No habló del plan de vacunación. Se dedicó a fustigar a la oposición. Se aleja el acuerdo con el FMI, y se aferró a la agenda de impunidad de la vicepresidenta contra la justicia, medios y periodistas.
Un presidente provocador y desconectado de la realidad
Podría decirse que el presidente Alberto Fernández decidió cavar la grieta lo más profundo posible, olvidar aquello de ser "el presidente de todos los argentinos" que prometiera en su primer discurso ante la Asamblea Legislativa en 2019, dinamitar cualquier relación posible con la oposición, y aferrarse a una agenda anti republicana de la vicepresidenta Cristina Kirchner contra jueces, fiscales, defensores, periodistas y medios. Además, fulminó cualquier chance de un acuerdo con el FMI por la deuda de la que culpó a Mauricio Macri mandándolo a investigar, aunque ya hay una causa iniciada por Claudio Losano el 4 de diciembre de 2019 por el mismo asunto. Sin embargo, debe reconocerse que aquel crédito de 44.000 millones de dólares a devolver en tres años era impagable. Estos ejes del discurso del presidente ayer al mediodía ante el Congreso en la hora y cuarenta y siete minutos que habló, mostraron a un mandatario desconectado de la realidad, que mezcló ataques y anuncios deshilachados. Y que fiel a la biblia kirchnerista, dejó en claro que hará todo lo posible para gobernar sin críticas. Ni críticos.
El presidente se erigió en rector de la Justicia. Acusó al poder judicial de vivir "en los márgenes de la democracia", y que había fallos "llamativos". ¿Se habrá querido referir a las condenas a Lázaro Báez y Amado Boudou? Dijo además que había un fiscal "procesado" que "anda como si nada..." en referencia a Carlos Stornelli y la causa del espionaje ilegal con la que el kirchnerismo trató de contrarrestar la causa "Cuadernos". Lo dijo al lado de una vicepresidenta que está multi procesada por gravísimos hechos de corrupción. Desde un punto de vista institucional, los párrafos que el presidente dedicó a la justicia son en verdad de temer. Nadie entiende bien de qué reforma judicial habla el Jefe de Estado. Pero es fácil advertir las arremetidas contra la Corte, y la intención de agregar jueces y tribunales a través de organismos que bien maneja el kirchnerismo.
Persistió Fernández en sus críticas a la prensa. Furibundas. Descentradas. Intentando instalar la idea de que tras medios y periodistas hay oscuras operaciones, confabulaciones contra el poder, que responderían según su visión a intereses y fines inconfesables. Ayer, después del discurso, el Foro de Periodismo Argentino FOPEA rechazó las acusaciones del presidente, y otro tanto hizo Adepa, que nuclea a los editores. En el camino de una grieta más profunda el mandatario decidió montarse contra los enemigos de Cristina: la prensa independiente y la Justicia.
Llamó la atención que el presidente hiciera apenas una mención que luego coronó con risas incomprensibles, al escándalo de la vacunación VIP. Se lamentó por haber despedido a uno de sus ministros, pero nada dijo de la vacunación inexplicable de decenas de militantes de La Cámpora empleados en el Estado, por encima de personal de Salud y adultos mayores, que deben ser los vacunados en este momento. Sí se refirió el presidente a las críticas que recibió por el manejo de la pandemia, criticando con fiereza a la oposición.
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En lo económico, lo más trascendente fue el anuncio de que no habrá de momento acuerdo con el FMI, lo que deja absolutamente fulminado al ministro de Economía Martín Guzmán. La causa penal por la toma de deuda acusando a acreedores y deudores por administración fraudulenta, la distancia respecto de un acuerdo por la deuda, y el anuncio de mayores controles para tratar de domar una inflación que ya despunta poco alentadora para el bolsillo de los argentinos, anticipan una agenda económica y electoral populista, destinada a ganar las elecciones. Y después, vemos. Es llamativa la teoría que el presidente tiene respecto de la deuda. Supone que Macri tomó deuda para que sus amigos fugasen el dinero, los dólares, del sistema. Una teoría un tanto descabellada. Ayer, el último ministro de Economía de Macri, Hernán Lacunza, dijo que el stock de deuda bajó de 318.000 millones de dólares a 311.000 entre setiembre de 2018 y fines de 2019. Y que se pagó deuda anterior. En cada una de las alusiones de Alberto Fernández a la economía, olvidó prolijamente el desastre que dejó Cristina en 2015. Aunque ese pecado "de herencia" lo cometen todos los presidentes, menos los que se suceden a sí mismos como Néstor y Cristina.
Más allá de los asuntos puntuales que tocó el presidente en su discurso, lo que preocupa es que advertimos estar frente a un presidente destartalado, provocador, con cierto tono barrabrava y amenazante de aspectos esenciales de la libertad y la democracia. Desconectado además de la realidad. A los argentinos hoy les preocupa la vacuna, la pandemia, la inflación, las clases, y el trabajo. No la agenda judicial de una vicepresidente muy complicada por casos de corrupción.
Días atrás, el diario español EL PAIS hizo un editorial crudo y descriptivo de esta "enfermedad" que sufrimos los argentinos. La tituló "La crisis perpetua de la Argentina". En uno de sus párrafos más salientes y citando a Paul Samuelson dice: "Argentina es el clásico ejemplo de una economía cuyo estancamiento relativo no parece ser consecuencia del clima, las divisiones raciales, la pobreza malthusiana o el atraso tecnológico. Es su sociedad, no su economía, la que parece estar enferma".
Puede que el discurso exasperado del presidente sea como una profecía auto cumplida, y haya reafirmado el rumbo de un país que ya está para el psiquiátrico.