La tormenta desplomada en el Este de Mendoza dejó testimonios dolorosos y como siempre, este fenómeno mostró facetas ocultas de la vendimia "real".
Historias del vendaval: "Mi finca quedó como si fuera invierno"
Fue un día triste para la Mendoza profunda, la que vive o supervive en la ruralidad. La segunda tormenta granicera en diez semanas arrasó con los viñedos y otros frutales, de la zona Este y dejó a muchos finqueros y cosechadores con "el tacho en la mano".
Las Chimbas, Alto Salvador, Alto Verde, El Ramblón, El Espino, Chivilcoy, Buen Orden y Palmira son los distritos más afectados de San Martín. También hay que sumar a áreas productivas de Santa Rosa y La Paz en este agresivo raid natural. La tempestad de ayer, miércoles 23, duró solo diez minutos y descargó piedras del tamaño de un huevo, granizo y mucha agua. Fue un ataque mortal para los viñedos justo cuando la cosecha está comenzando para las variedades de uvas criollas y algunas "finas" tintas como el tempranillo.
La tormenta es de las llamadas técnicamente "supercelda" y es un fenómeno que se produce "en rotación" entre los movimientos convectivos en la nube, y que luego, en este caso, tomó un "callejón" de 4 kilómetros de ancho por donde avanzó esa fuerza destructiva disparando piedra y agua sobre la región corriendo de oeste a este.
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Backgraund tormentoso
Fue la tarde de ayer, miércoles 23, cerca de las 17:00, cuando el vendaval atacó a los frutales y viñedos y terminó de destruir lo que no se había dañado en la anterior tormenta del 16 de diciembre.
Aquel día de final de 2021 se afectaron 4 mil hectáreas de zonas productivas de San Martín además de la destrucción de la producción en el departamento de Lavalle que esta vez se salvó de la inclemencia del tiempo.
La memoria de Mario
La descripción técnica del fenómeno se empequeñece cuando comienzan a escucharse las voces de las personas damnificadas por la tormenta. Por ejemplo Mario Muñoz tiene su finca de once hectáreas en El Ramblón sobre la calle de tierra Las Violetas, allí vive y trabaja hace más de treinta años.
Le dijo al POST a dos horas de haber sentido el rigor del granizo, que él y sus vecinos necesitaban que legisladores y el mismo gobernador "bajaran un escalón" para que puedan ver de cerca la realidad de lo que ocurría en su lugar ahora devastado por el vendaval.
En su relato se resalta actitudes y decisiones de personas que forman parte de la actividad agraria mendocina de esta época de vendimia real, que se inicia con los generosos racimos de granos grandes y negros de uva criolla, preferida por los trabajadores migrantes, los "golondrinas", porque llenan rápidamente el tacho cosechador con esas vides.
Precisamente Muñoz detalló como un síntoma del desastre que dejó la tormenta algo que conversó con unos cosechadores itinerantes. "Cuando fui a comprar pan, me quedé hablando con unos chicos norteños que han decidido volverse y mañana pedirán que les paguen el trabajo de cosecha que habían comenzado en uvas criollas, pero han decidido regresar al norte por esta situación" contó.
Hablando del día después del ataque granicero Muñoz está seguro que "las pérdidas han sido del cien por cien". Y su estimación incluye a los racimos que han quedado en las plantas, pero que la podredumbre, por la humedad hará desechar a esa uvas.
Su testimonio no un reclamo sino una mezcla de lamentos que denota otras historias vividas y con las mismas consecuencias. "Desde hace treinta años que no veía esa magnitud de la piedra. El avión de la lucha antigranizo apareció después de la tormenta. Fue algo muy rápido y nos llevará dos años para recuperarnos. Es muy mucha la tristeza que tengo porque es muy mucho el sacrificio que hacemos durante el año y esto duró diez minutos y se llevó todo" concluyó.
El frío de Juan Pablo
Juan Pablo Escudero tiene sus viñedos en trece hectáreas ubicadas sobre el carril Norte en el distrito de Buen Orden, cerca del límite con El Espino. Por el caos y el desastre que dejó la tronada en su finca, el nombre la localidad sanmartiniana, "buen orden", suena hasta irónico en esta historia tormentosa.
Para demostrar su presente herido por la piedra hizo un contraste de imágenes, un antes y después de la pedrada fría e indolente. Tenía fotos de las criollas uvas negras que iba a cosechar y las comparó con las peladas cepas que dejó el vendaval. Impotencia y desolación es lo que provoca ese ensayo que hizo el productor y lo compartió con el POST.
"Somos los más afectados por el sector que se descargó. Mi finca ha quedado como si fuera invierno. Muy poca uva quedó colgada y lo quede se va a perder. O sea la pérdida será de un cien por cien.
"Tengo cepas uvas tintas y criollas. Este lunes próximo tenía pensado comenzar con la cosecha", así cerró Juan Pablo su relato corto, pero denotando las herida que produjo la pedreada.