La participación de Argentina en la Cumbre del Mercosur fue tensa, a pesar del histórico acuerdo con la UE. El ninguneo de Lula y esas ganas de confrontar siempre.
La extraña obsesión del Presidente, Lula y la tristeza não tem fim
Los mastines Milton, Murray, Robert y Lucas, bajo las órdenes de Conan "las Fuerzas del Cielo", conducen al Presidente en el entrevero que marca la agenda política.
¿Qué tienen en común Ángel Hugo Bargas, goleador del Chacarita campeón del 69´; José de Zer, el reportero experto en platos voladores; Yiya Murano; Celia Cruz; Chayanne; Gorbachov y Milton de Mambrú? Todos ellos están en la carpetita del Presidente.
Era una aficción que pocos conocían. Su habitación en la casa familiar del barrio de Palermo estaba tapizada de retratos de él y los famosos de la época. Los seguía, los esperaba durante horas en la calle hasta que lograba abordarlos y pedirles la fotito. De grande el hobbie fue creciendo y se convirtió en una obsesión que solo conocían los íntimos. Incluso, alguna vez los mastines habían interpelado a Karina, le habían preguntado si al fin y al cabo la determinación de él por ser Presidente había sido solo por ampliar su enorme catálogo. En esa ocasión ella esbozó apenas una negativa dudosa.
Tal era su devoción que llevaba la colección de fotos a todos lados en una carpeta misteriosa. No causaba demasiada intriga porque a fin cuentas era un jefe de Estado y debía llevar ahí papeles de gente seria. Pero debajo de las tapas de cuerina oscura que decían "Presidencia de la Nación" se escondía una especie de álbum de figuritas con fotos suyas junto a algún famoso. Tenía muchas, pero siempre redoblaba la apuesta y se ponía objetivos cada vez más difíciles y los iba a cumplir al precio que fuera. Incluso si era necesario romper las buenas vibras con los aliados comerciales y estratégicos de la región, como era el Mercosur.
Una de esas tantas chanzas de clóset que tiene la política, el Presidente era muy amigo de Edgardo Kueider. Se habían conocido en un club de imitadores y ambos tomaban cada tanto un brandy y se peleaban por política. Una noche, algo bebidos, el diputado nacional le apostó 200 mil dólares a que no se sacaba una foto con Lula Da Silva poniendo los dedos en V peronista. Si bien la idea le llenaba de escozor, esa foto era una perla para su álbum personal y además no estaba dispuesto a perder 200 mil dólares. Se dieron la mano. El desafío había sido aceptado.
Llegó a Montevideo con la carpetita bajo el brazo, como siempre. Saludó a los otros presidentes, se sacó un par de fotos que no le interesaban demasiado, no las iba a incluir en su álbum, estaba atento a que apareciera el brasileño. Ya había tenido un encuentro semanas atrás, en el G20. Apenas se tendieron las manos heladas, fue un momento forzado. En ese evento, el argentino no quiso posar para las cámaras, no tenía ninguna apuesta en marcha aún y detestaba a Lula ideológicamente. Ahora temía que ese gesto en esta ocasión le jugara en contra.
Los nervios le habían ganado y efectivamente ocurrió lo que siempre pasa cuando pierde su eje: se lo comió la ira. Su discurso en la Cumbre del Mercosur empezó con largo lamento sobre los axiomas neoliberalistas y delante de los presidentes dijo que el bloque no servía para nada.
"El Mercosur no solo no nos hizo crecer sino que nos ha perjudicado". También dijo que el Mercado Común del Sur fue "un escollo para los argentinos" y lanzó una provocación abierta contra Lula Da Silva por el "No al ALCA" de 2005.
Los mastines se agarraban la cabeza. Les costaba muy caro sus ataques de furia. El tono fue creciendo y terminó gritandole a los demás presidentes que debían "abrir los ojos" mientras tomaba entre sus manos la cabeza del paraguayo Santiago Peña y le expandía los párpados con los dedos. El hombre no se movía, tal era su sorpresa.
Ya nadie lo interrumpía, interpeló directamente al presidente de Bolivia, Luis Arce y le preguntó: "¿Sabe usted cuánto ha caído la incidencia del Mercosur en el comercio mundial? ¡1,8%!". Arce se quedó con las palmas hacia arriba, en un claro gesto de incredulidad hacia su par argentino.
Como siempre, la mano invisible de Karina hizo que finalmente cerrara su discurso que parecía más una declaración de guerra que una cumbre de países con intereses comúnes.
Lula, su objetivo, tomó la palabra. El brasileño ignoró por completo el panic show que lo precedió y fue a los datos: "Tras dos años de intensas negociaciones, tenemos hoy un texto moderno y equilibrado. La realidad global nos muestra que la integración fortalece nuestras capacidades. Nuestra agenda externa está posicionando nuevamente el Mercosur. Con el ingreso de Bolivia, el Mercosur se convierte en la séptima economía del planeta".
El presidente argentino había mordido todo el borde de su carpetita de figuritas. No iba a lograr el objetivo, estaba claro. Llegó el momento de la foto de la familia del Mercosur, uno a uno los mandatarios se formaron para posar ante los reporteros. Lula desapareció. Algunos dicen que Karina lo fue a buscar, casi para suplicarle, pero no hubo caso. Lula no se sacó la foto.
Estaba claro. El brasileño le devolvió la gentileza. El argentino se bajó de la foto del G20 y ahora Lula hacía lo mismo.
El viaje de vuelta fue realmente insorpotable. Llegó a la Rosada, revoleó la carpetita por los aires, se encerró en su despacho y no salió durante el resto del día.
A los mastines, el berrinche los tenía sin cuidado. Las relaciones bilaterales los ponía en jaque. Brasil es el principal destino de las exportaciones industriales argentinas, lo que hace que cualquier desacuerdo político tenga repercusiones económicas inmediatas. Las tensiones entre ellos podrían polarizar al bloque. Por un lado, líderes como Luis Arce y Lula defienden la integración regional, mientras que Milei podría alinear a Uruguay y Paraguay hacia posturas más flexibles, afectando la unidad del Mercosur.La insistencia de Milei en modificar o abandonar el Mercosur plantea un desafío existencial para el bloque, especialmente en un momento clave tras el acuerdo con la Unión Europea. Mientras Lula busca posicionar al Mercosur como un actor relevante en el comercio internacional, la retórica de Milei lo aísla del consenso regional y genera dudas sobre el compromiso de Argentina con los proyectos comunes.
Kueider pasó la tarde gastándolo por Whatsapp, aunque esos 200 mil dólares le iban a traer un par de problemas. Antes de irse a dormir, el presidente revisó el teléfono y vio un mensaje que provenía de un celular con característica de Brasil. Lo abrió. Lula, con una sonrisa burlona, le enviaba una foto posando con los dedos en V. Lanzó el teléfono contra el ventanal, atravesó el cristal y fue a parar al algún rincón oscuro de la noche ...
Continuará ...