Un malabarista. Un jubilado que fabrica mesas y sillas en su casa y las vende en el Parque Central. Un paseador de perros. Relatos de gente sencilla que no se da por vencida y son su propia fuente de ingresos.
Patria de remadores: tres historias de los que se inventan el mango
Lunes, 21 horas. Aún la temperatura es cálida y la noche está hermosa para pasear, hacer deporte o tomar mate en el Parque Central de Ciudad. Está lleno de deportistas, de familias, de niños jugando. Entre ellos, sobre el lado de calle Mitre, frente a los juegos, está Alberto viendo a los chicos jugar. A unos metros de él hay mesas y sillas de madera, plegables, grandes y chicas. También hay banquitos y esos portamacetas "nórdicos" que le hacen honor al gentilicio de moda que tienen, ya que Alberto los fabrica en el taller de su casa en Las Heras.
En otro punto de la ciudad, Leandro, docente, actor y comunicador social aguarda que el semáforo se ponga en rojo y aparece su otra faceta: malabarista. Se para frente a los autos, ante las caras cansadas de aquellos que vuelven del trabajo, que están angustiados porque la guita no alcanza o quizás están felices porque recibieron un mensaje que no esperaban. Frente a un público efímero que atraviesa todos los estados de ánimo, Leandro lanza hacia el cielo sus bolas mágicas luminosas y las hace bailar en el aire, cargando cada una de ellas con los mambos de los conductores que, por un momento, dejan de pensar.
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Más temprano, un joven de 22 años lleno de sueños, hace una pausa en el estudio de una materia. Se pone zapatillas, carga bolsitas en su mochila y botellas de agua. Prende un cinturón con hebillas y sale a buscar a Rufo, Branca, Tinta y León. No les puede fallar. Los perros lo esperan para dar el paseo del día y él los espera a ellos porque los quiere y porque sale a buscarse el mango. Tres historias de tres buscavidas, en un país raro, duro, pobre, que te obliga a reinventarte. "Te amo, te odio, dame más", como dice Charly García. Testimonios en primera persona.
Alberto, el artesano de la madera
"Me jubilé hace cinco años, tengo 70. Trabajé toda la vida en la madera, en una mueblería grande de Las Heras. De chiquito me gustó la madera. Dije que hago yo ahora de jubilado? Yo tengo una maquinita en casa y me entretengo con eso", cuenta al Post.
Al ser consultado sobre los muebles que fabrica, dice: "Veo los modelos en las redes sociales de los maceteros que están de moda y los hago. Hace dos años que vengo a vender al Parque, a la tarde noche. Por lo general hago dos modelos de cada artículo: mesas plegables grandes y chicas, sillas también de dos tamaños, banquitos y maceteros. En una buena jornada llego a vender hasta 20 mil pesos. La cantidad de días que vengo es relativa, porque si hoy vengo, mañana no lo hago. También tengo otro lugar donde vendo, en Roca y Las Heras, allá estoy los domingos en la mañana. Estoy algunos días también en Mitre y zanjón de Los Ciruelos, siempre en Las Heras".
"A la gente le gusta lo que hago, a veces van a mi casa. No hago por encargo, ya lo hice muchos años, ahora hago los muebles que me gustan. Yo complemento esta actividad con mi jubilación y me ayuda a sumar un ingreso", finaliza en su testimonio.
Leandro, el malabarista
"Mi situación es poco común. Soy Licenciado en Comunicación Social y estoy en el semáforo, haciendo malabares. Hago otras actividades además del semáforo, sigo haciendo comunicación pero desde otro punto de vista, como el teatro, pero también lo periodístico y literario. En el semáforo está la sociedad, si querés entender como es una sociedad quedate un rato en el semáforo. Ves estereotipos a mansalva, he visto situaciones que te demuestran lo que es el ser humano, tanto en lo positivo como en lo negativo", detalla Leandro.
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Respecto a los ingresos que obtiene, explicó: "Generalmente si necesito salgo, pero los días que voy seguro son los viernes, los sábados y los domingos. Los mejores horarios son variables, hay malabaristas que se levantan a las 7 de la mañana y tipo 10 se liberan. Hay otros que vuelven a la tarde y lo toman como un laburo completo . Es muy relativo hay gente que trabaja de lunes a viernes, en el centro. Eso es bastante difícil, lo he intentado pero la gente está con cara de orto, mal, apurada, haciendo trámites. Yo solo voy al centro los fines de semana. Mi horario firme es en la noche, es el que más uso, tarde y noche. Algunos lugares que son buenos para trabajar son en Paso y Panamericana que hay una rotonda nueva o en Paso de Los Andes a la altura del zanjón, ahí en otra época estaba todo el día".
Leandro, en plena labor.
En cuánto al dinero que gana explica: "Va dependiendo también de lo que necesite. A veces voy y saco lo que puedo, otras veces trato de ponerme una suma fija de dos mil pesos aproximadamente. Pero la situación hace que ahora labure más. Antes trabajaba dos horas al mediodía y me servía para tirar hasta el día siguiente y usar ese tiempo en otras actividades. Los fines de semana busco superar los 5, 6 o 7 mil pesos. Los días especiales son Navidad y Año Nuevo. En esas fechas junte 15 mil pesos en cada jornada".
"El aspecto positivo del malabarismo es que me da la posibilidad de ser libre y manejar los tiempos como quiera. Los negativos es que podes recibir insultos de la gente, en un porcentaje muy bajo, pero ocurre. Por eso me gustra trabajar de noche con las pelotitas con luces, porque la gente está más tranquila, no está a las corridas. En general los mendocinos son un poco "ratones" pero hay de todos. Hay cierto prejuicio. Si me ven un domingo haciendo malabares me colaboran, pero si me ven un lunes que ya no", afirma.
Respecto a como se prepara, cuenta: "Yo me capacito siempre, voy cambiando las rutinas, cambio detalles y voy evolucionando siempre. Entre nosotros hacemos escuelas, nos vamos enseñando entre nosotros. También uso videos de YouTube o las convenciones de circo".
"Respecto al precio del set para hacer malabares, depende de lo que hagas. En las clavas no gastas mucho, te duran un tiempo. Tengo un sombrero que lo compré hace cinco años y todavía sirve. Cada un año y medio cambio las pelotas de colores de luces, la última vez que las cambié salían 10 mil pesos cada una, compré 5 y en dos meses recuperé la inversión", concluye Leandro mientras se prepara para retomar el semáforo que le da sustento.
Nico y sus perros
La vida de Nicolás trancurre entre el cursado en la Universidad Tecnológica Nacional, el deporte y su oficio de paseador de perros. Si bien no quiso compartir fotos ni videos por motivos personales, contó al Post su experiencia.
"Me encantan los animales, desde chico, nunca les tuve miedo a los perros grandes, pienso que los animales reaccionan de acuerdo a como han sido educados y con que intenciones te acercás a ellos", asevera.
Nico vive en el barrio Bombal con sus padres y le resulta difícil acceder a un trabajo con un horario que le permita seguir estudiando. Por tal motivo, desde hace dos años y medio es paseador de perros.
"Tengo un primo en San Juan que lo hace y él me incentivó. Compré el cinturón, hice algunos posteos en las redes ofreciendo el servicio y de a poco fui sumando perros y ganando la confianza de los dueños".
El equipo de trabajo de un paseador de perros consiste en un cinturón con precintos en los cuales se enganchan las correas, para evitar que el animal se escape ya que algunos tienen mucha fuerza y en un tirón pueden zafarse de las manos del paseador.
"Los cinturones varian los precios de acuerdo a la cantidad de precintos que tienen y al material que están hechos, que es clave para evitar que se rompan ya que el tironeo de los animales en los paseos es normal. Los precios parten desde 6 mil pesos hasta 15 mil pesos".
En cuanto a la cantidad de dinero que obtiene con este oficio, detalla que en un mes puede juntar hasta 150 mil pesos. "Actualmente tengo 5 perros, es una cantidad límite para mí, para poder manejarlos bien ya que tengo desde un boxer hasta una caniche chiquita. Cobro 500 pesos por paseo y hago tres turnos por día, de una hora cada uno, de lunes a viernes. Es difícil ver el dinero todo junto porque voy cubriendo gastos diarios, pero esto me permite ser autónomo a pesar de que no me alcanza para vivir solo".