Con la misma falta de argumentos con que cerraron escuelas y actividades un año y medio, ahora liberan hasta el uso del barbijo y los boliches. Es parte del plan del gobierno para intentar revertir el resultado electoral, a todo o nada.
"Pandemia Cero" y fiesta económica, insólito plan para ganar las elecciones
El gobierno nacional acaba de nombrar un gabinete presidencial integrado por profesionales de la política. Algunos de ellos, reciclados de los tres gobiernos kirchneristas anteriores, con imagen negativa tal, que perforarían los últimos subsuelos. En 48 horas pusieron en marcha el plan "Fiesta económica y Pandemia Cero", intentando volcar al consumo decenas de miles de millones de pesos en menos de un mes.
Luego, los nuevos colaboradores del presidente Alberto Fernández anunciaron la abolición de restricciones de la pandemia (muchas de ellas inútiles y ridículas, es cierto) a eventos masivos, fiestas, discos y boliches, partidos de fútbol, de un plumazo. Hay otro elemento muy importante. Ayer el nuevo jefe de gabinete Juan Manzur y la ministra de Salud Carla Vizzotti pusieron fecha al ingreso de turistas, que hasta hace horas eran algo así como el enemigo mortal portador de la variante Delta del coronavirus. El anticipo de esta última medida de apertura parecería indicar que -de acuerdo a los indicios que da el nuevo equipo del gobierno nacional- la temible variante Delta... son los padres.
Cabe aclarar aquí que desde hace muchos meses Mendoza pidió sin respuestas del gobierno nacional la apertura de fronteras al turismo internacional, con la sola condición de PCR negativo y esquema completo de vacunación, tal como será desde octubre y noviembre en diferentes etapas.
El gobierno nacional tomó estas medidas sanitarias con la misma ausencia de argumentos con que se negaron a abrir las escuelas durante un año y medio, hasta que por razones políticas y ante la proximidad de las elecciones primarias y con la misma cantidad de fundamentos -ninguno- las abrieron. Horas antes de liberar las aulas, el ahora ex ministro de Educación de la Nación Nicolás Trotta había acusado a los gobiernos de Mendoza y de la CABA de irresponsables, por hacer exactamente lo mismo que había hecho Mendoza desde fines del año pasado, es decir, abrir las escuelas.
Juan Manzur prometió ayer que estas medidas de apertura que planean implementar antes de las elecciones de noviembre, serán acompañadas de un monitoreo "constante" de la evolución de la pandemia. Lo dice el nuevo jefe de un gobierno que desde el 11 de este mes, un día antes de las elecciones, no publica siquiera la cantidad de testeos diarios que se hacen, por lo que es imposible para todos nosotros conocer la cantidad de pacientes que se testean y -más grave aún- la positividad. Cuántos dan positivos respecto del total de los testeos diarios que se hacen.
Ante los anuncios, es llamativo además el "silenzio stampa" del ejército de infectólogos, la mayoría oficialistas, que desde el 20 de marzo del año pasado recomendaron y dieron sustento al "gobierno de los científicos" que fundamentó el confinamiento, y las medidas de restricción que terminaron destruyendo la economía y la educación. Ayer, un informe del CIPECC determinó que, en la Argentina, la cantidad de alumnos que no pueden comprender un texto subió de cinco a siete CADA 10 durante la pandemia. Muchos de nuestros chicos que en muy pocos años deberían poder transformarse en programadores, ingenieros, trabajadores del nuevo mundo de las tecnologías, la información, la comunicación, o empleados en trabajos que aún no se conocen, son casi analfabetos funcionales.
Así es que con el mismo convencimiento militante que en su momento nos encerraron a todos, ahora levantan casi todas las restricciones, ante el temor de otro virus tremendo, aparentemente mucho más peligroso (para ellos) que la variante Delta, que sería el de repetir el mal resultado electoral poniendo en peligro la propia subsistencia del oficialismo, integrado por diversas vertientes peronistas de las que algunas no están preparadas para perder. Son pocos los países del mundo en los que una derrota electoral es tan dramática. En la mayoría, aún en países que no son presidencialistas, es un suceso más de la vida en democracia. Probablemente, se trata de estados en los que la justicia que juzga los casos de corrupción política sea menos permeable a los humores políticos de turno. Por eso, para determinados integrantes del gobierno, perder las elecciones es una cuestión de vida o muerte, como los pacientes de covid en terapia intensiva.
Resulta controversial la eliminación del uso del tapabocas. Hasta hace unas horas, nos estaban diciendo que el barbijo era la mejor barrera contra el covid. Incluso recomendaban usarlo doble en ciertas circunstancias. Anoche, un informe de Canal 7 Mendoza resumió qué pasó en cuatro países en los que el uso del barbijo dejó de ser oficial. Israel quitó la obligatoriedad del tapabocas por segunda vez el 24 de junio. Pasaron en 20 días de apenas 190 casos, a 74.000. Estados Unidos lo abolió el 13 de julio. Los contagios treparon de 33.000 a 196.000 en 45 días. Gran Bretaña, origen de la variante británica y donde la Delta hizo estragos, retiró el barbijo el 23 de junio. Los casos subieron de 3.500 a 54.000 en 20 días. Y en Francia, que lo retiró el 18 de junio para actividades al aire libre y espacios abiertos, pasó en 45 días de 3.200 casos a 30.000.
Sería bueno saber en qué datos sanitarios y de evolución de la pandemia, o en qué recomendaciones científicas se apoyaron los funcionarios para tomar estas medidas.
La curiosa praxis sanitaria del gobierno, que hace una cosa u otra diametralmente opuesta con la misma aparente convicción y en función de las necesidades electorales, parece haber tomado la misma ruta de la economía.
Entre el aumento del salario mínimo, su impacto correlativo en planes y asignaciones y en créditos y planes de viviendas, el nuevo IFE, el bono a jubilados, un eventual bono a beneficiarios de AUH, los créditos a tasa cero para trabajadores registrados y monotributistas, el refuerzo de los planes de compras en cuotas con subsidio oficial, el gobierno gastará entre 650.000 millones y un billón de pesos, cuya aplicación lo aleja de un necesario acuerdo con el FMI por la deuda, que permitiría al país ser más confiable y crecer. El asiento contable con los Derechos Especiales de Giro del FMI posibilitará emitir sin riesgo legal casi 422.000 millones de pesos adicionales con este fin. Nadie discute las necesidades de los argentinos más postergados, que incluso pueden haber votado en contra del gobierno justamente por el bolsillo. Lo que no se advierte es un plan económico serio, posible, sustentable, que permita atender la pobreza, pero además generar condiciones para la inversión y el trabajo genuinos, y el desendeudamiento. Con este burdo plan "Fiesta Económica", que incluye además tarifas y dólar oficial "planchados" frente a la inflación, no pasarán muchos meses hasta que los precios vuelvan a licuar los ingresos de los que en los próximos días podrían contar con unos pesos más en sus bolsillos.
Las sensaciones son de precariedad, improvisación y falta de transparencia. Tanto, que ayer mismo mientras Manzur y Vizzotti anunciaban el feliz plan "Pandemia Cero" para darle diversión a la gente, empresas de Mendoza recibían notificaciones e inspecciones que intentan vigilar, justamente, si se cumplen de modo interno las medidas de prevención por la pandemia. Así de confusa y contradictoria es esta nueva política del gobierno nacional.