La biología de la conservación mira al pasado para afrontar el futuro
Agua pasada no mueve molino, dice un refrán español. De nada nos sirve mirar el pasado, se nos dice, pues el pasado no se puede cambiar, pero en realidad sabemos que los eventos del pasado nos permiten contextualizar el presente, predecir posibles futuros y guiar la toma de decisiones.
Comprender el pasado y sus consecuencias forma parte de disciplinas tan diversas como la estadística, la psiquiatría, la educación, la medicina, las ciencias políticas o las propias finanzas. De hecho, el olvido de experiencias pasadas y el cambio asociado a las bases socioculturales, un fenómeno que se conoce como amnesia histórica o social, se sabe que puede tener implicaciones peligrosas para la política y los derechos humanos. Quizá por eso, el filósofo holandés, de origen sefardí hispano-portugués, Baruch Spinoza ya dijo en el siglo XVII que "si no quieres repetir el pasado, estúdialo".
La biología de la conservación es una disciplina relativamente joven, se estableció apenas hace cuarenta años, en la década de 1980. Se puede afirmar que es una disciplina de crisis, orientada desde sus orígenes a dar respuestas a los graves problemas medioambientales a los que nos enfrentamos.
Son estudios alentados a sugerir mediadas de gestión y políticas ambientales basadas en datos cuantitativos y cualitativos. Sus problemas son actuales pero las principales preocupaciones ambientales que afrontamos hoy tienen precedentes en el pasado.
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