Cecilia Nicolini, asesora presidencial, le escribió al CEO del Fondo Ruso para informarle que el Estado argentino está en una encrucijada debido a la apuesta que se hizo con la Sputnik V para inmunizar a los argentinos
Tensión con Rusia: la carta del Gobierno por las segundas dosis
Por mail, Cecilia Nicolini, una asesora clave sobre vacunas del presidente Alberto Fernández, le envió una carta (por mail) a Kirill Dmitriev, el CEO del Fondo Ruso de Inversión Directa en relación a la entrega de las segundas dosis de la vacuna Sputnik V.
Hace dos semanas, el 7 de julio, Nicolini dirigió la carta en la que revela la encrucijada desesperante en que se encuentra el Gobierno en relación con la apuesta más contundente de su plan de inmunización: la Sputnik V. También desnuda que la preferencia por esa vacuna ha sido una opción geopolítica; igual que el desinterés por productos alternativos. Nicolini explicita, además, algo obvio: que el oficialismo hace una utilización facciosa del plan de vacunación.
Por otra parte, la nota de La Nación que escribió Carlos Pagni pone en evidencia el contexto en que fue divulgada la carta: la administración de la pandemia es solo uno de los campos en que se desarrolla un conflicto entre dos sectores del oficialismo. Es el conflicto que aparece en el armado de las listas para las próximas elecciones.
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La nota de Nicolini, que se envió con copia a la ministra Carla Vizzotti y a su secretario de Gestión Administrativa, Mauricio Monsalvo, comienza con una confesión angustiante: "Como le mencioné hoy, estamos en una situación muy crítica. Nosotros teníamos la esperanza de que, después de la conversación que tuvimos tú, Carla, Kirill y yo un par de semanas atrás, las cosas iban a mejorar. Pero han empeorado". La funcionaria explica que no llega el componente 2, que es el que se aplica en la segunda dosis. Y reclama el envío, aunque más no sea, de un millón de unidades para inocular a los mayores durante el fin de semana. Es decir, el 10 o el 11. No tuvo suerte: recién el 13 llegaron 550.000.
Más allá de las dificultades para conseguir el componente 2, todo el contrato con el RDIF y con Human Vaccine, una empresa creada por ese fondo para vender la Sputnik V, está al borde de naufragar. Nicolini se lo dice en estos términos a Braverman: "...Todavía necesitamos recibir las dosis pendientes del Componente 1. Tal como lo indica el contrato, todavía tenemos pendientes de recibir 18.734.185 dosis (5,5 millones C1 + 13,1 millones C2). Aún estamos esperando el cronograma de entrega de julio que usted también acordó enviarnos en esa llamada. Pero no lo recibimos. En algún punto, podríamos pensar en recibir más componente 1 que 2, o pensar nuevas estrategias, pero urgentemente necesitamos algo del componente 2. A estas alturas todo el contrato está en riesgo de ser públicamente cancelado. Nosotros entendemos el faltante y las dificultades de producción de algunos meses atrás. Pero ahora, siete meses después, todavía estamos muy atrás, mientras estamos empezando a recibir dosis de otros proveedores en forma regular, con cronogramas que se cumplen".
El párrafo siguiente tiene un matiz enternecedor: Nicolini intenta sensibilizar, tal vez presionar, al hombre de Vladimir Putin al informarle: "Recientemente emitimos un decreto presidencial que nos permite firmar contratos con empresas americanas y recibir donaciones de los Estados Unidos. Las propuestas y entregas son para este año y también incluyen vacunas pediátricas, lo que es otra ventaja. Le pedimos a su equipo que comparta un protocolo para uso pediátrico que nos permita ejecutar un estudio aquí, pero todavía no recibimos nada". El pasaje sugiere algo así como "si nos siguen ignorando nos vamos con los Estados Unidos". Una insinuación significativa, que confirma lo que se sabe: la estrategia de vacunación está guiada por criterios geopolíticos, acaso más que sanitarios. Un aspecto que ilumina de nuevo la resistencia a comprar vacunas norteamericanas, sobre todo la del laboratorio Pfizer, única autorizada para uso pediátrico.
La contracara de esa reticencia es la franqueza con que Nicolini explica a Braverman que el Gobierno ya no puede hacer más cosas para beneficiar al fondo ruso y al laboratorio Richmond, de Marcelo Figueiras, con el que ese fondo contrató la elaboración local de la Sputnik V.
Según puntualiza Pagni la transparencia de la asesora es sorprendente: "Finalmente, la producción local fue un gran paso para todos nosotros. Nuestro Presidente participó del evento de lanzamiento, incluso esperando por más de 2 horas. Nosotros estamos muy felices y con gran apoyo a Richmond. Solo le pedimos que tenga los primeros resultados antes del 9 de julio, ya que es una fecha muy importante para nosotros, el Día de la Independencia, lo que es muy significativo. Richmond envió las primeras dosis para pasar el control de calidad el 16 de junio. Nos habían dicho que este proceso podría demorar entre 10 y 15 días. Es 7 de julio y todavía no está listo y no estará listo para el 9 de julio, como el Presidente les pidió amablemente, teniendo en cuenta los días que se necesitan. Las dosis están en Rusia por más de 21 días ahora... nosotros esperamos que Usted ponga especial atención a esto, que fue el único y más importante pedido del Presidente Fernández y fue, otra vez, una decepción para él y para el país".
Para finalizar, Pagni expone que Fernández necesitaba, por razones de campaña, anunciar que Rusia aprobaba la fabricación local de la Sputnik el 9 de julio. Tampoco le dieron ese gusto: el visto bueno llegó el 15.
Hay en la carta un párrafo vidrioso. Nicolini explica a Braverman que no puede acceder a un requerimiento: que el Estado, en vez de comprar las vacunas al sello Human Vaccine, se las compre a Richmond. No están claras las razones del pedido. En el Gobierno explican que para RDIF, por la normativa rusa, es más costoso exportar vacunas que exportar el principio activo de esas vacunas. Por eso preferiría que el proveedor sea Richmond. De ser así, el Gobierno tendría un problema: previó desgravar la compra de todos los suministros nacionales relacionados con la pandemia, menos las vacunas. Es decir: si le comprara a Richmond, habría que sumar un costo impositivo que se evita con la adquisición de Estado a Estado. Para que su interlocutor no lo tome a mal, Nicolini menciona algunos beneficios concedidos: por ejemplo, a Figueiras se le permitió importar el principio activo sin pagar aranceles, "entendiendo que esas dosis iban a ser entregadas a nosotros". Ojalá sea así. Porque Figueiras tiene un contrato para vender esa vacuna en varios países. Es decir: el fisco argentino le estaría dando una ventaja ajena por completo al interés nacional.
En el cierre de la carta, Nicolini enumera todo lo que el gobierno de Fernández está haciendo por el de Putin: "Pronto, un nuevo estudio será publicado y revisado en una revista especializada sobre la eficacia, efectividad después de 6 meses, y la respuesta ante las nuevas variantes. Nosotros respondimos siempre haciendo todo lo posible para que Sputnik V sea el mayor éxito, pero Ustedes nos están dejando con muy pocas opciones para continuar peleando por Ustedes y por este proyecto! Y como también mencioné una vez, estamos soportando persecuciones legales como funcionarios públicos debido a estas demoras, poniendo en riesgo nuestro Gobierno". Es un párrafo inesperado en alguien que integra una administración encabezada por Fernández y por Cristina Kirchner, dos adalides de la soberanía nacional.
La de la Sputnik V es la segunda apuesta que el oficialismo intenta rescatar del fracaso. La primera fue la de AstraZeneca, impulsada por su productor local, Hugo Sigman: se trata de 22 millones de dosis, de las cuales alrededor de 12 millones se pagaron en noviembre de 2020, para ser aplicadas en diciembre; pero comenzaron a llegar en junio de este año, a cuentagotas. Cinco días después de escribir a Braverman, Nicolini se embarcó con Vizzotti hacia Londres, para visitar AstraZeneca y tratar de que el laboratorio cumpla con sus compromisos.
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