Minorías intensas sindicales, que encarnan los enojos de muchos en ciertas circunstancias, se llevan puestos los intereses de la mayoría.
Las minorías intensas perjudican a la mayoría
A Magdalena Ruiz Guiñazú, por el periodismo
A Marciano Cantero, por las dulces noches mendocinas de los '80
Es aleccionador mirar a Chile. Hay un tema de especial interés porque se repite en nuestro país y en otras latitudes: el papel de las minorías intensas. Sobre todo su capacidad de veto de lo conveniente para las mayorías. Esas minorías intensas imponen sus deseos y prejuicios, empujando cambios generales o impidiendo emprender acciones necesarias. La contundente desaprobación chilena a la nueva Constitución es una lección. Con una participación histórica de 85,8% del padrón, en un país donde suelen votar pocos, el rechazo sacó 61,68% contra 38,14% del apruebo. Un amigo me contaba que hace unos días un taxista de Santiago le dijo que había leído el texto y la votaría en contra. Pero cómo ¿no era la Carta Magna progresista en defensa de lo popular que iba a dar por tierra con la pinochetista? Esa fue el engaño progre para traficar otras cosas.
Una característica que hay que mirar con atención es que esas minorías intensas defienden causas justas, la situación docente, el medioambiente, el acceso a la salud, etcétera. Pero sus vetos suelen favorecer sus intereses de grupo, escasamente mejoran a los presuntos beneficiarios de sus defensas y sí, y esto es contundente, afectan el bien común. En sus mentiras se llevan puesto el interés general.
El proceso de reforma de la Constitución chilena se originó en los gravísimos disturbios de octubre de 2019. Estallaron por la suba del transporte y desencadenaron reclamos por temas tan variados y estructurales como el acceso a la salud, la educación y las desigualdades sociales. Vale recordar que todo sucedió en un país con crecimiento económico, creación de riqueza, mejoramiento sostenido del sistema educativo y muchos más etcéteras, pero con un problema (planetario) en la distribución del ingreso. Agravado por, justamente, darse en un contexto de bienestar creciente. Es decir, estos amplios sectores disconformes tienen como contexto un país que no está apagando incendios y en decadencia, como la Argentina, sino que se puede plantear un proceso de mejoramiento y de reparto. Que lo hagan bien es otra cosa. Para encararlo hicieron explotar todo. Surgieron los reclamos puntuales de cada grupo y de cada individuo a los que el contexto de revuelta les dio base para expresarse. Esas minorías intensas aludidas suelen estar muy bien organizadas. No tienen nada espontáneo. Expresan intereses sectoriales montados en disconformidades generales. Sacan partido de la situación y protagonizan hechos violentos y destructivos. A veces materiales y muchas veces simbólicos.
Ver: Quincho: Cambios en la Corte, sucesión en Cambia Mendoza, y miedo a octubre
Lo paradójico es que la Constitución que esas minorías intensas quisieron imponer al resto no arreglaba ninguno de los problemas que alentaban a la mayoría a protestar, como salud, educación, seguridad, etcétera, pero sí traficaba los ideologismos de los intensos. La razón es simple: un cambio constitucional difícilmente arregle los problemas de gestión, como sanar, educar, evitar el delito. Por eso el rechazo del taxista y de tantos otros defraudados.
Puesto en marcha el proceso de reforma de la Constitución los partidos fueron arrasados y esas minorías intensas tomaron la convención constituyente. Hicieron un texto cargado de ideologismo donde reflejaban no el bien común sino la suma de los intereses sectoriales. El domingo pasado el conjunto de los chilenos terminó con ese sueño de estudiantina constituyente con una participación nunca vista. Una mayoría abrumadora decidió el rechazo. ¿Es que ganó la derecha y perdió la izquierda en igual sentido que antes la izquierda se había ufanado de un supuesto éxito? No, triunfó el sentido común y esos grupos que se aprovechan de mayorías circunstanciales, favorecidas por los descontentos generales, fueron puestos en su lugar. Por eso esas manifestaciones multitudinarias, esas propuestas de "tomar la calle", son gigantes con pies de barro. Cuando llega el momento del análisis sensato, la mayoría evalúa y no se guía tanto por las consignas sino por lo que va a ocurrir en su realidad. En el momento de las manifestaciones muchos ayudan a formar mayorías circunstanciales, desconociendo lo que se discute en profundidad o directamente mal informados. Y muchas veces en el camino dejan muertos, heridos y destrucción. En Chile tiraron 3.300 millones de dólares a la basura de daños económicos, entre ellos reconstruir el Metro de Santiago, y se calcula que se perdieron más de 100.000 puestos de trabajo. Los fallecidos fueron 32. ¿Para distribuir mejor el ingreso y tener mejor salud y educación hay que quemar edificios y destruir bienes públicos? Habría que recordar el incendio de los tres poderes en las manifestaciones antimineras en Mendoza. Ya nadie habla de eso. Quizás haya llegado el momento de volver a discutir el tema.
En 2017 el politólogo Vicente Palermo publicó un artículo esencial que analiza el funcionamiento de las minorías intensas y cómo combatirlas. Decía para explicar los motivos endógenos de la declinación de algunos países y su freno en el crecimiento económico: "Grupos de interés minoritarios pero intensos adquirían una influencia superior a la de grupos sociales muy mayoritarios por un problema de acción colectiva: los pequeños grupos se movilizaban porque tenían mucho para ganar, mientras que los grandes grupos no encontraban impulso para hacerlo porque sus componentes tenían -individualmente- muy poco para perder, aunque en términos agregados perdieran mucho. Así las minorías de preferencias intensas lograban privilegios que torcían los incentivos correctos, lo que tenía un efecto acumulativo contra el crecimiento (y una sana distribución del ingreso)". Este fenómeno económico de incidencia de esas minorías intensas se puede aplicar en otras dimensiones y también cuando esas minorías (a las que Palermo en general ve en su papel conservador) pretenden hacer cambios radicales con los cuales la mayoría no está de acuerdo. ¿Es que la mayoría está conforme con todo? No, pero cuando se da cuenta que la usan no quiere ser llevada de las narices en nombre de lo que está mal. Por eso Palermo plantea la necesidad de enfrentar a esas minorías intensas que tienen poder de veto. Para eso propone tener liderazgos políticos que las pongan de un lado, las aíslen y las denuncien, y dejen del otro lado a los ciudadanos y al bien común. No es simple.
Ver: Las paredes no mean a los perros
Este tema se ve con claridad en el conflicto docente reciente y sus consecuencias. Minorías intensas sindicales, que encarnan los enojos de muchos en ciertas circunstancias, se llevan puestos los intereses de la mayoría, los alumnos y sus familias. La última elección del Sute en 2021 muestra que un sindicato que tiene alrededor del 34% de los docentes de Mendoza afiliados, unos 18.800 de un total de 55.000, ganó la elección con alrededor 6.000 votos. Se emitieron 12.970 sufragios, con lo cual participó el 68% de los habilitados. Estamos frente a un sindicato que representa a pocos y que con cerca del 10% de los votos del total de los docentes se queda con todo y presume de ser la voz general. Total legitimidad, pero escasa representatividad. Hace años que es así. Un caso modélico de la democracia sindical argentina.
El Sute juntó para la manifestación antigubernamental (generada desde la oposición) un grupo masivo compuesto por pocos propios, muchos solidarios (ahora que no saben cómo explicar los descuentos que ellos provocaron a los huelguistas rifan un viaje de la Bancaria, que los acompañó por razones de afinidad política) y los muchos descontentos. Estos últimos, cuando se enteraron de los descuentos se enojaron. Fue después de haber sido llevados al abismo del paro excesivo. El Sute los engañó, especulando con la no aplicación de la ley que marca descontar el ítem aula y los días no trabajados. Los docentes empezaron a ver que el problema salarial tiene, sobre todo, un componente inflacionario que esconden los sindicalistas partidizados porque se debe a la gestión nacional que defienden y militan. El colmo es la parodia de denuncia ante organismos internacionales que ya se han expresado sobre esos temas en contra de lo reclamado. La tribuna está en silencio y mira con enojo y desconfianza. Aunque rifen pavas.
Mendoza tiene un problemas de salarios bajos, no sólo en la docencia. Es claro que una mejor minería ayudaría a cambiar eso, como lo hacen en San Juan, o en Neuquén con el petróleo. ¿Es razonable que no haya minería en Malargüe? Sí es entendible que no haya minería en el Valle de Uco, pero ¿por qué condenar a los malargüinos? La antiminería fanática es otra minoría intensa que con desinformación arrastra a muchos a esa militancia ideologizada, factofóbica, y que bloquea algo necesario que se hace, con cuidado, en todo el planeta. Se plantea a todo o nada, cuando lo bueno sería hacer minería donde no traiga problemas ambientales o se estén acotados y se pueda controlar. Esos que vetan el total de la actividad no le dan respuestas quienes tienen problemas de salarios bajos por la falta de actividad económica. Pero para entender esto hay que analizar con buena información y sin partir de un prejuicio ideológico que no permite ver matices y posibilidades.
Cuando había puesto punto final a esta columna llegó una noticia que también nos habla del fenómeno de las minorías intensas. Vale la pena dejar su análisis detallado para la semana que viene. Acá va el link.