Lo que amenazaba con ser un "toque de queda" extendido finalizó en una sugerencia tibia. Ni los propios confían ya en el encierro como prevención contra el coronavirus. Por que se fue gastando la credibilidad.
La soledad sanitaria de Alberto Fernández
La pintoresca idea de imponer un "toque de queda sanitario" por las noches en todo el país a causa del avance del coronavirus, se terminó convirtiendo en un boomerang político y puede que sanitario para el presidente Alberto Fernández. Ni él, ni su gabinete de expertos ni la línea de funcionarios de Salud encabezados por el ministro Ginés González García, pudieron convencer a gobernadores propios ni a intendentes, de clausurar las noches e impedir el funcionamiento comercial, gastronómico y turístico de 23:00 a 6:00, con el poco turismo que hay funcionando como se puede. Los caciques regionales prefieren correr el riesgo de la clandestinidad. El temor político a la desobediencia de la población, es evidente.
Los casos vienen en aumento desde el 5 de diciembre con niveles similares a agosto del año pasado, en pleno invierno y golpe de la primera ola de contagios. Ayer, jornada de anuncios, se cumplió el cuarto día consecutivo con más de 13.000 nuevos casos de coronavirus en la Argentina. La suba sostenida vino en paralelo a eventos públicos que fueron "limando" la autoridad del gobierno para asumir medidas sanitarias, desde la "despedida" a Evo Morales que protagonizaron el presidente Alberto Fernández y otros funcionarios sin distancia social, tapabocas, ni límites en cantidad de personas. Lo mismo ocurrió en una recepción al "dirigente ejemplar" Hugo Moyano. Luego vinieron innumerables marchas, entre ellas la del 17 de octubre para responder a "banderazos" anti K que empezaban a preocupar y que resultaron igual de "contagiadores" (llegado el caso) que cualquier otra manifestación en plena pandemia. Noviembre fue el turno del multitudinario velorio de Diego Maradona, que el gobierno nacional permitió intentando luego culpar al gobierno porteño por el descontrol y los desmanes. Los innumerables registros en fotos y videos de fiestas clandestinas por todo el país -también en Mendoza-, no contribuyeron a reforzar la autoridad. Lo mismo con las imágenes de las compras multitudinarias en La Salada para Navidad.
Ahora, el gobierno se quedó "sin mecha" para imponer nuevas restricciones y debió diluir el costo político, siempre que ello le resulte posible, luego de meses de fracaso sanitario. Es cierto que la Argentina no vio muertos apilados en las guardias como ocurrió en la primera ola europea. Pero llevamos casi diez meses de una de las cuarentenas más rígidas y extensas del mundo, de acuerdo a la medición del Rastreador de Respuestas Gubernamentales de Oxford-Covid-19. Y aun así somos el país 12 en contagios totales (más de 1,7 millones de infectados), estamos entre los 10 primeros en muertes (más de 44.000), y finalmente somos los que no logramos resucitar la economía. La pandemia se comió miles de comercios, cuatro millones de empleos (una parte se recuperó) y una caída que superará el 12 % en 2020, la mayor de la región y entre los países del G-20. La conclusión aparece sola: persistir en el encierro sería un extraño caso de empecinamiento terapéutico con el país.
La liviandad del conjunto de "sugerencias" del gobierno nacional a gobernadores implica también una admisión: han tomado nota de la destrucción económica causada por la cuarentena, y que hay miles de comerciantes que no están dispuestos a sufrir un nuevo derrumbe por las medidas sanitarias. Por ello y luego de días de deliberaciones, el gobierno nacional improvisó una salida poco elegante para "coparticiparles" a los gobernadores el costo político de volver a endurecer la cuarentena, generando nuevos impactos económicos a una población agotada. Así nacieron los nuevos parámetros para cerrar o abrir la actividad nocturna, o asumir nuevas restricciones, anunciadas ayer en función del crecimiento en la cantidad de contagios, y la cantidad de casos cada cien mil habitantes.
La curva de casos en la Argentina viene creciendo peligrosamente desde hace un mes. El país promedia hoy 261 casos por cada cien mil de habitantes. Los expertos del presidente habían aconsejado "cerrar" cuando ese número llegase a 150, lo que finalmente se incluyó ayer en el famoso decreto del "toque de queda". Es una de las barreras impuestas a los gobernadores, a los que se les dice en el decreto en tono de sugerencia que deberán priorizar las limitaciones nocturnas. Si los gobernadores decidieran hacer caso, deberían aplicar "toque de queda sanitario" en las provincias de Santa Cruz, La Pampa, Tierra del Fuego, Chubut, Neuquén, Río Negro, CABA, Santa Fe, Entre Ríos, Buenos Aires, Chaco, Córdoba, Corrientes y San Juan. Pero Córdoba, la CABA, y -sorpresa- hasta la provincia de Buenos Aires gobernada por el kirchnerista Axel Kicillof, tomarán medidas "ligth", o no aplicarán restricciones y buscarán "tercerizarlas" a los intendentes o buscar acuerdos con las comunas. Este es el caso de Buenos Aires, que mantiene bajo vigilancia a Mar del Plata y Pinamar, gobernadas por intendentes de Cambiemos.
Mendoza está en el grupo "rebelde" pero con una situación epidemiológica controlada. Tiene solo 71 casos cada cien mil habitantes por lo que está lejos de la "barrera" de 150 indicada por el nuevo decreto de Alberto. Pero atención, que la ocupación de camas de terapia intensiva pasó de 37 % a 50 % en una semana. Esa trepada del 37 % ha sido la mayor en ocupación de camas UTI desde una semana a la otra, desde que el informe es público.
En el cuadro siguiente, puede observarse uno de los dos datos centrales que el gobierno nacional tendrá en cuenta para que los gobernadores apliquen restricciones. Se trata de los casos cada cien mil habitantes. El número de "corte" es de 150:
Sin "armas"
Con la campaña de vacunación lanzada, el avance de casos y la proliferación de fotos y videos de jóvenes descontrolados y "apiñados" en fiestas ilegales y encuentros multitudinarios, pusieron al gobierno en jaque. Pero no fue el peor problema. La reticencia de los gobernadores de Córdoba Juan Schiaretti y de Mendoza Rodolfo Suarez más la de Horacio Rodríguez Larreta a asumir restricciones, demoró la firma del decreto. Luego, la mayoría de los gobernadores que no hablaron en la reunión que mantuvieron con Alberto Fernández el miércoles, o lo hicieron -salvo Suarez- para adherir a medidas duras de confinamiento nocturno, comenzaron a tomar ayer disposiciones diferentes a las conversadas en aquella reunión, o ninguna, como en el caso de Kicillof, quien parece empujar a los intendentes de la Costa a que se hagan cargo del problema.
Las "sugerencias" de restricción se toman bajo el supuesto un tanto insólito -pero al que la subsecretaria de salud Carla Vizzotti le dio credibilidad- que las "situaciones nocturnas" son en este momento el caldo de cultivo del coronavirus. El problema, como se sabe en Mendoza desde el inicio de la pandemia, son las juntadas ilegales, las fiestas clandestinas en la que casi todos los asistentes hacen caso omiso de las medidas sanitarias. Son fiestas sin distanciamiento social, ni tapabocas, ni higiene de manos. En las que miles de jóvenes se abrazan, comparten las bebidas, y se dan verdaderos "atracones de vida y de libertad", porque no saben en qué momento les van a cerrar la tranquera nuevamente.
No tiene asidero suponer que el aumento de contagios se sostendrá en el tiempo cerrando la economía que de noche es sostenida en los centros turísticos, por la gastronomía, el teatro, la hotelería, y los pocos espectáculos que se pueden desarrollar en pandemia-. No están allí los contagios, sino en las organizaciones "clande..." (Así les dicen los chicos) que replican decenas de fiestas por noche en todo el país.
Luego de diez meses de pandemia, el gobierno perdió varias batallas. No logró concientizar con la comunicación, dio "bandazos" todo el tiempo apoyados en mala información, como le ha ocurrido varias veces al ministro Ginés González García, no logró insuflar confianza en la vacuna rusa Sputnik V a la que los funcionarios decidieron abrazarse (tuit algo resentido del ministro jefe de gabinete Santiago Cafiero), y ahora no consiguió convencer ni a los propios respecto de qué hacer ahora cuando la pandemia se pone intensa de nuevo.
Desde marzo hasta aquí y especialmente en los últimos meses, la política sanitaria del gobierno nacional ha dado la sensación de haber resutado improvisada y chantapufi. De una administración que mantiene abiertos los casinos, pero cierra las escuelas un año.
En perspectiva, la idea de Suarez de dejar librado a los gobernadores el qué hacer, atentos a las particularidades de cada región argentina, terminó siendo para el presidente un salvoconducto, el único, que le permitió ayer firmar un decreto para intentar algo contra el nuevo avance del coronavirus.