La renuncia de Máximo a la presidencia de bloque se comentaba en el peronismo desde el sábado a la mañana. Anticipa el probable voto en contra al acuerdo. Reuniones urgentes en la Casa Rosada. Los pasos que analizan en la oposición.
Trama fina: Transmitir señales, dar el golpe, escupir sangre
El presidente Alberto Fernández se olía desde el mismo viernes 28, el día del anuncio del entendimiento con el Fondo Monetario Internacional, que el kirchnerismo duro daría un sartenazo sobre la mesa y le dejaría solo. Ese mismo viernes por la noche, más precisamente a partir de las 22:25, la cuenta oficial de Twitter de la Casa Rosada replicó en posteos sucesivos las opiniones favorables de cada uno de los ministros del gabinete nacional. Luego, el sábado a la mañana, lo hizo con los gobernadores. Pasada la ola a favor, uno de los intendentes peronistas más importantes del país con contacto frecuente, a diario en realidad, en la Casa Rosada, llamó a uno de los hombres de primera línea del presidente, para hacerle un comentario:
- Falta un ministro en las repercusiones que juntó la Casa Rosada- le dijo a su interlocutor. Se refería a Eduardo "Wado" De Pedro, el hombre de Máximo y Cristina a cargo de la cartera de Interior, que no había posteado nada sobre el acuerdo, sólo el anuncio del discurso presidencial.
- Ni hables... que parece que Máximo deja la presidencia del bloque y manda a todos a votar en contra...- le contestó el asesor presidencial, uno de los importantes.
Esta conversación tuvo lugar el sábado por la mañana. El intendente se quedó rumiando intranquilidad. Pero no hizo olas. Desde ese momento, en el gobierno estaban esperando el mandoble. Por estas horas, ya pasadas las ocho de la noche de este lunes, Alberto Fernández está reuniendo a su círculo de confianza para analizar los pasos a seguir. Sólo interrumpió para dar una nota al canal oficialista C5N. Uno de los primeros en ingresar fue su jefe de asesores, Juan Manuel Olmos, un peronista porteño de aceitados contactos con el peronismo no kirchnerista, y un negociador. Ahora, todo es incertidumbre, aunque el presidente sabía desde el miércoles (así lo dijo en C5N) que Máximo no apoyaba este acuerdo.
La renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque no implica por ahora un decidido voto en contra de los diputados y senadores kirchneristas al acuerdo con el FMI. Pero la balanza se inclina por el lado del "no". Tampoco es posible que la oposición salga al rescate del presidente. No ahora. Está todo muy caliente. Uno de los principales referentes de la mesa de Juntos por el Cambio lo dijo clarito, en reserva, a esta columna: "Este país no va a cambiar si no logramos desterrar al populismo. Y eso va a ocurrir cuando el kirchnerismo se vaya escupiendo sangre... sino, van a volver..."
Hay quienes dicen que Alberto podría desistir de buscar el apoyo del Congreso al acuerdo con el FMI. Pero ello no sería posible. Desde 2020 Argentina tiene una ley, impulsada por el Frente de Todos, que se llama "Ley de Fortalecimiento de la Sostenibilidad de la Deuda". La votaron a poco de inaugurar su gobierno. "Dispónese que todo programa de financiamiento u operación de crédito público realizados con el Fondo Monetario Internacional (FMI), así como también cualquier ampliación de los montos de esos programas u operaciones, requerirá de una ley del Honorable Congreso de la Nación que lo apruebe expresamente" dice el texto. Es decir, si el nuevo programa se aplicase sin consentimiento de ley, cualquiera podría denunciarlo y judicializarlo.
No está claro por ahora si Cristina apoyaba la renuncia de su hijo y heredero a la presidencia del bloque del FdT. Pero el silencio del kirchnerismo duro respecto del acuerdo con el fondo, sonaba con la potencia de un alarido. La renuncia de Máximo a la presidencia del bloque -no a integrar la bancada- es un gesto de enorme peso político, tal vez mayor al que en su momento produjo la renuncia de Carlos "Chacho" Álvarez a la vicepresidencia de la Nación en tiempos de Fernando De la Rúa. Y deja al borde del vacío de poder al presidente Alberto Fernández, abriendo una crisis política de final impredecible en este momento. Recordemos la génesis de este gobierno. El sábado 18 de mayo de 2019 Cristina Fernández de Kirchner ungió a Alberto Fernández como candidato a presidente y se puso a sí misma como vicepresidenta. Desde entonces y ganadas las elecciones, el gobierno es bicéfalo pero el poder lo tiene ella. Y el intento de conformar al kirchnerismo fue uno de los máximos esfuerzos dialécticos de Alberto y sus ministros leales en las negociaciones con el FMI. Es obvio que no lo consiguieron. Ni siquiera en la conferencia de prensa de Martín Guzmán, cuando le tiró flores a Cristina en al menos dos oportunidades, reconociendo incluso el "enorme poder" de la vicepresidenta.
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Las cartas furibundas de Cristina, las renuncias masivas en el gabinete encabezadas por "Wado" De Pedro, las amenazas constantes de golpe interno, y ahora la renuncia de Máximo Kirchner a la presidencia del bloque del Frente de Todos, son saga de una misma serie: la de la implosión del oficialismo. No pueden resolver sus fuertes contradicciones internas. Y ello les impide gobernar con tranquilidad. Porque la voracidad del "relato" requiere todo el tiempo de frases altisonantes y medidas irresponsables.
El futuro es borroso. La renuncia de Máximo al bloque también es una oportunidad para el peronismo razonable y moderado, aunque el presidente deberá enfrentar unas sesiones clave cuando esté listo el acuerdo con el FMI con la Carta de Intención y el programa completo de facilidades extendidas. Si el kirchnerismo no lo vota, deberá recurrir a gobernadores, intendentes, algún aliado, y parte de la oposición.
Este martes, puede pasar cualquier cosa en la Argentina. Desde más renuncias, hasta que baje el dólar. El problema es cómo hará un gobierno con mucho menos poder, para domar una economía que sigue con la inflación desbocada, estancamiento y falta de inversión, 40 % de pobreza, y que además debe ajustarse para poder pagar la deuda al FMI.