Habían pasado cinco días y las redacciones estaban conmocionadas por las desapariciones de Janet Zapata y de Julieta González. Casos desconectados, pero unidos por el temor a la muerte.
El día en que el asesino nos mintió en la cara
El lunes 26 de setiembre de 2016 al mediodía hacía calor de verano. En Mendoza sólo se hablaba de la desaparición de dos mujeres jóvenes, pero particularmente, de Janet Zapata (29), la madre cuyo marido y familia buscaban desesperadamente desde el miércoles 21 de setiembre por la noche., cuando -se suponía- había "desaparecido".
También se hablaba de Julieta González, la chica de 21 años de Maipú, que había desaparecido el mismo y fatídico Día de la Primavera.
Los cuerpos aparecieron con 18 horas de diferencia. Janet, en El Algarrobal. Y Julieta, en Cacheuta. Brutalmente asesinadas. Con los cuerpos destrozados. Un día más tarde, el padre abusador Roque Arroyo mató a su hija adolescente Ayelén en Ugarteche. La sucesión conmocionó a Mendoza.
Pero aquel lunes 26 de setiembre, dos años atrás, fue muy particular. A las dos de la tarde, familiares y amigos de Janet habían cortado el Corredor del Oeste a la altura de la rotonda del Corralón. Enojo, miedo, lágrimas, preocupación, reclamo de Justicia. Los allegados insistían con una versión de trata de personas.
Pero los casos policiales siempre tienen resoluciones más simples. Razonables. Íntimamente relacionadas a la conducta posible de las personas.
En las redacciones amamos las teorías conspirativas. Siempre tenemos discusiones respecto de los casos policiales, especialmente. Invariablemente termino diciendo "A Ángeles Rawson, la mató el portero". Los periodistas que trabajan en el Post lo saben bien.
En aquel mediodía de lunes fui a cubrir aquella protesta porque quería hablar con Damián Minati, el marido de Janet, hoy condenado a perpetua por su asesinato y la conspiración para matarla.
Alguien me dijo "...es aquel..." Y una familiar de Janet fue a buscarlo. Lo abrazó y lo trajo del hombro hasta donde estaba esperando para poder hacerle preguntas. Minati tenía puesta una remera negra, desteñida, de los All Blacks, jeans y zapatillas oscuras. Y transpiraba muchísimo. Repitió con lujo de detalles y en orden cronológico perfecto lo que había dicho a la policía. Fue raro. Una persona conmocionada no hace relatos perfectos. Me dio mala sensación. Nunca me miró a la cara. Hice unas preguntas más pero los familiares me acribillaron con la mirada y se lo llevaron, cuando el hombre rompió a llorar. Me dio la mano con rapidez, sin firmeza. Escapando a las preguntas. Luego, se recompuso y habló para la televisión local.
Los sucesos se amontonaron con rapidez. Esa misma noche apareció el cuerpo, y la fiscal Claudia Ríos, que tenía algún "as..." en la manga, un testimonio que le había permitido llegar al lugar en que estaba enterrada Janet, ordenó la detención de Minati. Y al día siguiente, la de sus dos cómplices Claudio Quiroga y Juan Manzano. A Minati le dieron perpetua. Manzano recibió hoy 10 años de prisión, y Quiroga fue absuelto del crimen. No se entiende. Fue Quiroga quien confesó en la instrucción haber hecho el pozo para enterrar a Janet, con indicaciones de Manzano. Y fue una familiar suya la que les dio el dato a los investigadores, para llegar al cuerpo.
El martes 27 por la mañana, conté en "Te Digo lo que pienso" la impresión mala que me había provocado Minati, y la sensación de mentira que rodeaba su testimonio. Aquella hipótesis loca de haber acompañado a Janet a La Barraca, y que ella se había bajado del auto para tomar un colectivo o un taxi y reunirse con amigas, desde donde había desaparecido para siempre.
La versión de Minati cayó como un castillo de naipes. Y aun así, dos años después tampoco resultó muy creíble el relato que dio en el juicio -por primera vez en el caso-. Probablemente ha mentido u ocultado retazos de la historia, para que su crimen no parezca lo que fue: un asesinato premeditado, calculado, y organizado, por alguien que había enfermado de celos. Tanto, que hicieron el pozo para enterrarla cuando aún Janet estaba viva. Dos días antes, para mayor precisión.
Minati había decidido matar a Janet, la mujer que había amado y madre de su hija, vengando el desamor de su pareja con una crueldad que no reconoció límites. De ello se trató este caso.