tanta hondura sobre el esencial tema del tiempo como Jorge Luis Borges. Llegó a sutilezas como titular un texto "Nueva refutación del tiempo", en cuyo título se cifra la paradoja de lo analizado: si el tiempo es refutable, su refutación no puede ser "nueva", lo cual implicaría que ya hubo otras anteriores. En el poema "El tango" alcanzó una de sus máximas síntesis, tomando la canción-baile nacional como escenario del devenir temporal. Al populismo argentino y a todos los populismos estos avatares del tiempo les interesan poco porque han decidido que la veracidad de lo que pretenden no requiere de comprobaciones de ningún tipo. Por eso establecen relatos que ninguno de sus feligreses osa poner en tela de juicio porque son versiones oficiales que elabora el líder de turno, sin importar la verdad de lo dicho, sino quien lo dice.
Una profesora de Historia comentaba que sus alumnos universitarios por las deficiencias de su educación tienen dificultad para darle profundidad al tiempo histórico y que proyectan todo en una suerte de telón de fondo plano donde se les hace difícil entender que Roca y Perón, por dar un ejemplo, vivieron en tiempos diferentes. Como en el cambalache, están todos en el mismo lodo y los intuyen interactuando. De ahí que se busca subsanar este problema clave para entender los hechos mediante la confección de líneas de tiempo que muestren la separación y distancia temporal entre los protagonistas y sus circunstancias. Si a esa dificultad se le agrega el recorte de los datos a fin de adueñarse sólo de los que vienen bien para una conclusión tomada de antemano, se está frente a un problema de difícil resolución. Se adopta sólo lo que confirma el prejuicio y se omite cuanto lo contradice. Es complicado porque la convivencia social depende de buscar los denominadores comunes que permiten los acuerdos, el diálogo, la empatía suficiente con el otro para evolucionar en un camino común. Aún con diferencias. Lo que no se puede hacer es sumar peras con manzanas, porque la cuenta no da, o decir que un olmo es un peral.
Ver: Quincho: Piqueteros "nominados" y una muestra escandalosa en la Uncuyo
Hay dos ejemplos de esta semana donde importan más las investiduras que los nombres propios. La vicepresidenta en un acto académico que derivó en una tribuna política militante relativizó la importancia del déficit fiscal, dando el ejemplo de Malasia que lo tiene muy alto y a su vez es una economía que marcha viento en popa hace años, al punto de que puede llegar a invertir en la Argentina. Eso se puede sumar a quienes enarbolan el caso de Estados Unidos, que tiene una deuda gigante, cuando se habla del endeudamiento. Si se elabora el análisis en ese plano chato, sin la densidad y profundidad que el problema tiene, se justifica el déficit fiscal y el endeudamiento como si no fueran aspectos que se dan en una dinámica económica compleja, en la que intervienen otras variables determinantes. Los populismos pretenden con estos razonamientos lineales, gruesos, falsos y simplificados explicar lo que sucede para adaptar la realidad a un punto de llegada que ya han definido. Lo que le falta al razonamiento vicepresidencial es que Malasia construyó una economía tan pujante que su déficit consigue financiamiento a bajo costo porque quienes le prestan saben que su devenir le permite pagar y tomar más deuda para seguir produciendo. No parece ser el panorama argentino. Algo similar sucede con la posibilidad de endeudarse para quien va con los motores tan afinados y generando tanta riqueza que los prestadores lo hacen gustosos porque saben que cobrarán y la rueda seguirá su curso. Por eso es conmocionante cuando suceden cimbronazos como lo de 2008 en los Estados Unidos o en la actualidad con el Silicon Valley Bank, cuyo contagio no se sabe a dónde puede llegar. Intentar explicar el módico fenómeno local con ese entramado internacional es ilusorio y engañador, como comparar el déficit malayo con el argentino. Es un mecano al que le faltan piezas.
Pretender que el ejemplo malayo es válido para un país como la Argentina es obviar la complejidad de la realidad y recortarla a gusto para que cierre un relato ficticio. Algo que el populismo hace una y otra vez, omitiendo parte de los hechos. El problema para nuestro país es que ya no tiene quien le financie su déficit y su consiguiente deuda porque vivir por encima de las posibilidades que genera la propia riqueza, gastando de cualquier modo y castigando a quienes producen esas riquezas, no es sostenible en el tiempo. En cualquier economía doméstica se visualiza con claridad. Por eso es necesario no tener déficit y arreglar el problema de la deuda para quien no tiene crédito ni confianza de quienes ya le han prestado y han visto su prodigalidad. Son las dos caras de una moneda con ecos bíblicos. La prodigalidad aparece en la famosa parábola del hijo pródigo y también se puede ver en el diccionario, con ecos jurídicos: "Conducta desarreglada de la persona que malgasta su caudal con ligereza, en perjuicio de su familia". Es el caso de esas personas que gastan el patrimonio familiar en fiestas y caprichos y después se justifican contando historias estrafalarias donde siempre hay alguien que los estafó. La verdad es que ellos anduvieron de francachela, dilapidando más de lo que tenían. Son los Isidoro Cañones y las Cachorra que cuando caen en problemas se justifican con el coronel Cañones y el general Bazuka inventando disparatadas historias para no ser responsables de los desaguisados. ¿Alguien puede creer que una vicepresidenta no conoce la otra cara de esa moneda como para hacer un análisis tan débil e incompleto a fin de seducir a un auditorio ya proclive a comprar su discurso? No deja de ser un enigma. Quizás, en este caso, haya que pensar más en el receptor del mensaje, que está dispuesto a consumir esa explicación simplista de un tema complejo y no en la emisora. Basta mirar las caras arrobadas en el video de la charla, mientras escuchan las explicaciones cancheras y cómplices de la vicepresidenta. Quien habla posiblemente es consciente de su engaño, pero le resulte necesario para justificarse. Como Isidoro y Cachorra después de las trasnochadas. Por eso siempre la culpa es del otro.
Pablo Gerchunoff ha publicado en estos días un esfuerzo titánico para entender el kirchnerismo de los últimos veinte años, donde destaca que de cuarenta años de democracia, los K gobernaron la última mitad, con la sola interrupción de Macri. Vale la pena leer su denso y razonado artículo y compararlo con la visión binaria de la máxima responsable e ideóloga del proceso que lleva a la debacle actual.
El otro caso de esta semana, similar en su concepto, es el de un senador peronista que planteó en un debate de la Legislatura que el radicalismo "siempre" ha sido cómplice de los golpes militares, de las torturas y de los fusilamientos. Las aseveraciones son tan disparatadas y chocan tanto con la realidad histórica que se siente la tentación de no contestarlas para no hacerle el caldo gordo.
Pero la pregunta que se abre es ¿se puede tratar algún tema, hay posibilidades de ese denominador común con quien lleva su análisis a estos niveles de sinrazón? La pregunta vale porque las acusaciones contra el radicalismo se hacen desde un partido que propugnaba públicamente en 1983 una amnistía para los militares asesinos, mientras Raúl Alfonsín luchaba para llegar a la presidencia prometiendo el enjuiciamiento de los crímenes de la dictadura. Algo que llevó a cabo en aquel momento sin el apoyo del espacio político del senador y cuando los enjuiciados tenían todavía poder real para resistir, no cuando eran cuadros disponibles para ser bajados. ¿No habrá llegado el momento de no recurrir a ese "turbio pasado irreal" del que habla Borges si se va a discutir un tema de hoy? ¿No está agotado "el recuerdo imposible de haber muerto/ peleando, en una esquina del suburbio"? Paradojas del tiempo que frente a las dificultades actuales exigen cambios de rumbo.
La reflexión de fondo es: ¿se pueden remover los evidentes escollos del presente fraguando la realidad que ha llevado a ellos o reescribiendo la historia para liberarse falsamente de los errores pretéritos? ¿Puede el populismo con sus distorsiones y falsedades a flor de piel ofrecer ese denominador común que se necesita? Quizás haya que buscar por el lado del republicanismo. Y en este tipo de encrucijadas es donde queda claro que el problema no es de derecha e izquierda o de peronismo y radicalismo. En el futuro se necesitará una masa crítica adecuada, amplia, para hacer los cambios necesarios. Porque las resistencias serán enormes. Pero sólo podrán integrarla quienes estén convencidos de que la realidad es compleja y que no se explica fácil y con frases hechas y falsedades. Requiere de no inventarse pasados ilusorios sino asumir el propio y el ajeno y para eso hay que construir las líneas de tiempo sin omisiones y ubicar a Roca en su tiempo, a Perón en el suyo, lo mismo que a Alfonsín. Porque algún día, como nos enseña Borges, el hoy será el ayer. Y si se sigue fraguando el presente y el pasado nada bueno se puede esperar del futuro.