De Mendoza a las antípodas: el increíble viaje de Franco

En un viaje de locos, con vuelos, tramos interminables en tren, colectivos y combis, y sin conocer el idioma, un mendocino viajó al otro lado de planeta -literalmente- y contó la experiencia al Post.

De Mendoza a las antípodas: el increíble viaje de Franco

Por:Juan Manuel Lucero
Periodista

Hace solo una semana, el Post publicaba una nota titulada "Al otro lado del mundo: ¿cómo es la ciudad más alejada de Mendoza?". En ella, miles de mendocinos conocieron cómo es la ciudad que se encuentra en las antípodas de Mendoza, es decir, la ciudad más alejada de la Tierra de Sol y de Buen Vino.

Tras la publicación de la nota, llegaron mensajes, datos curiosos y algunas historias que relacionaban a mendocinos con distintas partes del planeta y que tenían cosas para contar sobre las antípodas.

Pero una de las historias llamó particularmente la atención: "yo tengo un amigo que tiene un amigo que viajó a las antípodas de Mendoza porque quería irse lo más lejos posible". Un par de mensajes después, y con la mediación de estos amigos, el Post se contactó con Franco.

Franco es mendocino, se dedica a la industria audiovisual y hace algunos años que vive en Buenos Aires. Su viaje fue hace cerca de 10 años y por una "cuestión de cálculos" no llegó a Shiyan, sino que a otra ciudad.

Shiyan, la antípoda de Mendoza.

Franco hace seis años que vive en Buenos Aires, en "la República de San Telmo", como la denomina tras haberse encariñado con el lugar. Trabaja en el Museo de Arte Moderno, donde es técnico audiovisual y está a cargo del auditorio del museo.

Cuenta que durante su viaje "pensaba en Mendoza un montón, porque me fui cargado de Mendoza". Días antes de partir, había terminado una relación y la productora que había montado, se había desmontado. Su trabajo en el Cine Universidad se había terminado y su vida había dado un rotundo cambio.

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El viaje de Franco

Aquel final del año 2013, muchos de los proyectos de Franco se cerraban. Venía de filmar una película llamada "El Silencio" junto a Andrés Llugani, terminaron el rodaje y la edición. "Me fui antes del estreno", reveló Franco.

En cuanto su vida personal, su cambio a nivel laboral y amoroso le hicieron también replantearse varias cosas. "Me pareció que era un buen momento para largar todo, pero en vez de montar un chiringuito en una playa en Brasil yo estaba en otra", contó el entrevistado.

"A mi me gustaba mucho leer, investigar sobre Rusia, la cultura, la música la literatura, el cine", reveló. Entonces, en ese contexto pensó en ir a conocer Rusia, en irse lejos de Mendoza. Y, en ese contexto, se le ocurrió irse tan lejos de Mendoza como pudiera: a las antípodas de su ciudad natal.

El cine, una de las pasiones de Franco, lo acercó a interesarse en el "Far East" (el lejano Este).

"En el final del 2013 no había buscadores de antípodas en Google. En la nota del otro día vi que hay uno", explicó. Entonces, recurrió a un amigo que tenía algún conocimiento de la materia. "A grosso modo hicimos el cálculo y lo hicimos con base en Dorrego, en la casa donde yo vivía, en la calle Brandsen", detalló Franco.

"Me voy a ir donde más lejos se pueda, para empezar de cero", contó. Y comenzó a preparar todo para el viaje. Un viaje que traería muchas más sorpresas y desafíos de lo esperado.

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"El día antes de irme de Mendoza me corté el pelo y me afeité toda la cara. El ticket de avión con destino final en Beijing y me costó 1.040 dólares", recordó. Salió desde Santiago, hizo escala en Atlanta y de ahí voló a Seattle. Y desde el noroeste estadounidense emprendió un viaje hasta la capital china.

"Fue el vuelo más impresionante de mi vida, desde Seattle a Beijing. Iba muy a contramano del reloj, creo que duró, no sé, cuatro horas o tres horas reloj. Y fue por el estrecho de Bering, la zona en la que Alaska y Rusia casi se tocan. Entonces era mar, glaciar, mar, glaciar, un pedacito de una isla, otra isla y un eterno atardecer, siempre estuvo atardeciendo", recordó emocionado ante una de las experiencias más extrañas que le tocó vivir -hasta entonces-.

El Estrecho de Bering, lugar por donde fue el avión en su camino a Beijing.

A diferencia de los "dos días de viaje" que calculamos en la nota anterior, Franco reveló que su experiencia no fue tan satisfactoria. "desde que salí de Mendoza hasta que llegué a Beijing pasaron algo así como 70 horas, una vez en Beijing fue dificilísimo, además estaba molido por los viajes".

El hecho de haberse rapado le jugó una mala pasada, en China no lo reconocían por su foto y perdió tiempo en poder salir del aeropuerto de Beijing. No había llevado teléfono y esas herramientas que hoy nos parecen tan útiles (Google Maps, los traductores y demás) no eran tan eficientes como ahora.

"Igual en China no funciona Google, o sea que el Google Maps no lo tenés. Fue una odisea", recordó el mendocino viajero. "Me tuvieron como dos horas, salí, ya no había más trenes, eran la una de la madrugada. Llegar a donde dormía, fue insólitamente difícil, tipo cinco horas, nadie, nadie hablaba inglés", rememoró.

La milenaria y moderna Beijing, capital de China.

Además, la dirección del hotel a donde se dirigía la tenía escrita en caracteres latinos, algo que pocas personas en China saben leer. "Estuve en Beijing un par de semanas y dije me voy a buscar la antípoda", relató.

"Me tomé un tren de algo así como 35 horas o 40 en silla. Lo que se llama hard seat, esa ‘tercera clase'. Fue un bardo muy sucio todo, los chinos eran particularmente ruidosos y extremadamente sucios. Era mi primer viaje en tren de larga distancia", narró Franco.

"De ahí me bajé y me tomé un tren secundario, mucho más chiquitito, mucho más deshabitado. En ese estuve como seis horas y ahí llegué a una población que se llama Tunxi", detalló.

La ruta de Franco para llegar a la antípoda que calculó, a solo 90 km de Shiyan.

Sin embargo, a raíz de un error de cálculos -más allá de la distancia entre Ciudad de Mendoza y Dorrego- no llegó hasta Shiyan, incluso ni siquiera buscó ese lugar. "Según mis cálculos, que después entendí que estuvieron un poco errados, a mí me daba no en Hebei donde sale la nota de ustedes. Sino en la provincia de al lado que se llama Anhui", explicó.

Luego tomó un colectivo hasta Huangshan, dentro de la misma provincia de Anhui. Luego de llegar a esa ciudad tras un viaje de 4 horas, abordó una combi por dos horas más con destino a Ren Min Lu.

Una de las fotos de Franco en el pueblito al que arribó: Ren Min Lu.

"Era una parte rural, nadie hablaba inglés, todo era con señas, yo no tenía un teléfono, no había un traductor a la mano, no tenía mapas, era todo muy engorroso. Pero hoy a la distancia lo veo como un proceso de humanización gigantesco, fue la forma más efectiva y eficiente de trabajar la paciencia", aseveró el entrevistado.

De la ciudad donde Franco se asentó hasta la antípoda de Mendoza hay cerca de 90 kilómetros. Una distancia mínima, pero que lo depositaba en otra provincia. "Llegué a este lugar, era una población de 2000 habitantes. Todo por señas para hacer saber que quería un lugar donde dormir, lo mismo para comer. Encontré un comedor y les señalaba el plato, para decirles que quería comer", recordó.

Se trataba de un lugar poco -o nada- turístico, con plantaciones de té y gente que vivía de la cosecha. "Los chinos eran amables, me miraban, me sonreían, algunos se acercaban, se sacaban una selfie y se iban corriendo", rememoró entre risas.

Las calles de Ren Min Lu, en la zona rural de Anhui.

Por otro lado, recordó haber visto muchos pueblitos "como Venecia", surcados por canales en los que la gente navegaba para llegar de un lugar a otro. La afluencia turística hacia esos lugares viene de la propia China. Franco caminó, recorrió cientos de kilómetros a pie y llegó a lugares que no esperaba ver.

Su idea era irse lo más lejos que pudiera, y lo logró -o estuvo a solo 90km de lograrlo-. Su aventura recién empezaba. Luego de ese viaje por China, Franco estuvo en Manchuria, Siberia, después estuvo en Mongolia y cuando ya se le acabaron las visas -y obviamente los ahorros- se fue un tiempo a Alemania.

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Allí trabajó y vivió durante algunos años. En cuanto a lo que generó en China, cuenta que "hay pocas fotos, y los videos están todos en crudo. También escribí un diario, no sé con qué me pueda encontrar cuando lo vuelva a leer".

En cuanto a su experiencia y su tiempo viajado, Franco explica que "me sentí lejos de mis relaciones, de la gente que quería, y eso me hizo ser un poco más consciente de la finitud. Lo que antes era tan seguro, ahora ya no lo era. Entonces cada vez que encuentro a alguien, familia, amigos, es un momento donde uno se brinda entero".

La humedad y las construcciones antiguas, dos de las características del lugar en el que Franco vivió durante algunos días.

Cada tanto, Franco vuelve a su Mendoza natal. "Me convocan los afectos, los colores, los olores, la montaña", revela. "Siempre estoy ahí de alguna manera o de otra, mi familia está ahí, mis amigos están ahí. Si bien no vivo en Mendoza, no descarto vivir en Mendoza y supongo que cuando vuelva a Mendoza quisiera una vida menos citadina y más allegada a la montaña", reflexionó.

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