Crisis y solidaridad: el club de barrio que vendió comida para sobrevivir

Lisandro Di Paolo, referente del Club 10 de Septiembre de General Alvear, reveló uno de los momentos más difíciles que enfrentó la institución y cómo la unión de la comunidad se convirtió en un faro de esperanza.

Crisis y solidaridad: el club de barrio que vendió comida para sobrevivir

Por:Deborah Puebla
Periodista

En el corazón del sur mendocino, un histórico club de barrio enfrentó un momento crítico, pero la esperanza brilló con fuerza gracias a la solidaridad de la comunidad. El Club 10 de Septiembre, conocido como "el Tricolor" o "el funebrero" por su ubicación frente al cementerio municipal, ha sido durante casi 80 años un refugio para jóvenes del departamento de General Alvear

Fundado el 10 de septiembre de 1946, este emblemático espacio ha sido un pilar en la vida de muchos, ofreciendo contención y oportunidades a generaciones enteras.

Hoy, ante una crisis económica que amenaza su continuidad, Lisandro Di Paolo, referente del club, compartió la apremiante situación que viven. Sin embargo, en medio de la adversidad, la comunidad ha respondido con un gesto de unidad y apoyo.

Te puede interesar: Un legado de pasión: padre e hijo, unidos por el amor a un club de barrio

Vecinos, familias y amigos se han reunido con un solo objetivo: ayudar al club a sanar su economía y asegurar que siga siendo un hogar para la juventud. En diálogo con el Post, Di Paolo relata cómo esta unión se ha convertido en un faro de esperanza, recordando que, en tiempos difíciles, el verdadero espíritu comunitario brilla más que nunca.

"El club cumplió este año 78 años. En la zona donde se ubica, era principalmente una región de fincas, por lo que el club nació como un espacio para los chacareros y agricultores. Se necesitaba un lugar cercano a esas fincas para desarrollar actividades deportivas, siendo el fútbol la principal de ellas, especialmente en aquella época", destacó Lisandro

Y agregó: "En Alvear ya existían otros clubes en las zonas agrícolas, como La Marzolina y El Seibo. La gente de la zona del desvío, que también era productiva, deseaba tener su propio club de fútbol. Así, el club nació por esa necesidad y la competencia que existía en ese entonces. Hace 78 años, lo que tenían eran estos clubes, que hoy consideramos clubes de barrio, pero en aquel tiempo eran clubes de zonas productivas."

Socios

Lisandro Di Paolo analizó el presente del club: "Actualmente, el club cuenta con cerca de 50 socios. Es difícil atraer nuevos miembros, ya que, además del fútbol y de un salón de eventos, no ofrecemos muchas más actividades. La situación económica también complica este proceso. Sin embargo, tenemos socios adherentes que siempre están dispuestos a ayudar y colaborar. Desde hace un tiempo, el club cuenta con más de 180 niños en el fútbol infantil. Se ha considerado la posibilidad de implementar una cuota para esta categoría, pero no se han realizado campañas adicionales para captar nuevos socios."

Vender comida para pagar cuentas

Di Paolo cumple ahora un nuevo rol en el club:  "En este momento soy tesorero del club. Después de la asamblea de junio de 2024, pasé de la presidencia a la tesorería. Cumplí dos años y medio como presidente, así que ahora me encuentro en un lugar un poco más relajado". 

Además recordó cómo superaron un momento de crisis, gracias a la colaboración de la comunidad: "El club normalmente recauda fondos a través de loterías y la venta de empanadas, pollos o locro. Sin embargo, nos enfrentamos a una deuda significativa con Aysam, relacionada con el agua, que data de 2012. No habíamos sido notificados sobre esta deuda, y al final descubrimos que ascendía a alrededor de 5 millones de pesos. Gracias a gestiones, logramos reducirla a $3.400.000". 

"Para hacer frente a esta situación, organizamos una campaña en la que, en un mes, realizamos una locreada con 600 porciones, y al mes siguiente, una pasteleada con cerca de 400 docenas de empanadas. Con estos eventos, pudimos cubrir los costos de los abogados y pagar dos de las tres cuotas de la deuda de agua", destacó. 

"El resultado fue muy positivo; la verdad es que la gente nos apoyó. Logramos pagar las dos primeras cuotas con las actividades que realizamos, y la tercera cuota se cubrió gracias a un aporte voluntario de varios socios y allegados al club, quienes contribuyeron de su propio bolsillo. Esto refleja la importancia de la comunidad y su sentido de pertenencia hacia el club de barrio. La comunidad aprecia que hay una comisión directiva activa, que ha logrado transformar el club. Desde que asumimos, hemos desarrollado el predio y realizado diversas obras de mejora dentro del club", recordó Di Paolo

"Es notable ver cómo ha crecido la cantidad de categorías en el fútbol infantil. La comunidad ha respondido de manera increíble a nuestras iniciativas, apoyando nuestras actividades. Por ejemplo, varios comerciantes locales nos donaron ingredientes: un verdulero nos trajo cebollas para los pasteles, otros nos donaron zapallos para el locro, y carniceros contribuyeron con parte de la carne. Además, las tapitas de empanadas fueron elaboradas por miembros de la familia del club, a costo prácticamente de producción. Esta colaboración de todos permite que nuestras actividades sean un éxito", contó Lisandro muy conmovido. 

Mantenerse a flote

La participación de la sociedad es la clave para cualquier club de barrio:  "Nuestro principal ingreso proviene de la cuota de los chicos y de las actividades mensuales que podamos organizar. Vender números para sorteos, como una moto, se ha vuelto muy difícil. Por eso, buscamos alternativas por el lado de la comida o loterías. Organizamos actividades donde la gente lleva su mate, y montamos un kiosco para vender tortitas. Esto permite que la comunidad pase un domingo diferente y nos deja una ganancia. También hacemos pasteleadas: preparamos empanadas crudas que la gente puede freír en casa cuando lo desee, lo que les da flexibilidad. En una semana, podemos hacer entre 150 y 200 docenas de empanadas, que luego distribuimos. La prioridad ahora es mantenernos a flote hasta que la situación se estabilice un poco", expresó Di Paolo

Subsidios

El referente del club 10 de septiembre habló del apoyo que recibe el club por parte del Estado:  "Recibimos hace más de un año un subsidio de Nación. Con el nuevo gobierno, iniciamos el trámite para un subsidio de clubes en obra, que estaba aprobado pero no ha avanzado; no hemos tenido más noticias. También hemos recibido subsidios municipales de la gestión anterior. Actualmente, estamos tramitando subsidios de la nueva gestión y es probable que recibamos algo. Sin embargo, siempre estamos trabados con la provincia, donde no hemos logrado obtener subsidios."

 Dificultades por ubicación

Di Paolo comentó que algunas situaciones se complican debido a la lejanía del Gran Mendoza:  "General Algar está a 300 kilómetros del Gran Mendoza, y el Club 10 de Septiembre es pequeño y semi-retirado del casco urbano. Esto hace que todo sea más difícil. Necesitamos tener contacto con alguien para manejar los trámites de subsidios en la provincia. A menudo, dependemos de que algún administrativo mueva nuestra carpeta o responda a nuestros mensajes. Si estuviera en el Gran Mendoza, podría acercarme, golpear una puerta y hablar cara a cara. La falta de respuesta y fluidez en la comunicación con los subsidios provinciales ha sido un gran obstáculo para nosotros."

La importancia de un club de barrio

Por último, Lisandro Di Paolo reflexionó sobre la importante de un club para la comunidad: "Creo que el club de barrio existe para contener a los niños y a las familias. En un momento donde el peligro está en las pantallas, es fundamental que los niños tengan un espacio donde jugar y socializar. Hoy, cualquier condición social está expuesta a la tecnología, y eso afecta su salud y bienestar". 

"El club de barrio suple esa necesidad de juego que antes teníamos en cualquier rincón del barrio. Los niños buscan en los clubes ese lugar seguro, donde hay educadores que les enseñan y donde las familias pueden reunirse, compartir y observar. Así, los clubes de barrio no solo ofrecen un espacio de diversión, sino que también ayudan a reconstruir el tejido social, que se ha visto afectado por el individualismo de las redes sociales. Más que nunca, necesitamos estos espacios de juego y comunidad", finalizó. 

Te puede interesar: Cómo un club de barrio usó el himno en el momento más difícil