Un nuevo estudio preliminar señala que los cambios en la humedad relativa predecirían la aparición de síntomas y variaciones en el número de casos notificados con covid-19.
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Si el trabajo de un equipo de investigadores argentinos y norteamericanos está en lo cierto, el tiempo seco favorecería la transmisión del coronavirus. Según estos científicos, que analizaron y correlacionaron bases de datos del Ministerio de Salud de la Nación y series temporales del invierno último, cambios en la humedad relativa predecirían la aparición de síntomas y variaciones en el número de casos notificados con covid-19 cinco días y nueve días más tarde, respectivamente.
Como replica el diario LA NACIÓN en un artículo de la periodista especializada Nora Bär, "el Covid es una lluvia de información. Miramos curvas de casos de distintos países y vemos fluctuaciones, que en general se atribuyen a cambios en la conducta de las sociedades -explica Emilio Kropff, científico de datos especializado en descubrir patrones ocultos, investigador del Conicet en el Instituto Leloir y uno de los autores del trabajo publicado en medRxiv, un sitio de artículos científicos que no pasaron todavía por revisión de pares-. Pero el año pasado, observando la dinámica de lo que ocurría en Buenos Aires y en Europa, empezamos a plantearnos si esas variaciones podían estar asociadas con algún factor meteorológico. No pensamos que la meteorología fuera la causante, sino que podría modular la transmisión".
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Es muy difícil comparar lugares geográficos y poblaciones diferentes, pero dado que en CABA la cuarentena y las medidas públicas se tomaron antes de que comenzara el aumento fuerte de los casos, los científicos consideraron que era un "laboratorio natural" ideal para analizar si los ciclos meteorológicos estaban afectando el reporte de casos. Además, aunque es grande en población, es chica desde el punto de vista de la extensión. "Se dice que es horizontalmente homogénea -explica Kropff-, de modo que lo que uno mide en Aeroparque es representativo de lo que ocurre en toda la ciudad".
Cuando se mira la evolución del número de casos diarios en CABA, se identifican dos dinámicas: una lenta, que alcanzó su pico en agosto, y otra rápida, con una periodicidad de siete días, que se vincula con las diferencias entre los días laborales y los fines de semana. Pero además, utilizando las herramientas de las ciencias de datos, los científicos vieron una intermedia, con un período inestable que oscilaba entre las dos y las cuatro semanas. Estudiaron ocho variables meteorológicas y enseguida encontraron una correlación muy fuerte y que explicaba todas las demás: era la humedad. Cuando bajaba por debajo del 40% de promedio diario, se asociaba con un aumento de casos positivos de más del 20%.
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"Como entre el momento en que se produce la infección y que se reportan los síntomas media un lapso, lo que hicimos fue considerar un intervalo temporal para encontrar la correlación óptima -destaca Kropff-. Y encontramos un número bastante claro que es nueve días. Hay un cambio en los niveles de humedad y nueve días más tarde se ve reflejado en las notificaciones. Estos nueve días involucran el tiempo hasta la aparición de síntomas, el testeo y el reporte al Ministerio de Salud. Pero en la base de datos encontramos la fecha de inicio de síntomas y ahí el intervalo temporal que se correlaciona con los cambios en la humedad ambiental es de cinco días, que es justamente el tiempo que se considera que es el período de incubación del Covid, en promedio".
Distintas hipótesis
Son varias las hipótesis que manejan para explicar este fenómeno. "En realidad no sabemos cuáles son los mecanismos que influyen -dice Kropff-, pero tenemos algunas pistas. Logramos contactarnos con expertos internacionales y ellos ya venían especulando acerca de cómo la humedad puede afectar la transmisión de virus respiratorios. Y hay tres vías fundamentales. La primera sería la física de los aerosoles que exhalamos. El nivel de evaporación de esas gotitas chiquititas depende mucho de la humedad del ambiente: cuanto más se evaporen, más chiquititas quedan y más tiempo van a poder flotar en el aire. Esto coincide con lo que vimos, que es una correlación negativa. Las variaciones hacia abajo en la humedad se asocian con ascensos en el número de casos. Además, este virus tiene un tiempo de viabilidad adentro de esa gota y uno de los factores que lo afecta es la humedad del aire. Cuando el aire está muy seco, el virus es viable por mucho más tiempo. Finalmente, cuando el aire está seco, las mucosas se secan y funcionan peor. No tenemos herramientas para dilucidar cuál de esos tres factores o algún otro que desconocemos es el que está actuando en este caso".
Andrea Pineda, del Centro de Investigaciones del Mar y la Atmósfera (CIMA) del Conicet y coautora del trabajo, destaca algo para tener muy en cuenta: "Si bien mostramos la relación y no los mecanismos que la causan, los resultados son consistentes con la transmisión del virus por aire y refuerzan la idea de que hay que ventilar. Una de las hipótesis con más fuerza es que el efecto de la humedad en la transmisión podría deberse a la velocidad de decaimiento del virus dentro del aerosol, algo que no ocurriría con buena ventilación".
Otro aspecto importante es que esta correlación se ve solamente en invierno. "No es algo que uno pueda revertir, pero sí les sirve a las instituciones de salud como un alerta anticipado de cuándo puede subir el número de casos y prepararse, saber si van a dar francos, disponer recursos", concluye Kropff.
Del trabajo también participaron Sandra Cordo, viróloga del Instituto de Química Biológica de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y del Conicet, e investigadora del Departamento de Química Biológica de la FCEN-UBA; Ramiro Saurral, meteorólogo del CIMA y del Departamento de Ciencias de la Atmósfera y los Océanos en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, y colaboradores internacionales: José Luis Jiménez, experto en aerosoles de la Universidad de Colorado, en Boulder, Estados Unidos; y Linsey Marr, referente mundial en transmisión aérea de enfermedades respiratorias de Virginia Tech, en Blacksburg, Virginia, Estados Unidos. Fuente: LA NACIÓN