Sebastián Rodríguez fue condenado a 50 años de prisión, pero él asegura que es inocente. Las pruebas contra él son inexistentes y su desesperado pedido emocionó a propios y extraños.
El desgarrador pedido de un indigente condenado a 50 años de prisión
Sebastián Ariel Rodríguez fue condenado a 50 años de cárcel por el sangriento episodio en el que un grupo de personas copó una comisaría de San Justo, con intenciones de sacar de allí a un narcotraficante detenido, y por el cual una policía quedó parapléjica, y en las últimas horas su pedido desesperado hizo emocionar a propios y extraños, ya que asegura que es inocente e, incluso, las pruebas en su contra son inexistentes.
Rodríguez pidió pidió a la Cámara de Casación Bonaerense que no lo haga "morir entre rejas". "Me he mandado miles de cagadas, estuve 14 años preso, pero por causas de robo. El paco me había convertido en un zombi, yo era un zombi, pero en estos cuatro años me recuperé y ahora quiero vivir", les dijo Sebastián Ariel Rodríguez a los jueces del tribunal que revisará su condena.
Rodríguez fue condenado por el intento de toma de la Comisaría Primera de San Justo en 2018, cometido por un grupo camuflado como policías que intentó rescatar a un narcotraficante preso. Los asaltantes ingresaron disparando a la seccional, no pudieron liberar al narco, pero en la balacera hirieron a una oficial y la dejaron parapléjica.
"No estuve ahí, no tengo nada que ver con eso. No conozco a los pibes que hicieron eso", aseguró Rodríguez, en una declaración que tuvo momentos de extrema crudeza, a punto tal que conmovió a abogados propios y de otros condenados por ese episodio, quienes salieron lagrimeando de la sala de audiencias.
Ver: Un detenido por apedrear el despacho de Cristina cobra un plan social
El caso de Rodríguez es acompañado por el Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS) y por la organización internacional Innocence Project, que brega contra las condenas injustas y estuvo representada por su titular en Argentina, el ex fiscal Manuel Garrido.
Rodríguez quedó involucrado en la causa a raíz de escuchas telefónicas que mencionaban a un tal "Seba" como integrante de la banda que intentó liberar el 30 de abril de 2018 a Leandro David Aranda, detenido por narcotráfico.
"Ese Seba no soy yo", aseguró Rodríguez, quien además contó que una expareja del verdadero "Seba" lo contactó a través de las redes sociales para aportarle información sobre los hechos y la participación que le cupo.
Entre una serie de pruebas propuestas por la defensa de Rodríguez, a cargo del abogado Fernando Sicilia, esa relacionada con "Seba" también fue rechazada.
De momento, la única prueba presentada por el Tribunal para condenarlo es el reconocimiento de un testigo que aseguró haberlo visto unos minutos después del hecho en una parada de colectivos cercana a la comisaría.
Sin embargo, según detalló el diario Clarín, los horarios no coinciden, ya que hay una diferencia de media hora, y además el testigo aseguró que se tomó el 55 y que Rodríguez se quedó esperando el 406. Para la defensa es un dato llamativo, ya que cualquier persona que se esté escapando de un hecho de esas características se subiría al primer colectivo que llegara. Además, no quisieron pedir las cámaras de seguridad de la zona, ya que la parada está frente a un banco.
Incluso, durante el juicio, Gonzalo D'Angelo, conductor de uno de los autos, y el ya mencionado Aranda, presunto líder de la banda, aseguraron que el Sebastián Rodríguez que estaba en la sala no tenía nada que ver con el delito por el que se los juzgaba; que al verdadero lo apodaban "El Uruguayo" y nunca había sido detenido.
Ver: Detuvieron a una mujer que vendía planes de casas truchas en Mendoza
El alegato de Rodríguez fue pronunciado ante los integrantes de la Sala Segunda de la Casación Bonaerense, Ricardo Maidana y Daniel Carral, quienes en un tiempo no estipulado deben resolver si confirman o revocan la condena. En caso de que haya un empate deberá definir el camarista Víctor Violini.
Rodríguez, de 45 años, le confesó a los jueces: "Hasta ahora yo no viví. Dormía en un auto abandonado, a eso no se le puede llamar ‘vivir'. Uso una bolsa de colostomía, tengo los intestinos destruidos, pero ahora quiero vivir. No me hagan morir en prisión".