El encuentro previo en la casa de su asesino. Los testimonios. La premeditación. Un probable móvil del crimen.
Dudas y certezas a seis días del crimen de Luziano Moreno
Humberto Moreno fue el último familiar en ver con vida a Luziano "Lucho" Moreno (30), el periodista asesinado el jueves de la semana pasada cerca de las 14:30 por el ex empleado judicial Pablo Lorenzo Rivas Stewart Usher (27), a bordo del Volkswagen Fox color blanco del joven que terminaría muerto a puñaladas. Moreno acompañó a su hijo Luziano hasta el domicilio del asesino, en Godoy Cruz. Una vez que los jóvenes tomaron contacto, se fue caminando a su casa. Casualidad o fatalidad, ambos domicilios están cerca de Andes Talleres. Moreno ya declaró en la causa en la que se investiga el salvaje asesinato de Luziano. Quienes tratan con él apenas si pueden comprender cómo logra estar de pie. Su núcleo familiar ha quedado devastado por el asesinato de "Lucho".
Moreno había decidido acompañar a su hijo a la transacción que terminó en crimen, porque Luziano andaba con una gran cantidad de pesos encima, los $ 4.009.000 que llevaba en un bolso para cambiar por dólares.
Luziano iba a comprarle a Rivas los 22.000 dólares. Estaba juntando divisas para irse a España con su novia Julieta. Por el cepo y las trabas para acceder a dólares, "Lucho" compraba -cuando podía- a través de contactos "de confianza". Nunca operaba con desconocidos. A Rivas -oriundo de San Rafael- se lo presentó un amigo que ya le había comprado al sanrafaelino moneda estadounidense en más de una oportunidad. El joven intermediario, amigo de Luziano desde que eran niños, ya declaró en la causa, lo mismo que Humberto, el papá del joven asesinado.
El encuentro entre Pablo Rivas y Luziano Moreno no fue en la calle L. Suarez del Barrio Bombal de Ciudad donde ocurrió el asesinato, si no a varias cuadras de allí, en la calle F. Fader de Godoy Cruz, una arteria de sólo tres cuadras entre Belgrano y Los Álamos, paralela a Andes Talleres. Allí vive Rivas, al 345 en un pequeño complejo en donde ocupaba la unidad 2B, en un piso superior. Y hasta allí habían ido Luziano y su padre el jueves alrededor de las 13:10. El contacto había sido establecido por un amigo de siempre, de toda la vida, del joven periodista. Por eso Humberto Moreno, el papá de Luziano, confió, y se fue una vez que su hijo y el "vendedor" de los dólares se encontraron. En ese momento, Rivas les habría dicho que la transacción no se haría allí. Todo esto habría ocurrido cerca del mediodía. Sobre las 14:00, Moreno padre ya estaba inquieto, y poco después se enteró del asesinato, por los medios.
La investigación de la fiscal de Homicidios Claudia Ríos avanza rápido. No hay dudas sobre la autoría del crimen. De acuerdo a la reconstrucción que se hizo a través de testigos que vieron todo o parte de lo ocurrido, Rivas inmovilizó y atacó a Luziano adentro del auto. Antes, hubo una pelea y una discusión. Le dio diez puñaladas. Cinco de derecha a izquierda, y otras cinco en sentido contrario. Luziano alcanzó a arrojar por la ventanilla las llaves de su auto, pero ya estaba al límite de sus fuerzas. El asesino se bajó, rodeó el vehículo, corrió a Luziano al sitio del acompañante, puso las piernas de su víctima hacia adelante y arrancó. La policía lo capturó poco después en la calle Segundo Sombra de Godoy Cruz, casi el pie de un cerro. Había llevado ropa para cambiarse, dos cuchillos -usó uno para el crimen- una pequeña botella con nafta y fósforos. Aún tenía en el auto el bolso con los pesos y el cuerpo de Luziano que presumiblemente habría fallecido en el camino.
El policía de la UMAR que divisó a Pablo Rivas lo encontró cambiándose. Intentaba deshacerse de la ropa llena de sangre. Todo el tiempo Rivas tuvo la intención de asaltar a su víctima, y eventualmente matarlo y destruir las pruebas. Nunca llevó 22.000 dólares para venderle a Luziano.
A pesar de la claridad de los elementos principales del caso, hay algunos huecos en la historia. El primero, con qué argumento convenció Rivas a Luziano para trasladarse ambos, en el auto del periodista, al Barrio Bombal de Ciudad, hasta estacionarse en la calle Suarez. Y luego, la fiscal deberá establecer la premeditación -Rivas realmente planificó el robo y el crimen- y un móvil. Es decir, por qué este joven sanrafaelino ex empleado judicial y sin antecedentes criminales, había decidido matar.
En el perfil financiero y en las actividades de Rivas podría haber respuestas. Como informamos el sábado, el joven asesino era uno de los inversores de la plataforma Ganancias Deportivas, que es investigada en Mendoza por constituir un sistema de estafa del tipo "Esquema Ponzi". Fuentes sureñas confirmaron al Post que Rivas habría impulsado a miembros de su familia a vender bienes para colocar ese dinero en Ganancias Deportivas. Además cambiaba dólares, y se presentaba como trader de negocios financieros.
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Las cuentas bancarias de Rivas no tienen grandes novedades. Mantenía una deuda de 772.000 pesos repartidas entre el Banco Ciudad y el Banco Nación, con un alerta por falta de pago en los meses de abril y mayo de este año en el primero de los casos. Los cinco trabajos que tuvo, incluido el de empleado judicial al que renunció el año pasado "por razones particulares", le duraron menos de un año. El 80 % de su deuda era "sana". Es decir que en la actividad registrada de Rivas no aparecerían datos de utilidad. Pero no quedan dudas de que planificó el crimen. Horrendo, torpe, feroz, un desastre evidente e inocultable, tal como ocurrió. Les será muy difícil a los abogados Alejandro Cazabán y Marco Terranova, los defensores de Rivas, demostrar cualquier tipo de atenuantes, o de locura temporal. En el allanamiento a la vivienda de Rivas, el mismo día del crimen, encontraron cuchillos encima de una cama. Faltaban dos, los que se llevó para cometer el robo, y el crimen que pensaba ocultar. ¿Para qué llevaría sino, nafta y fósforos?
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Pablo Rivas ahora está en un penal provincial. Se negó a declarar, está imputado por homicidio criminis causa y robo agravado. Mientras que la fiscalía sigue recogiendo testimonios, a la espera de los datos técnicos de los celulares, y de una notebook que habría sido secuestrada en el domicilio del asesino. Los investigadores creen que en esos medios electrónicos podría estar la clave de este asesinato.