El terror origina una situación de estrés producida por mecanismos fisiológicos y hormonales.
Por qué se disfruta padecer el miedo
Sentir miedo es una sensación física y mental que agudiza los sentidos, acelera el corazón y provoca sudor en las manos. La adrenalina logra que las neuronas de la zona de la amígdala sean hiperactivas, estimulando el hipotálamo que a su vez desencadena la acción del sistema nervioso simpático y del sistema cortical suprarenal, provocando una segregación de hormonas rápida y eficiente que hace que se padezca una necesidad de luchar o huir. Ante una situación amenazante, solo hay dos posibilidades: enfrentarla o escapar.
Cuando la amenaza poviene de un ambiene ficticio como lo es una película de terror, el cuerpo hace lo mismo solo que el resultado es diferente. Hay otra forma de soltar ese estrés momentáneo, ya sea agarrándose al brazo de la persona que se tenga más cerca o activando el mecanismo de huida haciendo el clásico movimiento de taparse la cara con las manos. La opción de luchar queda fuera de lugar, evidentemente, al no poder interferir en la película.
De hecho, hay personas que, ante estas escenas, suele enervarse con los personajes. Esta podría ser una explicación rápida y sencilla de cómo funciona el miedo dentro de los códigos del cine y del espectáculo. Pero la pregunta es otra: ¿por qué nos divertimos tanto cuando pasamos por estas experiencias? ¿Puede llegar a ser el miedo controlado y provocado una forma de placer y conocimiento?
Los poderes del terror
El miedo real y ficticio se antepone a los peores presagios. "Pasar demasiado tiempo en estos reinos de la ficción del terror se puede considerar una oportunidad para redactar tu propio libro de instrucciones sobre qué hacer en los peores escenarios", asevera Marc Malmdorf-Andersen, profesor asociado de la Universidad Aarhus de Dinamarca, en un reciente artículo publicado en el diario The Guardian "De alguna forma, podrían usar esta experiencia adquirida al navegar por realidades nuevas", aunque solamente sea a través de una "mejor regulación emocional y con más habilidades para afrontar lo incierto".
Quizás el cerebro humano no desarrolle increíbles habilidades especiales para oler el peligro y reducir las amenazas potenciales que advierten al bienestar e integridad física, pero lo cierto es que disfrutar de las pelis de terror provoca una resistencia psicológica, como demostró un estudio publicado en la revista de Personality and Individual Differences. Este trabajo demostraba que aquellos que fanáticos del cine gore, suspenso o terror, eran mucho más resilientes a la hora de enfrentarse a problemas como una pandemia global.
Pero esto no explica por qué hay personas que desarrollan tanta afición por pasar un mal momento. Incluso, simpatizar con ciertos personajes crueles. Lo que aterroriza también a veces se viste de manera elegante, como en "Drácula". O tiene un humor muy peculiar, como Freddie Krueger. En cualquier caso, parece divertido y adictivo someterse a una buena ración de miedo porque no hay peligro real.
"Puede haber un punto medio entre pasar miedo y disfrutar", concluye Malmdorf-Andersen. "Tiene que ser una situación ideal en el que el contexto no es demasiado aterrador pero tampoco muy tranquilo". Ese momento debería ser breve, ya que tendría que para que se dé debería sobrevenirnos una avalancha de miedo muy intenso, como un susto repentino, seguida de una recuperación del control de la situación. Al pasar un momento muy rápido de estrés y sumergirnos de nuevo en la paz, segregamos endorfinas y dopamina, las hormonas de la recompensa.
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Es como si nuestro cerebro dijera: "de la que me he salvado". Por poner un ejemplo y dadas las explicaciones de los científicos, ese punto dulce del terror es similar a la sensación que te sobreviene cuando se resuelve un problema que causaba insomnio o como cuando se tiene que enfrentar a una situación muy estresante y se supera. En ese caso, bienvenido sea el miedo, ya que la sensación de resolución posterior es infinitamente placentera.
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