Fue la noticia destacada de esta semana en el ámbito cultural de la provincia: un jurado eligió al equipo encargado de la próxima Fiesta Nacional de la Vendimia.
Fiesta de la Vendimia: celebración y sufrimiento en un mismo lugar
Sí, nació la criatura y ya tiene nombre: Guardiana del vino eterno. Así se llamará la próxima historia que veremos cobrar vida sobre el escenario del Teatro Frank Romero Day. Cierro los ojos, imagino esa frase dicha con voz de locutora vendimial y me la digo varias veces: Guardiana del vino eterno. Poco a poco, acepto el nombre sin demasiados rodeos.
Recibir esta noticia marca el inicio de un camino que, hasta el fin de semana del 8 y 9 de marzo del próximo año, estará lleno de tradición y expectativas. Porque la Vendimia no es solo un espectáculo; es una fiesta que nos define como mendocinos. En tiempos en los que la cultura parece tambalearse frente a crisis económicas y políticas, la Vendimia debe ser más que nunca un símbolo de lo que somos.
Ahora bien, la fiesta nos une y, al mismo tiempo, nos divide. Todo pasa por ahí. Lo sabemos: de pronto, nos convertimos en expertos en dirección teatral, opinando qué le falta y qué le sobra. Es nuestra nave insignia, el espejo que nos refleja. Una celebración que, como una pantalla en alta definición, no resiste las arrugas ni las verdades incómodas. Cada año cae, y me incluyo, en el centro de las críticas más despiadadas. Desde los medios hasta -como les gusta decir a quienes nunca se subieron a un colectivo-el ciudadano de a pie.
Tal vez sea oportuno recordar algunos detalles que hacen que la Vendimia sea lo que es. Para quienes señalan con soltura que "es siempre lo mismo", es importante aclarar que, como toda celebración popular, responde a los cambios de una sociedad moderna, pero también mantiene su esencia. No por tener más de 80 años de historia se ha quedado en el tiempo. Sí, la Vendimia tiene elementos que se repiten año tras año, y es precisamente eso lo que la convierte en un símbolo.
Por reglamento, la historia de la Vendimia debe incluir ciertos componentes tradicionales: nuestro libertador Don José de San Martín, los pueblos originarios para recordar nuestras raíces, los inmigrantes como reconocimiento a las culturas que nos forjaron (porque esto no lo hicimos solos), y la Virgen (que protege tanto a los creyentes como al que redactó el reglamento) Estos elementos son parte de nuestra identidad, no de un guion repetitivo.
La tormenta, por ejemplo, es una metáfora del desafío central que enfrentamos cada año. El conflicto se desarrolla para dar paso a un futuro lleno de esperanza, representado por la modernidad y la" resiliencia cuyana" que tanto nos caracteriza. Porque es cierto que todo lo que surge de esta tierra árida y desértica nos cuesta, y eso lo sabemos mejor que nadie.
También debemos aprender, de una vez por todas, a valorar el lugar que nos convoca: no es un anfiteatro, es el Teatro Frank Romero Day, un teatro al aire libre único en su estilo. Es cierto que lo usamos poco, apenas una vez al año, en parte porque llegar hasta allí no es precisamente cómodo. Sin embargo, el lugar tiene una magia especial que lo convierte en el escenario perfecto para la culminación de los festejos vendimiales.
Uno de los puntos más álgidos de la Vendimia es el abismo entre el espectáculo en vivo y lo que la mayoría de los ciudadanos percibe en televisión. Ese puente está roto. Por razones difíciles de entender, los directores de la Vendimia y los responsables de la filmación parecen nunca ponerse de acuerdo. Así, lo que se transmite en pantalla rara vez refleja lo que ocurre en el lugar. Esto debería ser una prioridad a resolver, porque para muchos mendocinos, la Vendimia que ven en televisión es la única experiencia que tienen de la fiesta.
Otra expectativa que crece año tras año es la elección de los locutores oficiales. Ellos no solo anunciarán los votos y proclamarán a la nueva reina, sino que se convertirán en las voces que marcarán el inicio y el cierre de la velada. No es una tarea menor: cantar votos frente a un escenario que alberga a 20 mil personas por noche. Con el tiempo entendí que, para pararse frente a ese micrófono y enfrentar semejante desafío, no solo hace falta experiencia y trayectoria, sino también coraje.
Estos fueron algunos puntos que nacen y acompañan nuestra celebración, pequeñas misceláneas que, aunque parecen insignificantes, permanecen inmutables con el tiempo y quizás deberían evolucionar. Faltan muchos más, claro, pero el guion, el lugar y los medios muchas veces actúan como una columna vertebral de esta fiesta, con una mirada profundamente humana, y a veces errada, sobre un festejo que nos representa.
Porque valorar nuestra tradición es uno de los objetivos de esta fiesta. Cuando llegue el momento, caminaremos, sentiremos, hablaremos y respiraremos Vendimia. Una fiesta que, más allá de si nos gusta o no lo que veremos, nos une y nos iguala bajo el mismo cielo, a la sombra de la montaña.