Si hay algo que tiene este día, es que nos da la oportunidad de decirles lo importantes que son o fueron en nuestras vidas. Parte de lo que somos se lo debemos a ellas.
En el Día de la Madre, una carta para ellas
¡Hola, Ma!
¿Qué hacés? Yo acá... acordándome de vos, como siempre, pero hoy mucho más. El día lo amerita. No te digo que te pienso todo el tiempo, pero es más seguido de lo que imaginé. Te cuento que por acá estamos bien. Tenías razón: ya no nos vemos tan seguido.
¿Sabés qué recuerdo siempre? Cómo nos reíamos cuando nos juntábamos todos en casa. Las charlas con tus hijos eran muy divertidas. Intentábamos ponerte en ese lugar incómodo, haciéndote elegir cuál era tu hijo preferido. Y vos, con tu "posgrado" en diplomacia, tenías la respuesta perfecta. Y si nos reíamos de algo que decías o hacías rematabas con: "Si eso los hace felices...".
Estamos bien. Te cuento que tus nietos están empezando a construir sus vidas, y eso me hace recordar cómo era nuestra relación en mis 20... pensaba que no sabías nada de mi vida y que era mejor que no te metieras. Casi no te contaba mis problemas porque estábamos en sintonías distintas. Ja... qué loco. Si tuviera que resumir esa época, diría que no tenía miedo a morir y no pensaba si vos sufrías. Nos distanciamos, ¿te acordás? Yo sentía que no entendías nada y que solo mis amigos tenían la razón. Ellos me conocían... no me daba cuenta pero fuiste paciente y esperaste que pasara.
Con los 30, te redescubrí. ¡Qué lindos momentos fueron esos! Me acompañaste en cada paso cuando me convertí en madre. Entonces, nuestra relación empezó a fluir otra vez, más y mejor. Te cuento que no volví a saborear esos mates tan ricos como los que tomábamos en el patio, con los pies descalzos, sintiendo el fresco del césped cualquier tarde de octubre. Nunca más encontré esa yerba que me trajera ese recuerdo. Porque claro, lo sabemos, el secreto no estaba ahí, no es tan fácil.
Ver: La vida en camioneta es otra cosa
¿Te dije lo de los aromas? Hay algunos que me llevan directo a vos: la salsa para los fideos del domingo por la mañana; el perfume de los jazmines en noviembre; y el olorcito a caramelo tostado para el flan que hacías los sábados a la tarde.
Vieja, tus refranes siguen tan vigentes que algunos no necesitan cita.
Adaptamos el que decía "el que trabaja no come paja", porque siempre teníamos que explicarlo, y quedó en: "El que trabaja siempre tiene su recompensa". Suena raro, pero fue lo mejor que se nos ocurrió.
Aprendimos a que cuando la vida se pone difícil, los problemas no se solucionan "tirados en la cama y llorando".
Elegiste una canción de Charly como una de tus preferidas, ¡qué hermosa táctica para acercarnos! Una genia porque cada vez que escucho Chipi Chipi estás ahí.
El mundo está más peligroso; si supieras que hasta de un mosquito nos tenemos que cuidar... Mirtha sigue en la tele, sí... increíble.
Mis 40, Ma, fueron la plenitud de nuestra relación y de ver cómo disfrutabas a mis hijos. ¡Qué tiempos maravillosos! Los traigo con el recuerdo, cada vez que quiero, y no dejo que se vayan. Cómo te reías con mi niña comenzando su adolescencia, y esa complicidad con el más grande, a punto de terminar la secundaria. Nada podía derribar esos muros de una fortaleza donde yo era una orgullosa espectadora.
Sigo yendo a recitales y disfruto de escribir. Miento con la edad cuando no me queda más remedio que decirla y tengo la ironía intacta como arma para cuando hace falta.
Siempre está la irrefrenable necesidad de decirles "cuídate" y "llévate una campera" y no importa la edad que tengan. Las milanesas que hago en casa las ponderan, y sonrío cuando la familia hace alarde de eso.
Con mis amigas rompemos la regla y nos pasamos horas hablando de nuestros hijos. Nos analizamos, nos confesamos y nos reconocemos como madres que se hacen sobre la marcha, y eso nos encanta.
Ahora, la vida me pone en ese mismo lugar, viendo a mis hijos tomar su propio rumbo. Suspiro y encuentro fuerzas para acompañarlos discretamente, sobre todo cuando se equivocan. Como lo hacías vos, con esa precisión y medida justa, digna de una ingeniera que calculaba con el corazón.
Tengo tan presente todo lo que aprendimos juntas.
Te dije lo que necesitaba decirte, y eso convierte a esta carta en pura redundancia.
Como el deseo de volver a abrazarte y darte un beso enorme.
Aunque siempre será un buen momento para decirte: Feliz día, Ma, y en vos, a todas las madres.