Tener prepaga y no encontrar atención para una niña en ninguna clínica ni hospital privado del Gran Mendoza, porque todo recurso humano está destinado a atender Covid. Sin embargo, el sistema de Salud Pública siempre da respuesta.
Tener la suerte de "caer" en el Notti
La humanidad está viviendo tiempos difíciles. Los contagios de coronavirus aumentan en muchos países, las muertes se suceden y la economía, al menos en la Argentina, no repunta. La frazada parece que es más corta que de costumbre. De todos modos, sin taparse los ojos ante el sufrimiento de los demás, hay cosas que podemos destacar y ponderar. Y no hace falta irnos muy lejos y observar esos ejemplos que aparecen en las redes sociales de éxitos o superaciones, hay situaciones cotidianas que ocurren todos los días y tiene que ver con la salud pública de Mendoza, pero posiblemente pueda ser extensiva a todo el país.
Esta es una experiencia personal considerada desde la subjetividad como importante, aunque, insisto que sin dudas es cotidiana para muchos mendocinos. Pero esta vez le tocó a mi hija y tuvo la fortuna de caer en la salud pública.
El viernes 16 de abril busqué a mi hija, tiene 8 años, por su colegio y le dolía la muñeca izquierda. Al llegar a nuestra casa llamé a un servicio médico, el que me asigna la prepaga. Me explicaron que tenían 24 horas de demora debido a que, prácticamente, estaban atendiendo solo casos de Covid-19. Al día siguiente, sábado, llegó una médica con un chofer. La profesional dijo que era un esguince, pero que para descartar que fuese una fisura solicitaba una placa de rayos X.
Eran aproximadamente las 16 y me fijé a qué hospitales y clínicas me corresponden. Sin importar qué prepaga poseo y cuál plan, aunque es de las caras, me dirigí con mi hija a esos establecimientos asistenciales privados que también contienen a los que manejan los sindicatos a través de sus obras sociales. Lo que escuchaba, leía y también escribía en el POST sobre la tensión en el sistema de salud ahora lo comprobaba en persona.
Recorrí con mi hija dolorida durante más de seis horas unos 7 establecimientos, entre clínicas y hospitales privados. En las veredas y guardias había mucha gente esperando. La respuesta que nos daban en todos era que no nos podían atender, que no había traumatólogos pediátricos, que en rayos no había nadie y una serie más de explicaciones que no me conformaban, pero que sospechaba que eran ciertas.
Recién en una clínica de Godoy Cruz un enfermero que salió a la puerta me dijo: "Venite el lunes o martes con tu nena". Le respondí que no podíamos esperar varios días porque, en definitiva, no sabía qué tenía mi hija. Entonces, el enfermero pronunció las palabras mágicas: "Mirá, andá al Notti, ahí sí la van a atender".
La medianoche se acercaba y mientras íbamos hacia el hospital pensaba con cierto prejuicio: "Seguro que ahora vamos a tener que esperar horas para que atiendan a mi hija". Al llegar a la guardia me indicaron hacia dónde debía dirigirme. Me asombró que había pocas personas, en parte por el horario y el día pero también por algo que luego comprobé: te atienden rápido.
Hicieron los papeles de la historia clínica con el pedido de la médica y nos indicaron que debían revisarle la muñeca en un consultorio. Una vez cumplido ese trámite, que no habían pasado ni veinte minutos desde que habías llegado, un profesional envió la orden para que le hicieran la placa a mi hija.
Para esa hora, ya estábamos medio deshidratados y hambrientos. Casi no había movimiento en el hospital pero igual estaba abierto el kiosco. Una mujer muy amable lo atendía y sin dudas que a esa hora está allí más como servicio, que para obtener alguna ganancia. Nos dio el agua y el alimento que pedimos y antes desinfectó todo.
A los pocos minutos llamaron a mi hija a rayos. Le hicieron la placa y el radiólogo nos explicó que era una fractura y había que enyesar el brazo. Otra vez, a los pocos minutos nos hicieron pasar a un cuarto al que llegó una profesional y enyesó a mi hija. Pero no lo hizo como un trámite, me preguntó si era inquieta porque de serlo prefería enyesar hasta arriba del codo. Le explicó a una niña de 8 años que no debía meterse nada para rascarse, cómo eran los movimientos que debía hacer con sus dedos para que no se le junte sangre y se le hinche su mano y el modo en que debía dormir.
Mi hija se fue del Hospital Notti enyesada y bien atenida. Es imposible no reflexionar sobre la importancia de la salud pública. En estos momentos complejos, el sistema público termina dando respuestas a donde el privado, en ocasiones, no llega.
Todos sabemos del recurso humano de excelencia que tienen los cuatro hospitales pilares de Mendoza: el Central, el Lagomaggiore, el Notti y el Schestakow. Pero aquí no hay solamente profesionales y enfermeros de vocación, también hay tecnología.
El sistema de salud pública de Mendoza ha invertido mucho más que lo ha hecho el sector privado, sin que esto sea una crítica sino una realidad. Los hospitales mencionados se podrían comparar con hoteles tres estrellas, por sus problemas edilicios y falta de decoración, pero también se salvan vidas, no importa si el paciente que necesita atención tiene dinero o no, se lo atiende igual. Los hospitales privados podrían denominarse de los cinco estrellas, cuya atención sin dudas es muy buena pero no da respuesta siempre, como en la actualidad.
En las crisis podemos advertir mejor y con más claridad la importancia de tener hospitales que sean del Estado, de los centros de salud que están en los barrios, de la formación de los profesionales que trabajan en estos lugares. Siempre se puede criticar y siempre falta algo, nadie podría ignorar que hay déficit. Sin embargo, mirar el vaso medio lleno nos puede hacer sentir más orgullosos de lo que tenemos, y por ello junto a mi hija "tuvimos la suerte de caer en la salud pública".