La sentencia social puede ser mucho peor que la judicial. Por qué este fallo es importante.
Un fallo histórico y un soplo de aire fresco a las personas de bien
Desde este martes 6 de diciembre, la vicepresidenta Cristina Elizabeth Fernández de Kirchner (69) es una persona condenada por corrupción. Finalmente, luego de cuatro gobiernos kirchneristas casi completos y uno fallido de Juntos por el Cambio en el medio, un tribunal corporizó lo que fácilmente piensa una porción muy importante de los argentinos: durante los años de gobiernos kirchneristas hubo corrupción. Y llegaba hasta la cabeza del poder. Cristina podrá ahora despotricar en TV, "blanquear" operaciones sucias de inteligencia para justificarse, "sacarse" como esta tarde, quejarse de los jueces, de los medios, del Grupo Clarín, desquiciarse o aun mentir. Pero la verdad es que un tribunal de la democracia la condenó por fraude al Estado, en el desvío de obra pública al empresario Lázaro Báez. El mismo que una vez mostró sus bóvedas modificadas intentando probar su inocencia, hace ya muchos años, desde Santa Cruz.
Pasaron casi 20 años desde que el primero de los Kirchner asumió la presidencia de la Nación. Fue Néstor. Y aunque no se pudo demostrar la asociación ilícita, lo que se probó en este juicio es que la plata de la obra pública de la tierra natal de los Kirchner, iba y volvía por circuitos ilegales. Y que un empleado de banco modesto y casi pobre, registró una empresa constructora pocos días antes de asumir su amigo Néstor la presidencia, para transformarse poco después en el mayor contratista de la obra pública kirchnerista, por millonadas colosales.
Cristina no irá presa ahora ni nunca. Tiene apelaciones por muchos años, y el año que viene podrá ser candidata a lo que quiera, incluso a presidenta de la Nación. Tiene a mano el ejemplo de Lula Da Silva para darse ánimo en la adversidad. El presidente electo de Brasil sí estuvo preso por un presunto hecho de corrupción y sin embargo volvió a ganar. Cristina acaba de prácticamente gritar que no será candidata nada, que el 10 de diciembre de 2023 se irá a su casa, y que Héctor Magnetto (el CEO de Clarín) bien puede mandar a sus "esbirros" a meterla presa. Pero es el enojo. Ya se le va a pasar la furia, porque además el Frente de Todos la necesita.
Ahora, viendo el caso en perspectiva, lo que resulta más imperdonable en sí que el fraude, es que robaron la plata de los argentinos en un país con unos 17 millones de personas pobres. Muchos no comen todos los días. A todos les falta una de estas seis cosas: ingresos suficientes, o agua, o comida, o educación, o salud, o trabajo. Es por eso que las pruebas que juntó y expuso con prolijidad y precisión el fiscal Diego Luciani, fueron tan... lacerantes.
Administración fraudulenta en perjuicio de la administración pública. Latrocinio del Estado. Ese fue el delito. Ahora, puede que la condena pública resulte peor, más allá de un eventual triunfo de Cristina el año que viene si se presenta. Tras el fallo, es imposible no pensar en la máquina de hacer plata del ex vicepresidente Amado Boudou, en los hijos de Lázaro Báez y sus contactos contando dólares en "La Rosadita", en el ahora nuevamente condenado José López y sus bolsos de dólares revoleados a un convento, en la ruta del dinero K, en los hoteles "llenos" de los Kirchner que no compraban medialunas ni naranjas ni lavaban ropa blanca, y que según los fiscales fueron el ducto para cobrar el dinero que le desviaban a Báez. No se puede dejar de anotar los trenes chatarra, la inmensa fortuna de los dos secretarios fallecidos de los Kirchner, millonarios en dólares y propiedades en la Argentina y el extranjero. O a la ex ministra que guardaba plata no declarada en un armario en su oficina. Hubo de todo.
Las investigaciones a funcionarios, ex funcionarios, y personas reconocidas del kirchnerismo en el país son un medio centenar. Y ya tienen varios condenados. Cristina pasó a encabezar la lista de la "selección" de la corrupción. Hoy recibió una condena de seis años de prisión por administración fraudulenta. En libertad condicional siempre que cumpla ciertas condiciones va terminando su condena el ex vicepresidente Amado Boudou por el caso Ciccone Calcográfica (cinco años y diez meses). Otros condenados son Julio De Vido (causas "trenes" chatarra, Tragedia de Once, y Río Turbio), Ricardo Jaime (Causa Oil Combustibles, a cinco años de prisión y tiene otras en curso), y varios más: José López (bolsos), Felisa Miceli (plata en el armario), Romina Picollotti, Juan Pablo Schiavi, Sergio Uribarri, entre los más conocidos. No olvidemos a nuestro crédito local, el ex intendente de Guaymallén Luis Lobos, que se reconocía cristinista-peronista. Cumple prisión en San Felipe y está a punto de acordar en juicio abreviado su condena por enriquecimiento ilícito.
Sólo los muy fanáticos, los muy desavisados, o las personas cándidas pueden creerle a Cristina que hay una conspiración planetaria entre jueces, periodistas, empresas, el FMI, fiscales, el campo, la derecha, y la lista sigue, para condenarla. Incluso mostrando operaciones sucias de inteligencia parcialmente falsas o ciertas a medias (lo mismo da, es imposible saberlo ahora) el resultado para Cristina será malo. Si en algo fue eficiente el kirchnerismo, fue en mostrar la plata y la corrupción, sin tapujos. Es por eso que el fallo de hoy es un soplo de aire fresco para la democracia, para las personas de bien que se levantan todos los días a trabajar y no les alcanza el dinero, o para las familias que sufren su tercera generación de privaciones sin rendirse. También lo es para quienes todavía eligen creer que puede haber una justicia que funciona, que el país no es Cambalache, y que no da lo mismo robar, que no robar. Y que el que roba, sea presidente o vice, es condenado.
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