Neuropsicóloga, "budista" y excelente persona
La mejor persona que conocí, vuela alto Ceci Ortiz
Tuve la suerte de que Ceci fuera mi terapeuta. En un momento de tristeza y oscuridad apareció en mi vida una grandísima persona, con una alegría contagiosa y un profesionalismo único. Impactó positivamente en mi mente desde el primer momento en que charlé con ella y escribo este artículo para intentar que su legado siga, en sus colegas y cualquier persona que le interese ayudar a los demás.
"¿Y qué pensaste en ese momento?", siempre me preguntaba cuando le contaba algo; en los principios me costaba mucho responder, pero de a poco fui activando esa habilidad de tener conciencia sobre mis propios pensamientos. Y esa pregunta tenía una razón de ser: de los pensamientos vienen las emociones, y de las emociones la conducta. Si un pensamiento me genera tristeza, felicidad o enojo, voy a actuar en base a esa emoción. Si logro entender lo que pienso, y puedo tomarme un segundo para respirar y actuar, mi vida mejora inmediatamente. Particularmente aprendí a controlar ansiedad y ataques de pánico.
Cecilia combinaba las neurociencias con las enseñanzas del budismo y con sus experiencias personales subiendo cerros. Con una sutileza y cariño enormes, podía hacerme entender cómo funcionaba el cerebro desde un lado científico y químico. Además, tenía una gran facilidad para explicar cómo funcionamos las personas en la sociedad actual. Cuando le planteaba algo que me afectaba de mi historia, tenía la habilidad de inmediatamente desdramatizar y convertir esa información en algo positivo: "El vaso no está ni lleno, ni vacío, ni medio lleno, el vaso está como está, el tema es que hacemos con eso", me dijo en la segunda sesión y sonreí.
Son decenas de frases y enseñanzas que podría intentar replicar, pero las acciones dibujan mucho mejor a una persona como es, y hay dos momentos donde demostró lo buena gente que realmente era: En la primera charla con ella le comenté que podía pagarle las 4 sesiones del mes pero pidiendo ayuda a mis viejos, en un momento donde estaba buscando independizarme; su respuesta fue inmediata y sin titubear: "no te preocupes Fede, pagame dos y hacemos las cuatro igual" . En un mundo donde todo es dinero y hasta la salud mental se usa como negocio, esa actitud demostró quién era.
El otro momento de grandeza fue cuando le planteé que le estaba dando clases de apoyo a un niño de un barrio carenciado y que la madre tenía muchos problemas psicológicos. Le pedí que la atendiera y que yo me hacía cargo del pago; nuevamente y sin titubear respondió: "no te preocupes, yo me hago cargo, pasame su teléfono".
"Nada desaparece, todo cambia y se transforma", Cecilia lo entendía a la perfección y es por eso que el hecho de que haya dejado este plano físico, no significa que ya no esté; más aún si sus enseñanzas y legado se continúan en el tiempo. Por su bondad, y alegría, por sus conocimientos en neurociencias y mindfulness que utilizó para ayudar a los demás, creo profundamente que su alma está en un mejor lugar.