El 2020 fue un año en el que todo pasó a segundo plano y al parecer no nos dimos cuenta del avance de la inflación y la falta de alternativas para poder ganarle en un esquema complejo.
El futuro: sin alternativas y con la reaparición del fantasma de la inflación
Le sucedió a Macri y le va a pasar a Alberto si es que su equipo económico no se concentra en el problema principal que tienen los argentinos hace décadas. La inflación pasó a un segundo plano durante la peor parte de la cuarentena y no faltaron los que anticipaban -muchos funcionarios- que era por Martín Guzmán y las medidas que estaban aplicando. Sin embargo, llegó el último trimestre del año y el diablo comenzó a mostrar la cola con un IPC que acumulará 10 puntos porcentuales.
Es que el principal flagelo que sufren los argentinos, compartido hoy con la falta de empleo, sigue estando ahí y nunca se fue, sólo se escondió mientras el covid mostraba su peor cara. Ahora que se retomó cierta normalidad volvieron los índices altos, los normales que tiene un país que parece no poner a la inflación como la principal tarea.
El primer Relevamiento de Expectativas de Mercado dado a conocer por el Banco Central nos dejó los pelos de punta porque proyectan para este año una variación del IPC del 49%, es decir casi los mismos índices de la era Macri.
Entonces, claramente lo que sucedió en medio de la pandemia y los índices estuvieron marcados por cuestiones de cambios de hábitos de consumos y propios del efecto de la cuarentena, pero apenas estamos viendo una luz al final del túnel se nos aparece el fantasma.
Ver: El empresariado argentino contra las políticas sanitarias del gobierno
Mientras esto sucede el ministro Guzmán apunta a bajar la inflación en cinco puntos porcentuales por año, pero pensando en el índice del 33% con el que terminaría el 2020, lo que en el mejor de los casos nos daría una inflación del 28%. En resumen, seguirá altísimo y muy lejos de la normalidad que existe en el resto de los países del continente que tienen un dígito anual y, una vez más, nos salvamos de ser los peores porque en el vecindario está Venezuela.
Seguí leyendo la nota en Memo