La desmesura, el caos, los incidentes, la grieta, y el uso político desembozado de la simbología Maradona. Lo que vimos ayer fue el reflejo exacto de un país que fracasa en educar y formar en valores.
Tienen razón los que quieren irse del país
El éxodo de los jóvenes y de las empresas que buscan radicarse en Brasil, Uruguay y Chile fue uno de los temas del año. Un 2020 atravesado por la pandemia y el costo ruinoso de políticas sanitarias de restricciones facciosas de escasa utilidad. Hay que recordar que con una de las cuarentenas más estrictas del mundo, nuestras cifras de muertos y contagios de coronavirus están muy por encima de países que mantuvieron, por ejemplo, las escuelas y su economía funcionando.
Luego de ver ayer las imágenes del caos y de la profecía autocumplida de los incidentes, cabe pensar que aquellos que desde hace meses tratan de irse de la Argentina, tienen razón. Somos un país pobre de educación, valores, respeto. Y por lo tanto estamos condenados al fracaso. Esa pobreza abarca, claro, a buena parte de la dirigencia.
La forma en que el gobierno y en particular el kirchnerismo intentaron apropiarse de la simbología popular del fenómeno Maradona, causarían espanto y vergüenza ajena en países en los que el mérito, el trabajo, la solidaridad y el respeto social son valores importantes. No es "opinión", sino información: el gobierno ofreció la Casa Rosada para la despedida, lo que la familia aceptó. La estética y el relato se asemejaron y mucho al velorio de Néstor Kirchner en 2010. Javier Grosman, aquel ex director de Tecnópolis que organizó la "Fiesta del Bicentenario", las exequias de Kirchner, y últimamente la "Marcha de la lealtad" virtual y fallida del 17 de octubre último, quedó en medio de la organización de las despedidas y homenajes a Maradona que se harán en los estadios argentinos. Según Clarín, hubo una negociación entre Marcelo Tinelli, el gobierno y la AFA para ello. Hasta apareció en escena la productora La Corte, de Cristóbal López, en parte de la transmisión.
Los incidentes de ayer incluyeron un desbande generalizado afuera de la Casa Rosada, y luego adentro en el Patio de las Palmeras con corridas, gases, llantos, destrozos, insultos, barrabravas en cueros entrando a la Casa de Gobierno. Hubo balas de goma, azotes y peligro a metros del despacho presidencial. Un caos que empezó cuando el gobierno cerró las puertas de la Casa Rosada, a fin de que la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner, obtuviese esta foto:
Una imagen que profundiza la grieta en una cuidada escenografía que incluyó el cajón con el cuerpo de Maradona, los colores de las camisetas prolijamente acomodados con un aire a la "Patria Grande Socialista" en la que creen muchos militantes de la izquierda y del cristinismo, y la réplica de la Copa del Mundo que Argentina obtuvo en 1986. ¿A quién se le ocurrió? Antes, el presidente Alberto Fernández se había demorado en el ingreso a la sede del gobierno nacional, para hacerse "selfies" con la gente.
Es entendible el enojo de las miles de personas que no pudieron despedir a un ser querido este año. Y hace apenas semanas la imagen más potente que había dado la Argentina había sido la de aquel padre santiagueño ingresando a pie a su provincia, desde Tucumán, con su hija convaleciente en brazos. El Caso Abigail. La cargó 5 kilómetros en el colmo de los sinsentidos de la cuarentena.
El gobierno hizo lo que hacen todos cuando algo fracasa, que es culpar a otro. Al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, a la familia Maradona por la organización, a los hinchas, al que sea. Incluso hubo un tweet destemplado de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, denunciando la "represión" del gobierno de la ciudad de Buenos Aires. La misma repartición que hizo silencio sobre los varados de Formosa, sobre Abigail, sobre Facundo Astudillo, sobre los muertos por la inseguridad diaria, pero que recordó puntillosamente a Rafael Nahuel, el joven "asesinado en un operativo de Prefectura". Este fue el posteo:
De inmediato se encendió la grieta política de la que participaron muchos. Desde el propio presidente Alberto Fernández, pasando por miembros del gobierno porteño, el jefe de la UCR Alfredo Cornejo, el ministro Wado De Pedro, entre otros.
La Argentina es el país de los protocolos. Hay que cumplir media docena de regulaciones en su mayor parte ridículas para salir de una provincia y otro tanto para ingresar a otra. Hay protocolos para trámites sencillos... para ir al banco... para tomar un café, de hecho aún completamos declaraciones juradas inútiles para ello. Además fue el año en que no tuvimos clases presenciales ni siquiera en los pueblos en que no hubo contagios, porque alguien pensó que había que cerrar las escuelas para evitar el coronavirus. Sin embargo ayer se permitió todo. En estos días el gobierno debe decidir una nueva cuarentena. ¿Con qué autoridad le van a pedir a la gente que hagan alguna cosa o se priven de otra, después de lo que vimos?
Este fue el año sin aulas, sin amigos ni familias, sin cumpleaños, ni casamientos, ni fiestas, ni velorios. Pero la precariedad y la falta de empatía permitieron ayer cualquier desborde.
Para muchos estudiantes este será el año sin egresos. Con argentinos y argentinas cruzando el país -además- cumpliendo miles de protocolos para finalmente no poder despedir a sus muertos. Pero ayer apenas hubo un comunicado del Ministerio de Salud de la Nación pidiendo que la gente mantuviese la distancia de 1,5 metros. Por supuesto no ocurrió. La pasión no reconoce de cuarentenas. La falta de educación y de prudencia, tampoco. La imagen de una pareja colgando a su hijo chico de la reja de la Casa Rosada para saltar adentro, podría ser un buen ejemplo. Lo mismo que las cientos de fotos y videos de personas desbordadas, completamente enloquecidas, violando la intimidad de una familia en shock que trataba de velar a su muerto más famoso. Tuvieron que evacuar el cajón de Maradona y cerrar la Casa Rosada para que se calmasen los violentos , lo que no ocurrió, finalmente. La familia se hartó y cerró el circo, para tratar de enterrar a su padre, hermano, esposo, amigo. Ni siquiera en la crisis de 2001 en la que hubo decenas de muertos y heridos, grupos violentos habían intentado ingresar a la Casa Rosada como hemos visto ayer. Hasta el barrabrava Rafael Di Zeo se paseaba como si nada. Luego, en el medio de la autopista por la que se trasladaba el cortejo fúnebre, hubo decenas de personas en el medio de la ruta y a pie, tratando de tocar el vehículo que transportaba el cuerpo. Lograron quedarse incluso con un espejo de la carroza fúnebre. En ese cortejo no hubo muertos por milagro.
Los desbordes de ayer mostraron una cara francamente horrenda que nos identifica penosamente en el mundo. Luego, es imposible dejar de pensar que el mismo gobierno que "organizó" el velorio de Maradona y después culpó a otros por lo que no hizo; es el mismo que debe organizar un operativo de vacunación para unos 20 millones de personas, por lo menos.
El gobierno que ayer lució desorientado, ineficiente, aficionado y torpe en intentar obtener algún rédito político de la muerte de un ídolo popular, es el que se ha negado en concordancia con gremios afines a dictar clases como han hecho la mayoría de los países. Está el relato, y luego los hechos que son transparentes. Ayer, una cantidad importante de personas dejaron en claro -como nunca- qué pasa en un país en el que el 48 % de los alumnos que empiezan primer grado, luego no terminan el secundario. Perdemos a la mitad de los pibes y pibas en años "normales". Ayer, en Mendoza, comenzó el Congreso Pedagógico. ¿Alguien se enteró?
Afortunadamente para sus deudos, la familia Maradona pudo enterrar a su difunto con tranquilidad. Y miles de argentinos apasionados pudieron despedirlo en paz antes de que todo explotase.
Maradona se fue y con él una parte importante de nuestra esencia. A los vivos nos queda la responsabilidad de encontrar un rumbo. Muchos ya lo decidieron: es el aeropuerto de Ezeiza. Es inevitable pensar que tuvieron razón en irse y que -como país- no tenemos remedio, luego de décadas de destrucción del sistema educativo argentino entre gobiernos que no la priorizaron, y sindicatos dedicados a la política.
Ayer, vimos las consecuencias de aquel abandono constante.