Si a medida que se gasta menos, se mejora el servicio estatal se está ante un proceso virtuoso. La roca que se rompió sirvió para pasar al otro lado, se construyó el túnel.
Teoría del túnel: destruir para construir
A Sergio Ramírez, que es Nicaragua y anda por ahí
"Esta destrucción de formas tradicionales, tiene la característica propia del túnel; destruye para construir"
Julio Cortázar, Teoría del túnel (1947)
Muchas veces me pregunto cómo viviría Julio Cortázar el presente nicaragüense. Ya en vida se fue alejando silencioso y discreto de su amada Cuba al ver cómo la revolución se había transformado en una satrapía. Él mismo fue puesto en cuestión por el régimen, que exigía unanimidad. Y Cortázar era ante todo un hombre ético, muchas veces ingenuo en la política, pero derecho. Por eso los últimos años depositó toda su gran esperanza en la revolución sandinista. Ha contado por ahí cómo entró en una avioneta clandestina a Nicaragua junto a su amigo el escritor Sergio Ramírez, el poeta y sacerdote Ernesto Cardenal y el jurista Oscar Castillo, los tres perseguidos luego por el régimen sandinista de Daniel Ortega, a quien el escritor argentino defendió con ahínco. Sergio Ramírez, el gran novelista Premio Cervantes, quien visitó Mendoza años atrás, hace pocos días fue despojado por el dictador de su nacionalidad, como si eso fuera posible. Además le han confiscado sus bienes, entre ellos su biblioteca. Ramírez fue vicepresidente de Ortega en los primeros tramos de la revolución que derrocó al régimen de Somoza. Seguramente Cortázar hubiera sido el primero en solidarizarse con su amigo Sergio, al precio de lacerarse una vez más con los filos de las liberaciones transformadas en autocracias. Ha sido muy aleccionador recorrer los silencios y las denuncias en diversos puntos del planeta desde que un grupo de más de 300 nicaragüenses notables fueron despojados de su nacionalidad por el régimen populista de izquierda. El gobierno argentino guardó un ignominioso silencio, como era esperable. Y el jefe montonero Mario Firmenich consiguió un conchabo, como también es esperable en una dictadura miserable como la de Managua.
Ese recorrido naif cortazariano por el mundo de la "geopolítica", como le gustaba decir a él mismo, lo llevó a ser un defensor a ultranza de Nicaragua. Lo hizo incluso poniendo el cuerpo como en aquel viaje en una avioneta Piper Aztec que le daría materia literaria para su cuento "Apocalipsis de Solentiname". Sea dicho que también en aquellos momentos el propio Ramírez participó de la una esperanzada revolución que se vio con mucha simpatía y que llevó a Cortázar a publicar en 1984 "Nicaragua, tan violentamente dulce". Sin embargo es notable contrastar el deficiente olfato político del autor de "Rayuela" con su gigante talento, formación e inteligencia no sólo para la escritura creativa sino para la reflexión estética y literaria. Sea dicho con claridad, la reflexión estética muchas veces echa luz sobre el devenir histórico cuando nadie lo ha hecho. Es que los poetas y narradores llegan muchas veces antes y con mayor profundidad y sutileza a las conclusiones de pensamiento que los politólogos, sociólogos e historiadores tardan más en elaborar.
El joven Julio Cortázar era profesor durante 1944 y 1945 en la Universidad Nacional de Cuyo mientras estudiaba y analizaba lo que estaba sucediendo en el mundo literario internacional. De esos años mendocinos de su experiencia, escribió en 1947 el ensayo "Teoría del túnel", que permanecerá inédito hasta después de su muerte y verá la luz recién en 1994. La tesis del libro es apasionante y estimulante para el pensar. La novela ha avanzado a lo largo de los siglos enriqueciendo la existencia humana a través de miles de lecturas pero ha llegado a veces a caminos estéticos sin salida. Según la teoría cortazariana a través de los hallazgos del surrealismo y el existencialismo el novelista moderno, el creador literario, dispone de herramientas que han dado un nuevo impulso al género que parecía agotado. Apareció entonces un escritor dinamitero, con vocación arquitectónica y con él Cortázar llega a un hallazgo estético que puede extenderse a otros campos de la actividad humana. Hay construcciones que se hacen poniendo ladrillo sobre ladrillo, pero hay otras, como un túnel, en el que es imprescindible destruir lo existente, horadar la montaña para atravesar la piedra hacia el otro lado. Alumbra esa idea fecunda de la necesidad de destruir, de romper, para construir. No se puede hacer un túnel para traspasar una cordillera sin romper algo dado, la roca, a fin de conseguir ese pasaje anhelado.
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Quizás a la Argentina le haya llegado esa hora. Se han hecho innumerables experimentos de gobierno y lo que los caracteriza, como a la novela tradicional que ponía en tela de juicio Cortázar, es que se acumula sobre lo existente, sin animarse a desmontar lo que ha fracasado. Por eso se esconden los fracasos y se le tienen miedo pánico a las mediciones, las evaluaciones y las evidencias. Donde se encuentra un camino sin salida se abandona el intento de ir más allá. El gran hallazgo del ensayo cortazariano es la idea de romper para construir. Hay que desmontar instancias de la vida social que funcionan mal, que son dañinas, no basta con dejarlas como están y crear otras nuevas con la ilusión de que serán suficientes. Si no se horada la piedra no hay túnel y por lo tanto no hay traspaso al otro lado.
Esta semana, por ejemplo, el Consejo Empresario Mendocino (CEM) elaboró un nuevo estudio sobre el tema fiscal de la provincia. Entre sus puntos sobresalientes plantea necesario "asegurar que el tamaño del Estado provincial sea financiable para el sector privado. Luego de una década de crecimiento, hasta representar más del 25% del Producto Bruto Geográfico (PBG) en 2015, y su posterior amesetamiento en esos niveles entre 2015 y 2019, el peso del Estado en la economía local inició un sendero de paulatina contracción hasta alcanzar el 23% del PBG en 2021, último dato oficial disponible. Nótese, empero, que esta participación alcanzaba el 12% en el año 2004". Y más adelante agrega: "En Mendoza, los años de desequilibrios fiscales, de incremento en el impuesto a los ingresos brutos, de gastos creciendo muy por encima de los ingresos, de un gasto fiscal que parecía no tener límites, quedaron atrás. Es importante entonces destacar que: 1) el gasto público es relativamente inflexible a la baja, por lo que una vez que el gobierno decide aumentarlo, lleva muchos años racionalizarlo nuevamente; y 2) los desequilibrios fiscales no se resuelven con más impuestos, sino apelando al orden fiscal, a una carga tributaria que no reste competitividad al sector privado, a la eficiencia del gasto y a la vigencia de reglas de responsabilidad fiscal."
Traducido esto implica que la irresponsabilidad de haber llevado de aquel 12% del PBG de 2004 el peso del gasto del estado a 25% en 2015 es algo que se hace fácil pero hipoteca el futuro porque es mucho más difícil bajarlo. Hacer populismo es simple y muy dañino. Gastar más de lo que ingresa tiene sus costos futuros. Para ordenar las cuentas se necesita horadar piedras, remover obstáculos y por eso es altamente valorable cuando el déficit se logra amesetar y luego empieza a bajar con lentitud, como lo viene haciendo. Concretamente, y para que se entienda, se gastó más sin mejorar lo que se le da al ciudadano. Si a medida que se gasta menos, se mejora el servicio estatal se está ante un proceso virtuoso. La roca que se rompió sirvió para pasar al otro lado, se construyó el túnel. Un ejemplo clarísimo está en el empleo público. Desde el advenimiento de la democracia hasta 2015 la plantilla de personal estatal creció indefectiblemente, sin que se brindaran mejores servicios porque la razón del crecimiento era clientelar y no de buen funcionamiento. Cada una de esas personas que ingresó sin que fuera necesario es un problema por más de 30 años, hasta que se jubile. Con lo cual ese ladrillo mal puesto, en una pared innecesaria, favorece a un individuo y perjudica al conjunto que recibe menos servicios, menos obras, menos atención de salud, menos inversión educativa y de seguridad. Porque nunca hay que olvidar que los recursos no son infinitos y que una cuenta abultada del estado es el salario estatal.
En educación hay ejemplos de cómo haber tenido el monopolio de la alfabetización durante años centrado en la psicogénesis, inmersa en un cóctel explosivo de no evaluación, de desorden de la vida escolar, de tolerancia a la indisciplina y las faltas sistemáticas de los protagonistas del sistema educativo, alumnos y docentes, produjo un deterioro en los aprendizajes que ocasionaba admiración pero no acciones. La apertura a un programa que tuviera en cuenta la conciencia fonológica en los aprendizajes permitió empezar a tener resultados que se van afirmando a medida que se evalúa y se aborda a las trayectorias más débiles a las que se tiene identificadas. Pero a eso hubo que sumarle acciones como nuevos regímenes de presentimos docente y de alumnos, de disciplina escolar, de evaluación, es decir de orden del sistema, que se consolidó con la implementación del GEM, un sistema nominal, digital en tiempo real, imprescindible para gobernar el sistema con eficacia y mejorarlo. Hubo que horadar para construir el túnel que permitiera avanzar. Es decir se trata no sólo de agregar sino de destrabar, de picar la piedra que se interpone y no deja opción para mejorar.
A nivel nacional se repite el mismo dilema con vistas a las elecciones octubre. El asunto es todavía más peliagudo por la complejidad de los temas, por eso para que el futuro sea mejor se necesita de una gestión con liderazgo dispuesta a dinamitar intereses corporativos, privilegios, cogobiernos sindicales de los sistemas de educación, malformaciones varias, como la tolerancia o aliento a problemáticas gravísimas como el narco o las ocupaciones de autopercibidos mapuches de territorio nacional, por sólo recorrer algunos ejemplos. Y todo eso en un contexto de malformaciones populistas que hay que desandar, desarmar, remover para construir el túnel que lleve a otro lado, que salga de la decadencia. Ese creer que se va a construir el pasaje al desarrollo como Nación con controles de precios para combatir la inflación y una batería de eslogan para gobernar sin aceptar las realidades muestra cuál es el camino. El contrario del que se ha llevado hasta ahora. No sólo hay que pegar ladrillos sino estar dispuestos a enfrentar y tirar escollos para construir futuro. Es inevitable que sea con la resistencia feroz de minorías intensas. Por eso hay que preparar el conflicto para enfrentarlo con éxito y no rehuirlo detrás de supuestas buenas intenciones.