Argentina campeón mundial, el grito ahogado de una generación huérfana

Quienes nacimos a mediados de los 80 crecimos escuchando que éramos los mejores del mundo, pero nunca lo vivimos. Hasta hoy, gracias a la selección de Lionel Messi.

Argentina campeón mundial, el grito ahogado de una generación huérfana

Por:Lucas Burgoa
Desde Buenos Aires

Después de 36 años, la selección argentina volvió a coronarse campeón del mundo. Campeón del mundo. Ni más ni menos, un título con el que soñamos los 47 millones de argentinos, pero que se vivió con especial alegría para una generación huérfana de un título mundial que nunca había vivido una alegría igual.

Quienes nacimos en la segunda mitad de la década de 1980 conformamos la primera generación de argentinos que, hasta el día de hoy, no tenía la más mínima idea de lo que significaba la alegría de ser campeón mundial.

Crecimos con el convencimiento de que éramos los mejores del mundo. Porque lo éramos, pero lo sabíamos porque nos lo contaban nuestros padres, tíos o abuelos. Y teníamos al mejor del mundo. Porque lo teníamos, pero prácticamente no pudimos disfrutarlo porque recién lo vimos en sus últimos años, mermado físicamente, sí, pero con la mística intacta. Una mística que mamamos desde chicos, por herencia. Y aprendimos a quererlo. A amarlo. Por sobre todas las cosas.

Messi besó la Copa y nos preguntamos si estábamos soñando.

Pero cada cuatro años, empezamos a chocarnos con una realidad durísima. Y veíamos cómo ese sueño de alzar una vez más la Copa del Mundo se iba esfumando y parecía cada vez más lejano. Hace poco más de 20 años nos volvieron a decir que éramos los mejores del mundo, y con ese convencimiento nos sentamos a ver el Mundial más nefasto de la historia para el fútbol argentino, con una humillante eliminación en primera ronda.

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Nos juramos que nunca más nos haríamos mala sangre por la selección, pero ahí estábamos cuatro años después, bajo el mando de José Pekerman, quien conquistó el planeta tres veces en los juveniles y con un equipo conformado por varios jugadores que él formó, y con una incipiente estrella de 18 años nos volvimos a ilusionar, pero Alemania nos dio un cachetazo. Aunque no sabíamos que ahí, cuatro compañeros estaban sembrando una semilla fundamental.

Y vino Sudáfrica, con Diego Armando Maradona como DT y el que asomaba como su sucesor, Lionel Messi, con la número 10. La mística apareció una vez más. La ilusión era inmensa. Pero el fútbol no apareció, y Alemania nos dio un cachetazo. Brasil 2014 nos devolvió la ilusión, volvíamos a una final después de 24 años, pero Alemania nos dio un cachetazo.

Los años seguían pasando, los mundiales también (y Rusia 2018 mejor ni recordarlo), y por dentro nos fuimos convenciendo, solos, sin que nadie nos lo tuviera que relatar, de que estábamos muy lejos de ser los mejores del mundo. Eso era cosa de otra época. De otra generación. Pero no era para nosotros.

Y Qatar 2022 saldó una deuda con una generación que nació en un país campeón del mundo, pero que hasta este inolvidable 18 de diciembre no tenía idea qué significaba eso realmente.

Por 36 años esperamos este momento.

Aquél nene que no entendía muy bien por qué su mamá lloraba cuando suspendieron a Maradona. Aquél pibe que se enojó por la expulsión del Burrito Ortega. Aquél adolescente que pateó una silla en la madrugada de un 12 de junio. Ese mismo que masticó la bronca de los penales ante Alemania. Aquél flaco que se ilusionó a más no poder con Maradona-Messi y quiso llorar pero se contuvo. Ese que en Brasil 2014 pensó que se daba y en Rusia 2018 se convenció de que no se daría nunca más.

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Todos ellos, del primero al último, hoy estarían muy felices. Perdón, hoy están muy felices, todos juntos en el cuerpo de la misma persona. Porque esa generación que hoy está rozando los 40, explota de felicidad por lo conseguido este domingo en Qatar y por un instante volvió a ser ese niño o adolescente que daba la vida por ser campeón mundial.

Qué momento para estar vivo. ¡Argentina campeón del mundo!

Y se le dio nomás.