Relato de la ardua selección de los funcionarios del presidente electo, bajo la estricta mirada de sus mastines y de "las fuerzas del cielo".
La "danza de nombres" de Mister J.
La semana anterior, Mister J. ya ganador, fue a hablar con "las fuerzas del cielo" a través de Sergio el tarotista, para recibir directivas de él. Ahora se venía una instancia clave: armar el gabinete
Los participantes de "la danza de nombres" estaban en un bolillero desde la noche anterior. Los mastines habían debatido acaloradamente entre ellos. Conan había perdido un poco la paciencia y había decidido ser él quien ajustara los detalles finales.
Cuándo la lista del concurso de baile estuvo definida se la transmitieron a Mister J. a través de Sergio el tarotista.
Mister J. ejecutaba a ciegas las directivas de Conan y los mastines. Por eso le cayó mal el comentario cuando Sergio hizo una pausa, mientras leía los nombres de la lista y, con su habitual chanza y esa sonrisa de costado le dijo "ja, como en el 2001", al leer uno de los nombres.
Se fue pensativo. De los 18 ministerios, solo quedarían 8. Dos de ellos serían metrópolis: el "Súper" Ministerio de Infraestructura que absorbe a Transporte, Obras Públicas, Minería, Energía y Comunicaciones y el "Súper" Ministerio de Capital Humano integrado por Desarrollo Social, Salud, Trabajo y Educación.
El gran concurso de baile era en el salón de recepción del Banco Central y lo conducía Mirtha Legrand. No era un detalle menor la elección de esa locación para llevar a cabo "La danza de nombres": Mister J. tenía un especial deseo de venganza contra el Central, que alimentaba desde la época en que era un estudiante y no le renovaron una pasantía por "cuestiones de personalidad". Ahora, con sus mastines de jurado y Conan Todopoderoso que todo lo ve, les iba a demostrar quién era él.
Todo comenzó puntual. Mirtha Legrand abrió el espectáculo leyendo, entre risa y risa, el informe de la Central de Deudores de cada uno de los participantes de la noche.
El primer participante en subir al escenario fue nada menos que Luis Caputto. Se lo veía confiado. Vestía una camisa rosada, boxers y medias blancas. Cuando las luces cayeron interpretó el famoso baile de Tom Cruise en Risky Business ("negocios arriesgados" en español). Hubo aplausos cerrados y gestos de satisfacción entre los mastines.
Para el segundo acto las luces bajaron la intensidad. Diana Mondino, solemne, solo iluminada por una luz cenital, comenzó a moverse al ritmo de "Boogie de Relaciones Exteriores y el misterioso ministro de Defensa y Justicia". Como Uma Thurman y John Travolta, Diana movía las caderas con excelsa elegancia ante un partener que mantenía su cara en la sombra, aunque tras bambalinas se comentaba que era hincha del Chacarero y casi había sido Vicepresidente.
Cuando iba terminando la canción, Guillermo Francos tomó la cadera de Mondino y se le unió en trencito. Antes de sonar como el hombre para el Ministerio de Interior fue director Ejecutivo por la Argentina y Haití en el Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Entonces, dijo Francos, ¡este baile es para mí!
Para el tercer número, hubo escenografía especial. El gran salón del Banco Central se llenó de patrulleros que iluminaron con sus luces la pista: allí, en el centro, Pato Bullrich con una máscara verde se mostraba exultante, parecía decir "¡de que kilombo que me salvé!" y así, toda contenta, se puso a bailar merengue con los policías.
Los mastines estaban atentos, tomaban nota, se hacían comentarios al oído y debatían en voz baja. Milton Friedman era el encargado de comunicarle a los demás las observaciones de "las fuerzas del cielo". En general, estaban de acuerdo con los nombres elegidos. Hubo un ruido con Bullrich que casi la mandan a la Secretaría de Trabajo, pero Murray Rothbard que era el que llevaba los archivos les advirtió que ya había estado en esa repartición, nada menos que con De La Rúa. Con las pocas pulgas que lo caracterizaban le dijo a los demás: "Che, no da".
Había gran expectativa por el cuarto número. Una enorme escalera como la de Montmartre se erguía imponente y desde el escalón más alto, Sandra Pettovello se lucía en la piel del Joker.
Al frente del "Ministerio de Capital Humano", sin ninguna experiencia en la gestión pública, deberá encargarse de la salud, la educación, el trabajo y el desarrollo social de los argentinos. Como el antihéroe de ciudad Gótica, Sandra finge demencia y baila al ritmo de Rock and roll part II mientras baja las escaleras.
El otro que le va a tocar también dirigir un tanque de guerra es Guillermo Ferraro que se las tendrá que arreglar para decidir sobre Transporte, Obras Públicas, Minería, Energía y Comunicaciones. Pero como fue Subsecretario de Infraestructura y Telecomunicaciones de Buenos Aires durante la gestión del ex gobernador Antonio Cafiero, durante el mandato presidencial de Menem, no se hace demasiado problema. Con el perfil de tipo duro que amerita la ocasión, se puso una musculosa negra, un pantalón de vestir gris y después de comerse una pizza con una copita de champagne, tiró unos pasos como Van Damme en "Kick Boxer".
Ya en el cierre de la noche, los mastines hicieron un scrum con Nicolás Posse, el jefe de Gabinete elegido, para tomar las decisiones finales. Mister J. en el centro de ese abrazo cerrado oyó el veredicto que "las fuerzas del cielo" le había comunicado a los mastines. Repasó la lista de nombres que anunciaría el 10 de diciembre. Hacía mucho calor en el gran salón del Banco Central y no supo distinguir si era por las luces del lugar o porque realmente afuera estaba caliente...