Cómo se vivió la reinauguración, un hito en la historia de los mendocinos. Una noche perfecta.
Risas, lágrimas, fantasmas y duendes en el regreso del Teatro Mendoza
Las luces se apagaron, y la potente voz de Verónica Cangemi erizó la piel del millar de personas que allí estábamos viviendo un momento histórico. La soprano más famosa que haya dado esta tierra arremetió con Lascia Ch'io Pianga (Deja que llore...), una pieza sensible y de poesía tremenda de la ópera Rinaldo. ¿O acaso el sueño de todos no es la libertad?
La ceremonia de recepción plena de sonrisas, abrazos, fotos sociales, encuentros, elegancia tal vez demasiado sobria y un poco de "Who is who...?" local, había dejado lugar a las emociones más puras. Se notaron fuerte cuando los maestros Gladys Ravalle y Ernesto Suárez pasaron revista -en clave de humor y complicidad con la gente- a los que no están, y que ya se convirtieron en esos espíritus que pueblan los teatros cuando el telón se baja hasta el piso y las luces se apagan hasta el día siguiente. Lágrimas sin disimulo y aplausos a rabiar en cada fila del renovado Teatro Mendoza, que revivió una noche del viernes 19 de abril. Ojalá que sea para no volver a cerrar jamás.
Unas mil personalidades de la cultura local, funcionarios de todos los niveles, empresarios, periodistas, invitados especiales, artistas, jueces de la Corte, se reunieron anoche para celebrar un hito, una traza potente en la historia mendocina, que trasciende por mucho a la Ciudad de Mendoza: la reapertura de un teatro que cerró en medio de fuertes polémicas en 2007, y que a punto estuvo de ser rematado como saldos y retazos para convertirse en estacionamiento, iglesia, conjunto de departamentos de alquiler, o supermercado.
La lucha de unos pocos que mantuvieron un año de vigilia, la presión de los artistas y de parte de la sociedad local evitaron ese destino que parecía seguro. Luego, la visión de Rodolfo Suárez, que se ha propuesto cambiarle la cara urbana a la capital, y los recursos propios, hicieron el resto.
El Teatro Mendoza fue inaugurado en 1949 y comprado por la Capital medio siglo después, para cerrarlo en 2007. Fue remodelado a pleno, adaptado a las nuevas tecnologías, renovado. Pero logró mantener el espíritu con que fue concebido hace 70 años. Quedó convertido en una sala cómoda, de 850 personas, y de recursos de sonido e iluminación impecables.
La noche fue perfecta. Hubo lugar para el recitado (Jorge Sosa), la nostalgia (Ravalle y Ernesto Suárez), para la danza atrevida, alegre, contagiosa de la época del Charleston, más el tango, el malambo, y el rock "a toda orquesta" con una versión casi sinfónica de "La Muralla Verde", con Felipe Staiti y Marciano Cantero en el escenario. Aplauso cerrado y de pie para todos. Por el escenario pasaron, en poco más de una hora, Verónica Cangemi, Ernesto "Flaco" Suárez y Gladys Ravalle, Daniel Goldstein y Christine Walevska en piano y cello con un ajustado set de Piazzolla, el Ballet La Huella (Campeones nacionales de malambo Cosquín 2019), el Cuarteto de Cuerdas, el Ballet Mayor, el Coro y la Orquesta de la Municipalidad de la Ciudad de Mendoza. Verónica y Patricia Cangemi hicieron explotar el Teatro cuando cantaron juntas el tango "Nada". El cierre de Felipe Staiti y Marciano Cantero nos dejó con ganas. Una canción más y se armaba el "pogo".
La orquesta -todo fue con música en vivo- sonó impecable, ajustada, potente. Cuando la música clásica, el tango y el folclore se volvieron rock, el bajista se paró del foso para "conectar" a puro rock con Felipe y Marciano. Fue impresionante, igual que el sonido conducido desde la consola por Pablo Moreno, atento a todo.
Para quienes estuvimos allí, fue una hora de emociones, recuerdos, nostalgias, pero también esperanzas. Y de alegría por un lugar recuperado para la cultura que sana el alma en momentos de tantos enfrentamientos, grietas, y tristezas por la marcha económica del país. Nadie escapa a las dificultades.
¿Qué faltó? Tal vez, la antigua costumbre mendocina de la cordialidad política. No hubo más que dirigentes y funcionarios radicales, ex intendentes de la Ciudad, algunos del PRO más aliados de Alfredo Cornejo que de Omar De Marchi, y el peronismo pegó el faltazo. Una pena, porque era una gran fiesta para compartir entre todos. Se lo perdieron, por una razón, o por otra.
La buena noticia fue, finalmente, que el Teatro Mendoza volvió. Otro lugar de los mendocinos, recuperado para siempre.
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