Tesis 11 sobre jalowin
Toc toc toc...
Hola! Qué tal! ¿Cómo le va señora? Somos un grupo de cadáveres. Estamos muertos. ¿Su marido vive? Le presento al elenco que me acompaña:
A él, Ricardo, le falta un brazo.
A él, Octavio, le dicen forúnculo le falta una pierna.
A ella, Mariela, le sobran tres orejas y tiene cinco;
... y a mí me falta la cabeza ¡no se vaya a asustar señora! lo que tengo es un zapallo encastrado. Me lo encajó mi tío Horacio. Se enteró perdí la cabeza, él estando en la misma feria. Mi tío Horacio es pulenta. Me trajo un zapallo de cabeza de la feria de frutas y verduras donde acarrea camiones a las cinco y media de mañana. Mi tío es changarín y si yo le pido me trae la feria entera.
¡Somos de jalowin señora no se asuste! Cadáveres argentinos nacidos y criados en las zanjas nacionales. En los descampados más desiertos, en las orondas lagunas que aquilatan al bosque pétreo. Nacimos en los quebrachales bordeando la salamanca. Nuestros padres, nuestras madres. Le dieron el alma a cambio. Pero esta noche somos los de jalowin de acá. Mire cómo le saco el brazo a Mariela. Se le suelta ¿vio? Lo tiene dislocado. Es que trabajaba en el circo: trapecista, cinco orejas. El circo del descampado, el circo de los perros y gatos. El circo que nunca muere.
No se asuste Don Humberto que pensé estaba muerto ¡somos los cadáveres del barrio! Nos mataron hace 11 años y hemos retornado por el vuelto. Los dulces de nuestra infancia. Los juguetes de madera y corcho. No se asuste por estos niños fantasmas que lo rodean Don Humberto, son niños muertos, y los muertos niños solo asustan, es lo que les queda en su patrimonio para desplegar el miedo. Hemos comprobado por bien muertos, que al miedo los hombres y mujeres temen, a lo único que adoran, al miedo le ponen velas.
Tenemos sorpresitas. Ojo, nada que agrave la situación. Un circo es una revelación cuando llega a la comarca embrujada. Llega con sus camionetas y camiones amontonando artistas y bichos hermosos traídos desde el África misma en fondo del furgón; se sabe, para la delicia de los más pequeños que gustan de elefantes y leones, también vendrán las momias blancas y las momias negras ¿las entradas Don Humberto? Gratis para el niño y un solo adulto, la madre. Los padres y los tíos pagan. Así se sostiene el circo ¿me entiende Don Humberto? En el barrio -lo sabemos-, no han llevado a los niños cuando estuvo el circo vez pasada, por eso le pregunto si ha ocurrido algo Don Humberto ¿su esposa vive o está muerta?
¡Ansiedá! Eso mijo, ansiedá es lo que tengo, ansiedá es lo que padezco.
Pero Don Humberto ¡ansiedá de qué! ¿Qué es la ansiedá Don Humberto? nosotros estamos muertos y no sabemos nada de eso.
Ansiedá mijo que ni preparar uno un mate puede. Ansiedá de esperar. Como viejo que soy, esperando estoy a la misma suerte, a la misma muerte, y a los que esperamos nos da ansiedá mijo. Eso es la ansiedá: esperar. Unos tiritones que ni se notan, unas paranoias que ni le cuento mijo. El santo día traspirando. Churretera en verano, cólicos en invierno.
Bueno Don Humberto, pero le estoy diciendo que llegó el circo, nosotros somos de jalowin ¿ha escuchado hablar de la noche de jalowin? Venimos a dar alegría disfrazada de miedo, y con todo lo que me cuenta ¿qué le pueden hacer estos niños fantasmas que conforman mi elenco?
Griselda andá pal fondo que tengo que hablar con estos niños. Griselda acordáte que hoy viene la curandera a las cinco de la tarde; ah! y decíle al abuelo se levante, que no se haga el muerto porque no tenemos ni pal cajón del cuerpo.
Ahora sí... jalowin. Los escucho niños.
Gracias Don Humberto. Le cuento.
Jalowin es una fiesta de la noche Don Humberto, una fiesta en la penumbra, en el umbral del sueño de los muertos. Las casas dejan a los niños, los niños arremolinados en el ilimitado llano se confunden y es por eso que las casas vuelan por los aires desarmadas, puertas y ventanas, camas y frazadas, van a perderse entre las nubes que por las noches no se ven tan claramente.
Asome hacia arriba Don Humberto, mire vea, la negrura de la noche sin estrellas ¿No le dice nada Don Humberto háyase poblado el cielo de aves carroñeras, encapotado al punto de una tormenta negra?
En la tradición son golosinas, dulces, guevaditas pa los guachos. Nosotros no somos cipayos Don Humberto, andamos calzados hasta los dientes, tenemos chumbos de juguete, tumberitas pa cuando se hagan las doce de la jalowin ¿comprende Don Humberto? Estamos muertos, somos cadáveres nacionales, niños de calavera, hueso, ya nadie sufre por nosotros, ésta es nuestra noche de un negro día que puede cambiar su vida para siempre, la suya , la de su señora Griselda y la del abuelo dormido muerto.
¡Salgan payá! No molesten a mi viejo Humberto que se está recuperando y anda medio tarambana de la mente. Un gualicho de unas viejas porfiadas de la vuelta se lo hicieron ¡No vengan a esta hora! Humberto debe descansar, no vengan con esos cuentos que llamo a los zanguangos los espante. ¡Salgan niños piojosos del zaguán y no pisen más mi rancho!, que mi viejo Humberto anda mal del corazón y con cualquier susto le da un infarto, y no estoy acomodada para un responso. Y mucho menos pa ponerme hacer un cajón de muerto pa mi viejo y querido Humberto.
Echó a los niños la señora Griselda, echó a los niños de su puerca puerta. Los perros pulguientos muertos en el zaguán no ladran ni dicen ni mú, perros sordos, ciegos y mudos. Perros vagos y harapientos. Perros apelechando han inundado los sillones y las camas de la señora Griselda y Don Humberto.
No le da vergüenza nada a la señora Griselda. Ella cuida de su esposo, que no está para más sustos. Cómo no la vamos a entender a la señora Griselda. Si su marido muere, si el abuelo palma, los cajones de muerto se los harían los niños muertos. Ellos juntan las maderas, también momifican con papel higiénico y cola de carpintero porque son apasionados del Egipto negro. Lo aprendieron experimentando con el cuerpo descuartizado de las palomas por un viejo zapatero, después probaron con insectos, ahora pueden, tranquilamente, momificar a Don Humberto y al abuelo muerto, si es que no se levantara de la cama por los dichos de su esposo, cuando Griselda le avisara de la curandera de las cinco.
Pero los niños no se quedarían de brazos cruzados. Les presenté aquella vez a mi elenco ¿Ricardo no habla por la falta de un brazo? Eso no sería lógico, se pensará sin embargo a nadie se le puede reprochar hable o calle cuando le faltase un brazo. Se erigiría un aire de respetuoso luto por el brazo inexistente. Al brazo de Ricardo lo enterramos en una ceremonia austera con los niños del barrio y de otros conocidos de otros barrios que se enteraron que al brazo de Ricardo íbamos a sepultar luego de amputarlo antes llegara el circo.
Cristiana sepultura por un brazo. Ricardo mete miedo y respeto. Por la cara de las señoras que nos atienden en las puertas parecería les da espanto verlo. ¿Ponen cara de asco porque del muñón del hombro, a Ricardo le sale gangrena? La gangrena es su utopía, pero las viejas se vuelven locas con la fantasía de la putrefacción del hombro de Ricardo. Lo que le supura por el sol y los movimientos al Ricardo del elenco, a las viejas porfiadas de la vuelta, las del gualicho a Don Humberto, las hace vomitar del encantamiento. Las asustamos con la infecta de Ricardo ¡les da miedo y se desmayan y los viejos de las casas con el azadón salen a corretearnos! Pero se tiene que saber: Ricardo, es puesto fijo en el elenco.
¡Qué decir de Octavio! Nuestro pollo. Si bien le falta una pierna, confunde al verlo si es la derecha o es la izquierda. Octavio habla gutural. Tiene una caja acústica en el pecho. No se sabe si habla por la oreja o por el agujerito que tiene el cuello. Todo ocurrió por una bala perdida. Está muerto, muerto por ella, la bala que doblo la esquina y encajó en la pierna de nuestro pollo, hoy fantasma delicado y bailarín, Octavio de la Croquette. Murió desangrado en la esquina del almacén de Doña Ñaupa. Frente a las carpas del circo fueron juntándose los de las esquinas y luego los de las diagonales, cuando llegaron los de las avenidas rectas, fue un vendaval el responso de Octavio, ¡míre lo que le cuento!
Se juntaron dos vecinos y medio, ¡todos estaban durmiendo! o muriendo como el abuelo en la casa de Griselda y Don Humberto. Pero, en este caso, no estaba muerto Octavio, estaba de parranda. De parranda larga con Nicanor Parra. Octavio sin su pierna y muerto es la delicia de las niñas del convento. El único convento de monjitas que se instaló hace añares en el barrio.
De allí salen con buenos modales, pero con retorcimientos morales a la hora de la tentación. Bueno, Octavio muerto y sin una pierna fue víctima de la necrofilia de las monjitas sueltas. Lo ultrajaron así muerto en un escaparate de almacén cuando compraban maíz para los pollos. Y como Octavio era nuestro pollo, se lo quisieron comer luego de practicar su pervertida necrofilia sobre su cuerpo.
Que si Mariela no está en el elenco, no es elenco. Mariela tiene el poder de hacer girar con el viento sus cinco orejas, gracia y asombro de los niños, miedo del viejerío de las plazas, espanta y vuela, los colores de las orejas de Mariela van a tono con la moda, por eso las niñas más chicas no le tienen miedo a nuestra Matajari del elenco.
Fue una tarde sanguinaria. Ella caminaba bordeando un arroyo. Cinco perros pendencieros hincaron sus dientes en el cuerpo de Mariela. Está muerta pero no parece. Es un fantasma producto del hiperrealismo santiagueño. Un fantasma de fondo negro que por las orejas por las noches tira fuego. Es un espectáculo que no tiene precio.
¡Es una noche Don Humberto! Es una noche sola ¿Nos escucha? Estamos aquí, muertos en su ventana. Por donde entra el viento, pero por donde también entra el diablo Don Humberto.