El juego redondo: si ganan, ganan, si pierden... también. En las últimas semanas estamos asistiendo a una serie de hechos desafortunados por parte del partido justicialista de Mendoza. Los discursos de la pena como bandera no hacen más que erosionar la democracia que declaman sustentar.
Ante la derrota, el PJ recurre al ataque y a la crítica sin argumentos
Hemos estado asistiendo a un juego por parte del PJ mendocino que habla muy a las claras de la falta de voluntad de participación en un diálogo democrático serio.
Y esto, porque ante la derrota, ponen en marcha un mecanismo de ataque que se sustenta en la crítica sin entidad cierta, rayana en el berrinche, apelando a la pena como arma de lucha, esgrimiendo un juego siniestro de perpetua victimización.
En dicho sentido, debemos destacar lo sucedido en el departamento de Maipú luego de las elecciones de la presidencia del Consejo Deliberante, en las que saliera ganador un edil de la UCR. Ante dicho resultado, y ante una votación que replica la representatividad ciudadana producto de la contienda electoral 2021, realizada bajo las más estrictas normas legales y constitucionales, Matías Stevanato, intendente del municipio, ha salido al cruce alegando poca seriedad en la aplicación del sistema democrático.
¿Cuál sería para él la falta de seriedad al respecto? Simplemente haber perdido la presidencia del Consejo. Luego, debemos concluir que el actual intendente del departamento de Maipú, sólo vería respeto a la democracia ante el triunfo de su gente. Dudosa resulta, ante estas muestras públicas, la empatía necesaria por parte del intendente para desempeñarse en un juego de libre competencia y sana crítica, que es lo que la gente pide a gritos, junto a soluciones institucionales eficaces.
Pretende acudir a acontecimientos pasados, donde lo que hubo fue acuerdo sano entre los partidos políticos de turno, pero esto lejos esta de poder replicarse, en parte, por la extremización de las posturas, donde últimamente el PJ lleva la delantera. De hecho el jefe ejecutivo departamental hablo de "usurpación", "prepotencia" y "atropello".
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Pero la profetización del odio, utilizando la vieja frase de Arturo Jauretche, dignísimo contrincante de su época, no termina allí.
Hasta esto tuvo su capítulo en la legislatura provincial. De la mano de quien supo gobernar el departamento, y muy bien por cierto, se presentó un proyecto de repudio a dicha elección con fundamentos vagos y baladíes, en el cual se apela a la pena como justificativo ante la elección democrática.
Después de lanzar acusaciones de perversidad y traición (denotando que, para el PJ, debería existir un pacto naturalizado de arreglos más allá de la ley y el orden democrático) el proyecto en cuestión, en el que se repudia la elección del nuevo presidente del consejo deliberante maipucino, intenta argumentar, de manera falaz, que "la costumbre" y "la moral" indican que la presidencia del cuerpo deliberativo debe estar en manos de gente afín al intendente de turno.
Parecen olvidar, los profetas de la pena, que estamos ante el gobierno de las leyes, y no de las costumbres, lo cual traería una moda medieval al sistema de garantías que no nos podemos permitir.
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No olvidemos que frases como los "sanos sentimientos populares", "la moral del pueblo", "la moral social", por citar algunas, han sido las antesalas de los sistemas totalitarios más sangrientos de la reciente historia mundial. Frases aleccionadoras de ese tipo, lanzadas por encima de la ley para soslayar decisiones institucionales son de una gravísima alerta.
Y quizás, por otro lado, en el caso maipucino, esta "vieja costumbre" de alfiles afines en distintos cargos institucionales, no sean más que la rémora de más de 30 años de hegemonía peronista, lo cual sí, bajo mecanismos invisibles de gestión "a la criolla", arrastran, y mucha, inmoralidad institucional.
La parodia continúa
Pero, tras estos gastos institucionales triviales, la mímica de la pena no se detiene, y continúa sus luctuosos capítulos.
El más patético de todos tuvo su dosis en el seno legislativo provincial el martes de esta semana. Allí, el Senador Lucas Ilardo, en una muestra de desprecio y falta a la verdad histórica, jugando livianamente con los capítulos más oscuros del pasado argentino, manifestó que la UCR había avalado todos los golpes de estado, expresamente dijo: "siempre persiguió, siempre fue cómplice de las torturas, de los fusilamientos, siempre." Allí la mímica y la mentira, en sus dosis más perversas.
Por otra parte, y continuando con la novela maipucina protagonizada por su intendente, en las últimas horas, el mismo ha decidido realizar su informe anual de gestión fuera del recinto del Consejo Deliberante. Así, ante los vecinos, y rompiendo la tónica institucional que pretenden defender, e incumpliendo expresamente lo que dispone el Reglamento Interno y la ley, la información sobre los avances de la gestión actual se convirtió en un culebrón de telenovela.
O sea que, en vez de centrarse en la rendición de cuentas profesionalizada de su trabajo, remunerado por los maipucinos, la ocasión ha servido para financiamiento de la queja crónica.
Nos preguntamos, si, quizás, la falta de solvencia de la gestión anual no vio su posibilidad de camuflaje bajo las rasgadas vestiduras de la mentira.
Para finalizar, y siguiendo con los ecos del circo romano, en el departamento de Guaymallén, el peronismo local se ausentó del Consejo Deliberante, no participando del discurso anual de apertura de sesiones de su jefe comunal. Como bien ha manifestado, Marcelino Iglesias, intendente del departamento, todas estas muestras hablan a las claras de que, para la oposición, la voz ajena, la opinión del otro, poco importa.
Tengamos alerta. Si el juego político, como parece pretender la oposición, es ganar, sólo ganar, a toda costa, y como dé lugar, no es juego, no es participación, ni es libertad, sino sólo la mímica del más abyecto pensamiento único.
Y allí, como ya esbozamos, peligra el germen de los totalitarismos.
*La autora es senadora Provincial por el Frente Cambia Mendoza