El oficialismo "barre" en las elecciones desde 2013. El resultado de ayer proyecta a la alianza más allá de 2023. Sin embargo, la agenda mendocina requiere de acciones impostergables. Un pantallazo sobre las fuerzas minoritarias.
Cambia Mendoza, poder consolidado pero con desafíos urgentes
En 2015 hubo un cambio estructural en la política mendocina. Ese año, cuando Alfredo Cornejo fue electo gobernador, el peronismo perdió bastiones clave de sus gestiones pasadas: Guaymallén, Las Heras, y Luján de Cuyo. Cambiaron de mano territorios donde luego la UCR con sus socios en Cambia Mendoza se hizo muy fuerte. Ayer, como antes en 2019 cuando fue electo Rodolfo Suarez y también en 2017, los triunfos en esos departamentos del Gran Mendoza, más Capital, Godoy Cruz y ahora Maipú, sustentaron una victoria electoral memorable. De esas difíciles de borrar. A pocos votos estuvo el oficialismo de doblar al Frente de Todos. Sacaron 220.000 votos de diferencia. Es demasiado. Hoy, en esta provincia no hay fuerza política capaz de ganarle a un oficialismo que en el Gran Mendoza gana por el 50, o 60 % de los votos. Tadeo García Zalazar, Ulpiano Suarez y Sebastián Bragagnolo lograron colocar cinco de seis concejales en disputa cada uno. Los primeros dos son radicales. El tercero es del PRO, fuerza que en su discutida alianza con los radicales de Cambia Mendoza logró meter cuatro diputados y dos senadores provinciales, y un diputado nacional.
El triunfo de Cambia Mendoza es un barril de monedas de oro, en el que pesaron los candidatos Alfredo Cornejo, Julio Cobos, Mariana Juri, la imagen de Rodolfo Suarez por encima del 70 %, y el trabajo de los intendentes. Algunos, como Marcelino Iglesias, Daniel Orozco, Tadeo, Yayo Suarez, Bragagnolo, Raúl Rufeil en San Martín, Héctor Ruiz en Junín, le dieron verdaderas palizas al peronismo. Además, en Maipú el PJ perdió por 14 puntos con el frente oficialista. Ahora Matías Stevanato deberá gobernar en minoría por dos años. Y Cambia Mendoza logró derrotar el poder de los Félix en San Rafael.
Semejante magnitud en la victoria conlleva obligaciones. Cambia Mendoza consolidó su poder y tiene hacia 2023 más expectativas, bien fundadas, de un triunfo que les permita retener la gobernación. El mayor éxito del actual gobernador Rodolfo Suarez fue mantener la provincia viva y con la economía latiendo durante la pandemia. Enfrentó para ello al gobierno nacional y a varios factores internos que militaban el encierro. Los intendentes de su partido y de la alianza lo acompañaron. Aquellos éxitos fueron enormes, pero puede que no sean suficientes para enfrentar el futuro. No bastará con señalar los errores del gobierno nacional, los disparates del kirchnerismo duro, la mala macroeconomía, la pobre gestión de Alberto y Cristina, o cómo nos discrimina el gobierno nacional en el reparto de los ATN. Dentro de Cambia Mendoza, en el corazón del poder, hay discusiones pendientes sobre distintas áreas de la gestión. Hará falta más obra pública con una más eficiente ejecución del presupuesto, la inseguridad planteará dilemas más duros que requerirán de mayor acción y de más cobertura territorial. La pandemia sigue y podría haber una tercera ola, tal como está ocurriendo en Europa. Y hay alrededor del Gran Mendoza 450.754 personas pobres, y 71.239 indigentes. Es cierto que la solución a los problemas de pobreza y empleo dependen más de la marcha de la economía nacional que de un gobierno provincial. Pero habría que hacer más. Hubo dirigentes radicales que se preocuparon por la puntería del peronismo en tramos finales de la campaña, respecto de asuntos clave. Desde esa perspectiva habría rumbos que requerirían correcciones.
El peor pecado que podrían cometer los dirigentes de Cambia Mendoza sería el de la soberbia, o creer que el enorme respaldo electoral es un certificado de deberes cumplidos. No es así. La tarea por delante es gigante, desafiante, y en una cuesta muy empinada. El próximo gobernador de Mendoza podría recibir una provincia más empobrecida, más allá del brillo del turismo, la gastronomía, el vino y las bodegas.
El peronismo sufrió una derrota dolorosa. Por la magnitud, porque no logró siquiera asomarse al 30 % de los votos, y porque perdió bastiones importantes como San Rafael y Maipú, donde habitan dirigentes que bien podrían estar en la grilla de competidores por la gobernación, como Matías Stevanato o Emir y Omar Félix. Habrá que dejar que baje la espuma, barajar y dar de nuevo. Sólo ganaron en sus distritos Roberto Righi, Fernando Ubieta, Flor Destéfanis, y Martín Aveiro. De los cuatro, es Righi, un peronista "productivista", quien aparecería con mayores apoyos internos de cara al futuro. Claro que el peronismo mendocino está hoy tan lejos de ganar una elección, como la Argentina de desarrollar una cura milagrosa contra el Covid. Pero algo es seguro. Esta derrota es coparticipable a todos los sectores internos, de un PJ que logró mostrarse unido hasta el final. No es la derrota "de Anabel", de "Alberto y Cristina que no los quieren en Mendoza" ni de los intendentes. Es de todos con lo bueno y lo malo que eso implica. Hoy, podría empezar otra película.
¿Perdió Mendoza su calidad institucional en esta elección? Algunos sostienen que sí. La Legislatura se queda sin representantes de la Izquierda, por caso, ni de "terceras fuerzas" de las varias que participaron de la elección. Sólo convivirán los bloques de Cambia Mendoza y del Frente de Todos en el Senado. Y en Diputados, aparece un legislador del Partido Verde, Emanuel Fugazzotto. Sólo él y Mercedes Llano, del PD "Jurásico", serán expresiones opositoras. Aunque habrá que ver qué recorrido harán los legisladores del PRO en los dos años políticos que tenemos por delante. Omar De Marchi no estuvo ayer en el búnker del Hotel Aconcagua. Tampoco Cornejo. Ambos tienen muchas citas en el Congreso esta semana. Pero anoche se cruzaron en el bunker de Juntos por el Cambio, donde estuvieron con Mauricio Macri, Horacio Rodríguez Larreta y otros dirigentes.
Hay que reconocerles a los principales dirigentes del Partido Verde, Mario Vadillo y Marcelo Romano, que lograron sortear las numerosas trampas dialécticas a las que los sometió la izquierda, que esta vez fracasó, y que supieron encontrar temas de campaña y consignas efectivas en temas sencillos y sensibles a la población, como la RTO, por ejemplo. La pregunta es si podrán constituirse en una tercera fuerza de verdad, o si se diluirán como pasó en su momento con "Fiscal" de Aldo Giordano, o más recientemente Protectora, la fuerza en la que José Luis Ramón y Vadillo fueron socios y que ahora quedó subsumida en el peronismo. Cabría darles crédito y apostar por lo primero, aunque fuere por la persistencia de algunos de sus dirigentes, que en todos estos años han sido parte de los colectivos del radicalismo o el peronismo, hasta que hallaron su lugar.
Puede que hayamos asistido a la extinción del Partido Demócrata como tal. Menos del 4 % de los votos es un resultado pobre para "Vamos Mendocinos", la alianza que contuvo al PD "oficial" que había saltado a la oposición tiempo atrás. El fracaso no es achacable sólo a los demócratas que no acertaron en la campaña ni en los candidatos. La idea de "Mendo Exit" se extinguió rápidamente con el escrutinio de ayer. Esta alianza que pregonó la libertad, terminó mezclando candidatos de primera línea, como la propia Mechi Llano, con barrabravas de escasa educación y dudosa convicción democrática. Insultar en Twitter y hacer asados no alcanza para sostener una campaña electoral. Tampoco el estilo "denunciador" de la política de los '80 al que apeló, por ejemplo, Gustavo Gutiérrez. Muchos demócratas conocidos se quedaron en Cambia Mendoza. En partidos nuevos, con grupos liberales, o con el PRO. ¿Cuántos más harán la valija para escaparle a la foto sepia de los demócratas de hoy?
Las elecciones de ayer consolidaron en Mendoza un escenario político al borde del bipartidismo, que convino especialmente al radicalismo y sus socios y al peronismo. La duda ahora es cómo se articulará este planetario particular con el mapa nacional. Allí, el presidente Alberto Fernández, desde la cubierta del Titanic y acosado por la inflación, los precios, la pobreza, y las dificultades para enderezar la economía; pide ayuda a los mismos a quienes echa la culpa de la actual situación y del peso de la deuda. Y dice que Cristina está de acuerdo.
La única certeza, hoy, es la del escrutinio. Lo que hay por delante es un futuro incierto y pleno de acechanzas, aun con un resultado electoral en todo el país, tan claro como el de ayer.
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