A pocos días de las elecciones generales, hubo anoche un brote violento. Por qué ocurrió. Las sospechas. El uso de la fuerza del Estado para reprimir un delito.
Qué hay detrás del brote violento en Mendoza
El día había empezado muy difícil ayer en Tupungato, donde el crimen de un adolescente boliviano ocurrido en un contexto social dificilísimo, de mucha pobreza, derivó en una verdadera batalla campal entre ocupantes del lugar y la policía. Un grupo grande de gente quería ir a ajusticiar a los sospechosos del asesinato, de la misma comunidad. De otro barrio, pero cercanos al chico muerto. La situación se desmadró. El intendente Gustavo Soto llamaba a Mendoza pidiendo a gritos a la policía. Hubo más de 60 detenidos, cuatro móviles destruidos, hubo que movilizar al helicóptero, y una decena de policías sufrieron heridas de diversa consideración, ninguna de gravedad.
Pero nadie entiende cómo casi hubo una pueblada por el asesinato del chico Alcides Chaira. Parece que le quisieron robar el celular, y que por eso lo mataron.
Algunos de los manifestantes fueron realmente muy violentos. Y a otros, los empujaron desde atrás al choque con la policía. Tardaron horas en calmar la situación. Los vecinos más razonables tenían quejas de lo más variadas, que le trasladaron a Néstor Majul, el secretario de relaciones con la Comunidad del Ministerio de Seguridad. Le llevaron reclamos de tinte social.
Los incidentes de Tupungato ocurrieron en un contexto regional muy complejo, con Chile en plena crisis y muchas dudas, y denuncias por fraude electoral en Bolivia. El "mal clima" se instaló desde temprano.
Así llegamos a la noche, cuando manifestantes de grupos de izquierda interrumpieron el servicio del Metrotranvía y cortaron la calle Belgrano hacia al sur en Ciudad. Antes, una manifestación de ciudadanos chilenos por la crisis de su país, con el apoyo de partidos de la oposición de Mendoza y agrupaciones diversas, había pedido la renuncia del presidente Sebastián Piñera.
Pero luego, y por segunda vez en el día, todo se volvió a desmadrar.
En casi cuatro años de gobierno de Alfredo Cornejo, en el que el orden callejero fue registrado como un valor, un activo "votable" por la gente, no habíamos visto algo como lo ocurrido en la noche de este lunes. Dos periodistas del Post fueron testigos de principio a fin. La manifestación que había empezado pacífica, rápidamente se puso belicosa, cuando bloquearon el Metrotranvía.
Diez veces les dijeron a los manifestantes que debían abandonar las vías, desbloquear el tren mendocino, y luego, que no debían cortar calles. Como lo hicieron con Belgrano al sur, e intentaron hacer con Perú de inmediato. A esta altura, el fiscal Gustavo Fehlmann y el jefe de la Policía de Mendoza ya estaban en el lugar. Y la tensión podía sentirse. Los carteles del Polo Obrero ya habían desaparecido como por arte de magia aunque la mayoría de los 24 detenidos son de esa organización social, y se terminó de armar lo que -parecía- habían estado buscando los manifestantes más violentos y radicalizados. El clima ideal para la represión a menos de una semana de las elecciones, y con Chile, nuestros vecinos, sacudido hasta los cimientos por las protestas y la destrucción. Quisieron sembrar aquí un germen violento.
Bloquear el transporte público, cortar las calles, romper vidrieras y autos, son distintos tipos de delitos. Luego de una decena de advertencias, un Estado debe hacer uso de su monopolio de la fuerza. Tiene la obligación de hacerlo para garantizar los derechos de todas las demás personas, a circular, a transportarse, a mantener su propiedad y su seguridad.
Mucho se habló del accionar de la policía anoche. Se quejaron la senadora nacional kirchnerista Anabel Fernández Sagasti, reciente candidata a gobernadora, algunos funcionarios y ex funcionarios, legisladores, militantes, y la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad de Cuyo.
Hablaron de violencia y exceso en la represión. Fue luego de que la policía usó gases, balas de goma, y un vehículo de Bomberos a modo de "carro hidrante".
Poco después fue viralizado a través de la red de mensajería WahstApp un video en el que se lo ve a Roberto Munives, el jefe de la policía, cuerpo a cuerpo con unos manifestantes. Policía, al fin, interrumpe la corrida de un chico que trataba de evitar la detención de un compañero al grito de "¡dejalo... dejalo...!" en la playa de una estación de servicio. De inmediato, otras personas intentaron golpear a Munives. Uno lo consiguió, y le hinchó un ojo. Este es el video:
Ninguna detención "donde hay resistencia y ataque en masa es fácil" y además "ninguna parece buena, bajo miradas externas" explicaron esta madrugada desde el Ministerio de Seguridad. "Puede haber un error técnico o un exceso de adrenalina, pero las fuerzas de seguridad van a conjurar una acción delictual, no a crearla" dijo la fuente. Roberto Munives fue consultado por este diario. "La acción no fue contra la manifestación, sino contra personas que estaban cometiendo delitos, y nosotros debíamos hacer que cesaran su accionar". No había visto aún el video que lo sitúa como protagonista.
Otras fuentes dijeron que los revoltosos no obedecían voces de alto. "Peor era sacar el arma y exigir el cese, incluso con posibilidad de un disparo al aire, pero hubiese sido caótico" evaluó otro funcionario.
Toda reducción de personas violentas que están cometiendo un delito, conlleva un grado de violencia. Para la que hay reglamentos, protocolos, guías de acción legal y legítima.
Es cierto que pudieron cometerse excesos. Un joven que estaba filmando y que es pareja de la periodista de Canal 7 y Radio Nihuil Agustina Fiadino recibió una carga de gas pimienta a cinco centímetros de su cara por parte de un policía. Ambos fueron atendidos en un hospital. Los excesos deben investigarse y castigarse, porque la policía está obligada a ser impecable, rápida y precisa, pero sobre todo ajustada a la ley en estas acciones. Para eso había allí, además de un jefe de policía, un fiscal.
Anoche, algunos dirigentes de la izquierda mendocina denunciaban que la policía se había puesto a reprimir ciclistas, buscando instalar un escándalo. Pero la verdad es que a muchos de los detenidos que en la madrugada de este lunes estaban en las comisarías 33, la 3era en la calle Rioja y en la 6ta del Barrio Cano, les incautaron piedras, pedazos de lozas, palos, y hasta armas blancas que un periodista de este diario pudo ver. Hubo violentos, organizados.
¿Dónde estuvo la manifestación pacífica?
El foco, es que una manifestación de "apoyo" al pueblo de Chile terminó en un desmadre, en el que sólo hay registros -de momento- de un solo ciudadano chileno involucrado. Se trata de un militante trotskista conocido, radicado en Mendoza hace años. "El chileno Mauricio". Le secuestraron palos y cuchillos. Todo derivó en incidentes y destrozos, además del corte del MTM y las calles aledañas.
Lo que ocurrió anoche a cuadras del centro de nuestra capital tiene una matriz política, probablemente partidaria.
Hubo un fin electoral, buscando generar inquietud en la población de una provincia que tiene gobernador electo desde hace tres semanas. Un radical, además. Partido que se lleva mal con la izquierda local, y de relación tensa con el kirchnerismo.
Semanas atrás, una protesta gremial violenta aguó festejos en la Plaza España y a Rodolfo Suarez, que después ganó las elecciones, se lo tuvieron que llevar por su seguridad. Ayer fueron los incidentes en Tupungato, y anoche en Ciudad. Las hipótesis de conflicto que manejan las fuerzas de seguridad en el escenario posterior a las elecciones son más que inquietantes, sea cual fuere el resultado del voto a presidente el domingo próximo.
No fue posible confirmar si hubo una orden directa para el desalojo de las vías y de la calle Belgrano con tanta actividad policial, pero sí se sabe que hubo una intención implícita:
No dejar que nadie prenda fuego el país, y mucho menos, encendiendo la mecha desde Mendoza.