"Habíamos pasado como 15 bolsos, más o menos. Como dos millones entre euros y dólares por cada bolso. Unos 30 millones de euros en total".
Manzanares se confesó y contó todo: los bolsos, cuadernos, y la corrupción K
Víctor Manzanares, ex contador de la familia Kirchner y "arrepentido" en la causa de los cuadernos de la corrupción K, contó todos los detalles de su participación en la trama al periodista Hugo Macchiavelli, en una serie de declaraciones que serán publicadas en un libro. El portal Infobae publicó un adelanto de las declaraciones de Manzanares.
"Desde el primer día que entré a Marcos Paz comencé a analizarme a mí mismo para entender qué había pasado en mí. Mi gran tentación fueron los bolsos de Muñoz. En el momento en que Daniel me hace la propuesta, me imaginé gozando de todos los beneficios de una riqueza no producto del esfuerzo humano sino del latrocinio o de la cleptocracia, o como lo queramos denominar, y eso significa superar la primera barrera que tenemos todos los hombres, que es la barrera de nuestra propia moral. El umbral de mi moral estaba muy bajo, presumo. O también pudo haber sido el aprecio que yo le tenía a Muñoz y querer ofrecerle algo, pero eso obviamente no me lo va a creer nadie. Hubo algo más que el simple hecho de querer darle una mano a un amigo, y eso era el beneficio económico que yo iba a tener", comenzó Manzanares.
"Pero había unas barreras, las siguientes: vamos a suponer que viene una crecida del río y tenemos que poner dos barreras para que no pase el agua. La primera está pensada para ser la que más resista, que es la moral; y la segunda pensada para cuando la de la moral caiga, que es la del temor, el temor a ir preso, el temor que significa vivir en una sociedad organizada, donde tenemos leyes que nos regulan y que justamente establecen penalidades que tenemos que conocer para obrar bien. ¿Qué por qué no tuve temor? Por los políticos. Los políticos son una casta que tiene todo permitido".
"Vamos a ponerle nombre y apellido: Cristina, ¿qué es lo que puede sentir que yo tengo para ella? Como sabe que yo fui un contador externo, para ella nunca fui un factor de riesgo. Lo que ella no sabría es qué es lo que yo podría saber de las cosas que me contaba Muñoz. Entonces, el límite de cuánto me contó Muñoz no lo conoce nadie, ni yo mismo, yo no sé si me contó el 50, 60 u 80 % de lo que él sabía; de seguro no me contó el 100. Y a veces considero que hay otra gente adentro que puede conocer el 20, 30, o el 40 % que yo desconozco y que se siente en peligro a partir de lo que yo sé. Y eso me juega tanto en contra como a favor".
Manzanares contó que lavaba plata para Daniel Muñoz, ex secretario privado de Néstor Kirchner. "En solamente cinco oportunidades yo lo fui a buscar, junto con otra gente, cuando él llegaba en el Tango 01. También junto al Tango 01 llegaba otro avión privado que estacionaba cerca de un hangar, a unos 200 metros".
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Víctor, entonces, esperaba a que bajara Muñoz del avión y, a la hora acordada, lo llevaba en su Passat -que estacionaba en paralelo al avión- a la casa de la madre de Néstor, con bolsos y dos valijas. La mamá de Néstor vivía en la calle 25 de mayo al 400, ahí bajaba las valijas y Víctor lo esperaba adentro del vehículo; algunas veces le abrían y otras veces él mismo llevaba una llave para abrir. Ahí lo esperaba unos 30 o 40 minutos como máximo y Muñoz salía con mochilas y bolsos. Después hacían una recorrida que incluía ir a saludar a algún familiar, a alguna de las hijas, y pasar por un departamento tipo oficina en pleno centro de la ciudad, sobre Roca, que hoy es avenida Kirchner 52, cuarto piso, en donde él depositaba los bolsos. Otras veces entraban los dos. Víctor también tenía una llave de la entrada y otra de una caja fuerte tipo artesanal; y de ahí se iban de nuevo para el aeropuerto donde Muñoz retomaba el vuelo para Buenos Aires.
"El tren (del lavado) pasa una sola vez", le había dicho Muñoz a Manzanares. "Daniel me llama y me pide que nos encontremos en un lugar de poco tránsito, a dos cuadras de mi casa, a la vuelta de la escuela 78, donde van mis hijos. Le digo que ese va a ser el lugar; es la calle Teófilo de Loqui, termina justo en el club Hispanoamericano. Él venía en una Grand Cherokee con Roberto Sosa, un colaborador de Daniel que era el que iba a buscarlo al aeropuerto siempre. Yo fui a buscarlo solo en cinco oportunidades, pero fui como reemplazo. Entonces estaciono atrás de ellos y me pide que guarde unas cosas porque en el lugar en donde estaban guardadas había tenido un intento de robo. Bolsos. Entonces bajamos, entre los tres, todos los bolsos, desde el baúl de esa Grand Cherokee hacia la mía. Y yo, haciendo una pregunta ingenua, porque ya me intuía la situación, le pregunto qué era eso que había en los bolsos. '¿Qué va a ser, Polo? Plata'; y me quedé shockeado, porque una cosa es presumirlo y otra cosa es que te lo digan.
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"Bueno, a los instantes de eso me dice si quería trabajar con él. Entonces yo le digo que me dé 24 horas para pensarlo, era una situación shockeante. Creo que es shockeante estar en la cárcel y shockeante ver bolsos de dinero; esas son cosas que la gente normal no las vive. Bueno, ahí ya estaba oscuro, eran como las siete u ocho de la noche, allá oscurece temprano; habíamos pasado como 15 bolsos, más o menos. Como dos millones entre euros y dólares por cada bolso. Unos 30 millones de euros en total. En algunos había solamente dólares, en otros había todo euros... Bueno, los pusimos primero en mi camioneta. Yo no estaba seguro de tomar la decisión de acompañarlo en lo que me estaba pidiendo... Tonto no soy, soy contador público y sabía que me estaba pidiendo que trabaje para usar el ejercicio de mi profesión para un determinado fin con dinero ilícito. Entonces me dice que el tren o el colectivo pasaba una sola vez en la vida, como para ayudarme a decidir.
"Nada, me quedé pensando; los llevé a mi casa, mi señora estaba en la casa de la madre, y en ese momento yo tenía a mi hijo de 4 años y al otro que era un bebé de un año. Y yo tenía en la casa un entretecho y arriba del entretecho un lugar donde está el tanque de agua, que es todo un espacio donde yo guardo la caña de pescar, el arbolito de navidad: se abre una tapa de madera en el cielorraso y se baja la escalera. Subir todo ahí fue un gran trabajo, ir subiendo los bolsos de a uno, aparte por el peso. Algunos muy pesados, otros no tan pesados, de acuerdo al tamaño. Fui guardado uno por uno, me costó porque por ahí tenía que pasar el cuerpo y digamos que el lugar es un cuadrado y no pasaba la mochila junto con el cuerpo, entonces tenía que subir tratando de que no se me cayera nada. Por la familia no había problemas, porque ahí no sube nadie".