Las cajas de Pandora que se están abriendo en los últimos tiempos dejan a la luz las contradicciones de instituciones tan claves para el país como las universidades. Sus números en muchas áreas son difusos y no contribuyen a ver si cumplen bien con su papel esencial.
No es lo mismo el periodismo chavista que los físicos del Balseiro
"Desde hace muchos años, la sola mención del Instituto Balseiro constituye un sinónimo de orgullo nacional".
Guillermo Jaim Etcheverry, prólogo a "J. A. Balseiro, crónica de una ilusión"
La cultura griega sembró de ideas, misterios y sugestiones al resto de las culturas occidentales. Basta, por ejemplo, apelar a la Caja de Pandora para abrir un universo de significaciones. Ese panorama se enriquece si se bucea un poco en los mitos. De la caja (originalmente era un ánfora) abierta por Pandora afloran males para los hombres. Cuando logran cerrar el recipiente en el fondo sólo queda la esperanza. Nietzsche creyó que la esperanza es el peor mal porque perpetúa las penas en vez de instar a enfrentarlas y resolverlas. Julio Cortázar llegó a contestar en una entrevista que la esperanza es "esa puta que va vestida de verde". Es sabido que para el Cristianismo es un valor positivo. La especie humana ve el mismo fenómeno de modos contrapuestos.
Pandora es la primera mujer. Surge en la Edad de Oro a un mundo de los Dioses presidido por Zeus. Ese cosmos es habitado sólo por hombres que viven sin problemas. Ese estado ideal se rompe cuando Prometeo desafía a Zeus y lo engaña con la comida y luego le roba el fuego para devolverlo a los hombres. El dios supremo se encoleriza y se venga. Envía a la bellísima Pandora a seducir a Epimeteo, hermano de Prometeo. Cuando se casan ella recibe de regalo una tinaja con la indicación de no abrirla. Pero también le han dado el don de la curiosidad y la primera mujer remueve la tapa. Surgen así todos los males. El mito lo que hace es describirles a los seres humanos cómo es en verdad la realidad: un escenario plagado de dificultades y sinsabores. El tiempo anterior, ideal, dorado, sin complicaciones, queda enterrado en el mito inicial.
Prometeo significa "el que piensa antes, el astuto, el sagaz", en cambio Epimeteo es "el que piensa después de actuar", desatando fuerzas imprevisibles. Prometeo le había advertido a su hermano que no aceptara regalos de Zeus. Pero Epimeteo se deja seducir por la belleza de Pandora. El desafío del astuto, cuando no guarda la prudencia adecuada, conduce al mundo de los impulsivos, los atolondrados, los imprudentes. Pero aún el más inteligente, como Prometeo, se convence de que va a poder engañar a Zeus. Es decir que va a ser más astuto que la propia realidad con sus reglas de hierro.
En los últimos tiempos se están abriendo cajas de Pandora por doquier, en la medida en que el gobierno de Javier Milei encara sus batallas, que unos consideran funestas y otros liberadoras. Sobre eso no hay acuerdo posible, como en una tragedia griega. Por ahora son cajas selectivas, pero más de una esconde conflictos graves y que se arrastran hace años, como las universidades, las jubilaciones, la AFA o Aerolíneas Argentinas, por dar los ejemplos más sonados últimamente.
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La selectividad en la elección de qué cajas abrir puede ser atribuible a las limitaciones de poder que le dan al gobierno sus pocos legisladores o a la dificultad de encarar demasiados conflictos a la vez o a la diversidad de poder de los lobbies que inevitablemente se encienden ante los embates. O a todas estas razones a la vez. Pero lo cierto es que muchos de quienes apoyan esta revisión general ven con desazón como se evita ir a fondo en temas como los irritantes privilegios empresarios en Tierra del Fuego o las castas sindicales, por sólo dar dos ejemplos notorios. El bloqueo del proyecto del diputado radical Martín Tetaz para limitar el poder de los sindicalistas es incomprensible o muy comprensible, depende cómo se lo lea. ¿Los temas que se detienen o no se encaran siguen en agenda y se dilatan o simplemente no se tocarán nunca más? Es un enigma en una gestión centrada en la macroeconomía, sintetizada en la lucha contra la inflación a través de la puesta en caja del déficit fiscal. Temas que deberían estar por encima de una cuenta de ingresos y egresos se empantanan a la hora de debatirlos en un fango que impide cualquier mirada profunda.
El ejemplo más saliente de esta aporía, en términos griegos, es decir la imposibilidad de pasar por la puerta que llevará a otra instancia, está en las universidades. El debate ha quedado circunscripto a un problema presupuestario, de fondos para funcionamiento e incrementos salariales por un lado y de auditorías de lo que se gasta por el otro. Esta caja de Pandora, sin embargo, al ser destapada ha puesto a la consideración pública una agenda mucho más compleja, rica, difícil de encarar y, si se quiere, apasionante. Lo grave es que la dinámica de la pelea lleva a los dos grupos en pugna a ver todo en blancos y negros. Una visión binaria, una cuenta de suma cero se ha apoderado de la discusión. Se utilizan ejemplos cruzados para descalificar al otro. Los verdaderos problemas no son considerados. Y peligrosamente tiende a obturarse la posibilidad de encararlos.
Si se hiciera el ejercicio de satisfacer mágicamente los incrementos salariales y los fondos para funcionamiento y a su vez se auditaran a fondo las universidades, ¿mejoraría algo para el país en cuanto a lo que puede y debe esperar de su más alto y sofisticado eslabón educativo? No, porque los principales déficits están en otros aspectos. Los salarios se deben acomodar, sin dejar de tener en cuenta que ese problema se da en medio de una retracción económica fenomenal de todos los sectores, los fondos para funcionar se deben garantizar y las auditorías se deben hacer minuciosamente. ¿Y después?
Lo que debería venir es casi todo. Es más, el conflicto es sólo el primer escalón de una larga escalera. La agenda económica debería estar enfocada a mejorar la calidad de la inversión, de la que hoy no se rinden cuentas. Difícilmente una auditoría la ponga a la luz. Se puede gastar en regla y hacerlo muy mal. Ejemplos sobran. Si para algo ha servido la contienda es para dejar a la luz muchos puntos que deberían estar en cuestión. El principal es si la enorme inversión que afronta el conjunto de la sociedad en el sistema universitario le es devuelta con lo resultados que esa sociedad requiere. Hay quien cree que sí y otros que consideran que está muy lejos de lograrlo. Los primeros tienden a ver el universo desde su posición individual, entre los segundos están los que se animan a ver sistémicamente. Sin desconocer los casos personales, pero sabiendo que no muestran ese conjunto.
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En primer lugar habría que decir que hablar de "la universidad" es distorsivo e injusto, porque hay "universidades", cada una con condiciones, historias y situaciones muy diversas. Incluso con facultades hacia el interior muy dispares en su resultado. De allí que lo primero que queda a la luz es que la información es demasiado escueta y poco discriminada. Y la que hay es de difícil acceso. No permite trazar un mapa con matices dentro del sistema. Esto lleva a que lo malo se camufle en lo bueno. Y viceversa. De acuerdo al lugar desde donde se lo mire.
Ha quedado a la luz con el debate que el famoso Siu Guaraní es un sistema muy deficiente de información. Para 2022 registra 40,6% de alumnos regulares con 2 o más materias aprobadas, 21% con 1 materia o menos y 38,4% de "estudiantes sin información sobre materias". Que a esta altura de la inteligencia artificial se esté hablando de datos de 2022 y con esa imprecisión es inaceptable. Podría ser un conteo preciso en tiempo real. Pero hay que tener voluntad de hacerlo. Que además haya casi un 60% que está virtualmente fuera del sistema, incluyendo casi 40% "sin información sobre materias", legítimamente puede ser atribuido a un sistema universitario que no tiene mayor preocupación por su funcionamiento interno y su transparencia. Nunca la ha necesitado porque no había sido puesta en cuestión. Estas cifras de alumnos llevan a que haya 1 docente cada 5 alumnos regulares, esos que tienen dos materias o más. La cifra se agrava si se lo compara con graduados. Ahí es 2 alumnos regulares por docente. ¿Cómo es esa situación en cada universidad? Enigma. ¿Los egresados son en carreras estratégicas para el país o en un conjunto que no cambian la generación de riqueza y el desarrollo nacional? Saberlo con certeza echaría luz en este debate tan opaco. Para eso se necesita un sistema de información inobjetable y preciso. El actual deja muchísimas dudas. También hablar de "docentes" es injusto porque la variedad en cuanto a condiciones laborales y niveles salariales es muy variada.
Esta no discriminación hace que se apliquen los mismos criterios a todo. Y ahí habría que advertir que el gobierno debería determinar con precisión áreas a preservar. Ejemplo: han renunciado en los últimos meses alrededor de 55 profesores de alta calificación del Instituto Balseiro, dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo, a distintos destinos. Al exterior, a la actividad privada, a universidades privadas. Con lo cual el golpe a esa joya de la corona es muy severo. Cuentan que sólo 15 han podido ser reemplazados con reemplazos que no tienen la calificación de los idos. Cifras preocupantes.
En paralelo hay casos como la Universidad de la Plata, citada por Alieto Guadagni. En 2011, y nada indica que haya cambiado, la Facultad de Periodismo tenía 7.058 alumnos con 235 egresados ese año. Había 30 egresados por cada 100 ingresantes en los últimos 9 años. En la misma casa de altos estudios Medicina tenía 4.790 alumnos con 368 egresados y 90 egresados cada 100 ingresases en los últimos 9 años. Esa carrera de periodismo es la que ha premiado a Hugo Chávez, fundador del régimen asesino venezolano y se acaba de asociar con un canal de noticias ruso financiado por Putin. Está claro que es un enclave de militancia partidaria, financiado por el Estado. Se percibe en sus números. ¿Es justo que reciba el mismo tratamiento que el Balseiro? Por desgracia es el sistema que las propias universidades han construido y donde las buenas callan frente a estos hechos, en la medida en que no las molesten y les manden su cheque. Ahora han aflorado estas contradicciones. Al lado de instituciones esenciales como el Balseiro funcionan otras que podrían no existir y no pasaría nada. Físicos de alta calidad faltan, periodistas militantes (un oxímoron que hubiera ruborizado a Borges) sobran. Están todos en el mismo lodo. Da lo mismo para el sistema universitario el mayor centro de formación de físicos de alta calificación que una forja de militancia que repugna al espíritu universitario. Algo que se puede hacer extensivo a muchas de las creaciones en los años del kirchnerismo, sobre todo en el conurbado bonaerense y a todas las universidades tomadas por la política partidaria, que son demasiadas.
Los breves ejemplos dados son cubitos de hielo de un iceberg gigante. Un análisis en profundidad de lo que está mal sería apabullante. ¿Quién le pone el cascabel a ese gato? ¿Cómo se resuelve esta situación, con motosierra o con bisturí? ¿Mientras los dos bandos pelean, quién está diseñando la universidad del futuro? Una universidad sin esta utilización político partidaria escandalosa, que se ocupe de los temas que realmente el país necesita. Por desgracia, el único modo en que esto se ha empezado a discutir de forma imperfecta es cuando estalló el rugido de la motosierra. Antes, ni se hablaba.