Justo cuando la oposición a Axel Kicillof se encaminaba a la posibilidad de ganarle el territorio bonaerense, Elisa Carrió volvió de alguna de sus decenas de "idas" de la política para atacar a su propio frente, que insólitamente se llama "Juntos".
¿Qué le pasa a Carrió?: ni tan "Juntos" ni mucho "Cambio"
Elisa Carrió entierra cualquier posibilidad de que la política baje el alambrado para que pasen nuevos protagonistas. Su encono contra la aparición en escena de Facundo Manes resulta inusitado y hace tambalear la posibilidad de que el espacio opositor a Axel Kicillof en territorio bonaerense se encamine -como parecía hacerlo- hacia un triunfo electoral.
Su accionar y despertó el enojo de uno de los principales aliados de la oposición nacional, el mendocino Alfredo Cornejo, que pidió una cumbre del sector para poner en el diván a la tantas veces jubilada Carrió. Después de haber anunciado en decenas de oportunidades que se iba de la política, se quedó no como candidata, pero sí como mojón indicador de que en la zona en donde ella pisa no puede pasar más nadie, salvo que cuente con su bendición.
Aquella impetuosa republicana se ha vuelto una conservadora arisca, capaz de desarrollar y comunicar un egocentrismo místico que poco tiene que ver con los principios esgrimidos en la fundación de un espacio que se denomino Cambiemos, que luego se llamó Juntos por e Cambio y que ahora se devaluó a solamente la palabra Juntos, que parece más un meme que un instrumento electoral aglutinante.
Ver: Tensión en Juntos por el Cambio: Carrió amenaza con ir a juicio
Carrió resultó siempre atractiva, aunque peligrosa para sí misma y quienes la rodean. En función de sus "visiones", hoy puede ser aliada de Pino Solanas por izquierda y mañana, de Mauricio Macri por derecha, y para justificarse, meter en la interna política a la Virgen María, Cristo y todo el santoral católico, al que usa como escudo celestial de sus batallas terrenales.
Su figura es interesante desde el punto de vista de la fiscalización, pero le cabría un juicio de residencia para saber si sus actitudes han resultado un aporte o una zancadilla a la evolución de la democracia interna en lo espacios en donde participó.
La dirigencia política, sobre todo la que la ha mantenido en el tapete, sabe que para llegar hasta Carrió hay que concurrir con una margarita y, a cada paso, deshojarla. Proceso que se hace con el temor a que el azar designe como último pétalo al que le toca el "no me quiere". Esto es así porque mezcla racionalidad y filosofía profunda, con antojos y ansiedades personales administradas con petulancia.
Es así que cuando se les consulta a los "lilitos" qué le pasa con Cornejo, pueden contestar por igual que "nada en particular, es una cuestión de piel" o argumentan que "es igual que Insfrán", de un momento para el otro. De allí que no hay un explicación dentro de los márgenes de la lógica en torno a sus arranques rupturistas y suicidas para el frente que integra, salvo el exceso de amor propio y la autoponderación exacerbada.
Ver: Vidal salió a poner paños fríos en la interna opositora
Si es eso lo que le pasa, no está muy lejos de padecer de lo mismo que acusa cada vez que puede a Cristina Kirchner, aunque por cierto, el gobierno ha salido de su mira telescópica, en donde solo parecen aparecer como blanco sus compañeros de ruta del insólitamente llamado frente "Juntos".