El empresario aseguró que hay que usar los 1.000 millones de Portezuelo para que Mendoza despegue.
Adolfo Trípodi: "Mendoza ha perdido el rumbo"
Con 76 años, Adolfo Trípodi es uno de los referentes empresarios de Mendoza. Propietario de una tradicional casa de telas de la Alameda y de un hotel céntrico, fue durante mucho tiempo presidente de la Federación Económica de Mendoza (FEM), que siempre ha nucleado a emprendedores Pymes. Hace pocos días, volvió a la FEM, pero como director del Observatorio Económico.
Trípodi, ya es parte de esa minoría que vio y vivió todas las crisis graves que se puedan recordar a viva voz en la Argentina. Su experiencia y su trayectoria, es la oportunidad para hablar de la actualidad.
Su opinión es implacable. Para él, Mendoza está sin rumbo y sin norte, gobernada desde hace años por una clase política y dirigente que siempre busca las culpas afuera y que no tiene gestión negociadora para conseguir ventajas para la provincia.
Para él, urge definir un camino y aprovechar todos los recursos monetarios, naturales y productivos a mano para salir adelante.
¿Qué le parecieron los anuncios del nuevo ministro de Economía, Sergio Massa?
Están perfectos porque es lo que hay que hacer en Argentina. Era lo que ya había dicho Silvina Batakis que había que hacer, y antes también lo había dicho Martín Guzmán. Pareciera ser que este es el único camino que hay para transitar. Por lo tanto, hace falta voluntad política y consenso social para poder aplicarlo y después volver a discutir en la marcha. Creo que estas cosas habría que aceptarlas y tratar de concretarlas porque si no estamos en un loop (algo que se repite una y otra vez), no tiene principio ni fin, es todo lo mismo. Nadie duda de que el problema más grave de la Argentina es la inflación y de que la falta de divisas está provocada por este desorden en el comercio exterior. Entonces, me parece que lo que hace falta es definir un camino y este parece ser el único camino. Tiene que apoyarlo toda la sociedad sino estamos perdidos.
Pero bajar la inflación va a generar un costo social, frenar el dólar también. ¿Va a tener que ser con un ajuste?
Y nos vamos a tener que comer eso lamentablemente, porque hoy la Argentina enfrenta una situación muy compleja, el volumen de la deuda externa es muy grande. Si no tuviéramos esos 50 mil millones de dólares de deuda externa, quizá se pudiese maniobrar de una manera distinta. Pero esto hace que Argentina no tenga crédito internacional, entonces es muy difícil que se pueda encaminar sin pagar los platos rotos.
¿Cómo ve la situación de Mendoza con todo este panorama?
Bueno, sobre Mendoza creo que la situación es más grave todavía. He visitado Córdoba recientemente, y la verdad, parece que fuera Shanghái al lado nuestro. Otra cosa Córdoba. Pasa también con San Luis o el propio San Juan. Yo no sé qué pasó con la provincia, Mendoza ha perdido el rumbo. Recuerdo haber estado en una gira acompañándolo al ex gobernador Arturo Lafalla y él decía, en todas sus alocuciones, que era fácil recordar a Mendoza porque era el 4% de todo lo que se midiera, y hoy con los datos actuales, no sé si llegamos a un 2,9% de la participación en el concierto nacional. Esto se refleja por donde se lo mire. Mendoza está quedada.
Creo que aquí hace falta un acuerdo social interno que nos permita encontrar un camino, para poner la provincia en marcha nuevamente. La deuda de Mendoza contraída en moneda dura (dólares) es de una situación gravísima. Hoy la provincia está super endeudada, no tiene posibilidades, está igual que la Nación en posición de caja. Supongo que vamos a conseguir el roll over, no creo que el Estado nacional vaya a dejar desamparada a Mendoza, pero hay que terminar con el lamento cotidiano porque nosotros, los mendocinos, parece que no somos culpables de nada, la culpa siempre la tiene otro.
En el oficialismo provincial, dicen que es muy difícil crecer más porque la provincia está muy atada al sector exportador y a la macroeconomía nacional, dos áreas que están muy mal.
Claro, es lo que le estoy diciendo, la culpa la tiene otro. Lo que tenemos que hacer es sentarnos y decidir para dónde queremos rumbear. Fíjese que ni siquiera hoy es un problema de plata, porque si nos ponemos a pensar, Mendoza ya ha recibido hoy 748 millones de dólares y va a recibir hasta 1.000 millones de dólares, con la compensación por Portezuelo. Ahí tenemos un fondo enorme, sobre el que hay que discutir, evaluar qué vamos a hacer con él. Es una base para poner en marcha esta provincia.
Se ha dicho que la presa de Portezuelo podría quedar de lado y harían otros dos diques con esos fondos ¿Habría que cambiarles el destino a los 1.000 millones de dólares?
Tendría que usarse como puntapié inicial para desarrollar actividades que tengan que ver con Mendoza. Me parece que el riego o el agua es una cosa importante que hay que hacer. Empezar a pensar en financiar fuertemente las actividades exportadoras y darle más apoyo a la base tecnológica. ¡Pero hay una base muy importante con esa cantidad de dinero!
¿Usted no invertiría esos fondos en diques?
Creo que sí, porque la sistematización del agua es una realidad en Mendoza, pero a lo mejor, más que un dique lo que hace falta es eficientizar la red de distribución y consumo de agua potable. Hoy solo el 30% del caudal que erogan los ríos es utilizado para cultivo, la mayor parte del resto se pierde en distintas etapas de conducción, filtración, evaporación, el sistema de riego, el sistema intrafinca, por lo que hay maneras de eficientizar. Habría que enfocarse en un programa de eficientización del recurso más escaso que tenemos.
Y, por otra parte, es muy importante este rol de Mendoza como eje del corredor bioceánico. Allí se están invirtiendo unos 3 mil millones de pesos en una obra que es la ampliación del túnel internacional a Chile. Eso es extraordinario, porque nos permitirá explotar mucho mejor nuestra posición relativa geográfica.
También hay que explotar más el paso del Pehuenche (en Malargüe) porque está habilitado, todo perfecto, pero carece de la infraestructura blanda para poder hacer de eso un paso para todas las mercancías. Hoy, el Pehuenche está limitado y creo que su uso podría ser muy superior. Solo hay que optimizarlo. Hemos hecho el 80%. Faltaría un poco más.
Se está metiendo con la matriz productiva: ¿Hay que sumar actividades?
¡Por supuesto! La minería, por ejemplo, tanto la metalífera como la no metalífera. En cuanto a la metalífera, la restricción importante que aparece con la 7722 podría sortearse rápidamente para exceptuar a Malargüe de su alcance y trabajar con las otras actividades de la minería en el resto de la provincia. Porque también hay minería de tercera y cuarta categoría, en la que Mendoza es importantísima.
Me habló de Córdoba, de lo que ha crecido y es evidente que allí hay mucha inversión. ¿Por qué no se replica igual en Mendoza?
Porque Córdoba tiene varios frentes para explotar y de hecho los explotan. Primero, tiene mucha Pampa Húmeda, zonas muy privilegiadas para producir granos para exportación. Segundo, tiene el complejo automotriz, las fábricas de autos en gran parte están radicadas en esta provincia, entonces posee dos grandes motores allí, que son tractores poderosos. Por lo demás, han invertido mucho internamente. Tienen una infraestructura provincial interesante que nosotros no tenemos. Ni siquiera tenemos todavía la autopista para ir a San Juan o a San Rafael.
Pero en los ejemplos que usted ha puesto, el argumento clásico es que el gobierno nacional nunca hace la obra. ¿La tiene que hacer el gobierno provincial con los fondos propios?
Nooo, eso se negocia, se negocia. A mí, en su momento, me sorprendió la sagacidad que tuvo (Omar) De Marchi, ex intendente de Luján, para quedarse con el edificio del Instituto Próvolo. ¿Qué fue eso? Una negociación. Obviamente, para negociar hay que ceder y no criticar, y si el que negocia quiere ser candidato a presidente, no va a ser tan fácil. Me refiero a Alfredo Cornejo concretamente, que a pesar de sus virtudes cuando se desempeñó como gobernador de la Provincia, ahora, en este tiempo ha buscado su candidatura nacional y todos sabemos la necesidad y la dependencia que tienen todas las provincias del país. Entonces, no es cuestión de hacerse el macho. Hay que negociar. La negociación es el arte de la política.
Tiene 76 años, es empresario y dirigente. Doy por hecho que ha visto muchísimas crisis económicas, políticas o institucionales, como la que estamos viviendo por estos días. ¿Cuál fue la peor?
La crisis más traumática de la que yo tenga memoria fue la del 2001, por la magnitud y por lo que produjo.
¿Fue como una especie de disolución del Estado Nacional, no? Porque los gobernadores tomaron ese lugar preponderante que supieron tener después de la independencia, donde eran ellos quienes sostenían el liderazgo nacional.
Efectivamente, porque la crisis del 2001 fue la época de las cuasi monedas (monedas provinciales). Nuestra moneda, el peso, perdió su esencia. Para que una moneda sea tal, tiene que tener tres condiciones: ser reserva de valor, ser reconocida como medio de pago y ser aceptada. Todas esas cosas se perdieron en ese momento y después de esta crisis, fue muy importante la época del ex presidente Néstor Kirchner, porque se produjo un fenómeno que hacía muchísimo tiempo no ocurría en la Argentina, que fue tener una inflación bajo control y como Kirchner era muy celoso con los déficits, logró tener superávits gemelos (superávit fiscal y de balanza de pagos) y pudo generar lo que generó, que fue un cambio muy importante, desde todo punto de vista.
Sin subestimar la tarea de Kirchner, él quizá tuvo la ventaja de llegar al poder con el ajuste hecho por la propia crisis y la presidencia de Eduardo Duhalde, que le ordenó las cuentas.
Tiene razón, pero no es menos importante que fue un factor de preocupación para él, durante su mandato, los superávits gemelos. Ese logro, le permitió acumular reservas en dólares y cancelar la deuda externa que la Argentina mantenía con el Fondo Monetario Internacional (U$S10 mil millones).
Si uno lo analiza ahora con tranquilidad, puede descubrir la importancia de haber cortado en ese entonces las relaciones con el FMI, porque contrariamente a lo que se supone, el Fondo es un condicionante tremendo para la política económica argentina.
¿Esta crisis que atravesamos hoy, a cuál se parece más de las anteriores? ¿A la de 2001, la hiperinflación de 1989, o al Rodrigazo de mediados de los 70?
No, no, no tiene nada que ver con ninguna porque hoy, la situación política y económica internacional es sustancialmente distinta y más que nunca ha quedado demostrado que la economía es una parte del problema y que en realidad, la que toma las decisiones es la política.
Entonces, si no hay liderazgo político que pueda imponer condiciones, la economía, en un mundo tan transnacionalizado como el actual, se la manejan de cualquier lado.
Por eso la importancia de volver a poner en el centro de la escena a la política, la política como factor capaz de arbitrar los distintos intereses que existen en el seno de una sociedad y determinar un rumbo, uno real, porque si lo deja librado a la voluntad del mercado ese rumbo es falso ya que estará sujeto a presiones y movimientos que no responden a los intereses de los habitantes de un país. Cuando un político es serio y es probo, arbitra todo en defensa de los intereses nacionales y de eso puede hacer una decisión política y no de mercado.
¿Nunca más cierto el dicho de que la política ordena?
Claro que sí. Es falso pensar que el mercado va a ordenar las prioridades de una sociedad. Todo eso lo determina la política y la política emerge de un consenso social.
Ahora bien, la política ordena. ¿Cuáles son los límites a la hora de ordenar? Por ejemplo, en estos días, el gobierno nacional le exigía a los sojeros que vendan los granos porque el país necesita los dólares. ¿Eso es la política ordenando?
Nooo, eso es justamente producto del desorden reinante porque en una economía con estabilidad, estas cosas no podrían pasar. Este tema de la discusión sobre el comercio exterior, no es nuevo en Argentina. Estas discusiones empezaron en 1945, cuando (el ex presidente Juan Domingo) Perón discutía con el campo, porque en aquella época, la práctica más frecuente era vender a un precio y declarar otro precio. Es por esa razón que en aquel momento aparece un instituto que crea Perón que fue el IAPI (Instituto Argentino de Promoción de Intercambio) que era el que regulaba todo el comercio exterior.
Pero lamentablemente, nuestro país tiene un problema serio, una realidad, que es que exporta lo mismo que consume. Por ejemplo: exportamos trigo, maíz, soja y es lo que comemos. Chile en cambio, exporta cobre, y la gente no come cobre.
¿Dice que nuestra particularidad nos generaría inflación en los precios internos, dolarizándolos?
Claro, tal cual. Una alteración en esos precios eleva el precio interno inmediatamente. Nos ha sabido pasar con la carne, o nos pasa con el pan. En cambio, en otros países, como Corea del Sur, por ejemplo, exportan chips para la industria automotriz y la gente no come chips, entonces eso les permite tener una cierta estabilidad.
Por lo tanto, uno de los grandes desafíos de la Argentina es aumentar la exportación para poder diversificar la matriz exportadora, porque si tuviéramos más industrias con alto valor agregado probablemente estaríamos discutiendo otras cosas. Y sobre todo en estos momentos, donde la gran discusión en el mundo es quien se queda con el valor agregado, porque el país que se quede con esto, será capaz de generar mejores condiciones de vida y de ingresos. El valor agregado lo es todo.
En cambio, con la producción de solamente materia prima, volvemos a principios del siglo pasado, cuando fuimos el granero del mundo y está bueno eso, pero hoy no alcanza para tener un estándar de vida importante.
La producción de materias primas tiene la limitante de que es muy difícil generar riqueza distributiva. Al contrario, la riqueza tiende a concentrarse por la propia necesidad y especificidad de esa producción, porque hace falta que existan grande cultivos y grandes producciones y generalmente eso se produce en pocas manos y si a eso se agrega el inconveniente, de que en el mundo entero y en Argentina, el proceso de concentración de la riqueza es mayor, se agrava aún más el problema.
¿La producción de materia prima genera riqueza concentrada pero no distribuye para que se desarrolle el resto del sector productivo?
Así es, y cuando el Estado quiere intervenir para modificar esa situación, se generan las tensiones internas entre el sector que es más eficiente y los que son menos eficientes y ahí está la tensión argentina.
Porque, además, nuestro país tiene un desequilibrio importante en cuanto a productividad de los bienes que exporta. La productividad del campo argentino es una de las más eficientes del mundo, porque en el mundo no hay muchas praderas. Hay tres países en el planeta que son muy eficientes produciendo agricultura: uno es Ucrania sobre la cuenca del mar Negro, Estados Unidos con su cinturón maicero y la Pampa Húmeda argentina, y cuidado, no hay más en el mundo.
Por eso, en este contexto mundial, tenemos que definir qué papel jugamos nosotros como país. Es difícil, porque hay una disputa de poder por la hegemonía mundial, con dos actores, que son Estados Unidos y China, que además se están disputando las áreas de influencia.
¿En ese contexto hay espacio para multilateralismos?
Si claro, pero en general, los actores son muy poderosos y fíjese como los chinos han advertido este problema hace tiempo, por eso grandes partes de sus inversiones extranjeras han tenido como destino África y además la nueva Ruta de la Seda, que se trata de una nueva herramienta política que utiliza China para tener influencia en el resto del mundo, con el fin de asentarse como factor de poder en esos lugares. En África, los chinos han financiado aeropuertos, ferrocarriles, autopistas.
Y todo esto que hace China es capitalismo puro
Absolutamente, no hay ninguna duda. ¿Qué es China? Una economía capitalista. Yo he estado en China varias veces porque tengo proveedores de ese país, y uno va a la principal calle de Shanghái y puede ver cinco agencias que venden Ferrari, Lamborghini y todo ese tipo de marcas.
Ya que conoce China y trata con proveedores de allá. ¿Cómo ve la tensión que se está generando con Taiwán? ¿Hay que tomarlo en serio?
Y... sería trágico si se desata otra guerra allí porque Taiwán, que después de la revolución comunista en China, se convirtió en un enclave de Estados Unidos en el Pacífico, ha estado cumpliendo la función que en otro momento tuvo Japón después de la Segunda Guerra Mundial, a donde también he podido viajar. En Japón todo el desarrollo comenzó con la industria automotriz y en Taiwán lo hacen con la nanotecnología. Hoy, la gran fortaleza de ellos es ser el principal proveedor de chips que usa la industria automotriz.
Entonces, como le dije anteriormente, ve usted como el mundo se configura sobre la base de aquellos países que son capaces de conservar el valor agregado. Si un país tiene valor agregado podrá ser un actor importante y si se es un país proveedor de materia prima, no se tendrá la misma importancia.
Para entender el concepto de valor agregado: ¿La uva y el vino serían la materia prima mientras que un vino embotellado sería el valor agregado?
Claro, porque cuando uno exporta una botella de vino, exporta valor agregado ya que, además del vino, exporta botella, corcho, etiqueta, toda la cadena de valor que la precede. Por lo tanto, cuando uno exporta una botella de vino está exportando además el sistema impositivo argentino, el sistema laboral, las carreteras que se usan, todo; es decir la cadena de valor que está detrás. Entonces, conceptualmente, no se exportan productos, se exportan cadenas de valor. Y de lo que se habla mucho hoy en el mundo, es de cómo integrarse a las cadenas de valor globales. Una cadena de valor es todo lo que hay detrás de ese producto que contribuye a que exista como producto, en un lugar y momento determinado. Entonces, tenemos que definir qué rol va a jugar la Argentina en este escenario mundial de cadenas de valor.
¿A Argentina qué le queda: optar por el lado de Occidente y Estados Unidos o seguir relacionándose con China y Rusia? Se lo pregunto como hombre de negocios, porque estas relaciones se hacen de muchas cosas, pero también de negocios.
Creo que buscar un alineamiento no se si nos suma algo a esta altura del partido. Tenemos que pensar como argentinos, siempre lo digo. Lo primero que tenemos que hacer nosotros es reconciliarnos con nosotros mismos. No hay nada que me ponga peor que la gente que se queja con la frase "este país", cuando en realidad habría que hacer lo que dijo en su momento el ex presidente de Estados Unidos, John Kennedy: No se pregunten qué puede hacer Estados Unidos por ustedes, pregúntese, qué pueden hacer ustedes por Estados Unidos. Y la verdad, cuando uno se pone a ahondar fino en algunos convenios y contratos internacionales que se hacen, claramente me desespero, porque me pregunto dónde está la defensa del interés nacional, donde está la defensa de lo propio, donde hay un patriota.
¿Hay margen para eso o no somos capaces de tener una política al respecto?
Hay una subvaloración del ser argentino que es tremendo para nosotros, a pesar de que tengamos muchas dificultades. Cuando me junto con mis amigos y empiezan a hablar de estas cosas y a quejarse, les preguntó quién de ellos se hubiese podido recibir si en la Argentina no hubiese existido educación pública universitaria gratuita. Entonces, tendríamos que ser un poco más agradecidos con lo que el país nos ha dado y pelear por el país.
Es que por un lado está lo que queremos hacer y por otro lo que realmente podemos hacer, que está lejos de lo que se quiere.
¡Siempre ha sido así! Igualmente, hay que estar muy atento a cómo se está configurando este nuevo mundo. Como dicen muchos autores hoy, esto que vivimos es un cambio de época. La transnacionalización que apareció con mucha fuerza a mitad del siglo pasado y luego la globalización que le siguió, finalizando el siglo XX, ya está llegando a sus límites, atravesada por el auge de las tecnologías de comunicación, información y el comportamiento de las personas. Hoy está muy claro, cómo a través de los medios masivos y las redes sociales se puede influir en la conducta de la gente y cuando se influye en la conducta de la gente, se puede influir en las decisiones. Como dice un autor que leí, estamos viviendo ya en una infocracia.