La postulación de que la humanidad está en un comienzo y no en un fin es un ariete para no intentar recrear el pasado, que no volverá, sino para inventar el futuro.
No autoengañarse con una solución simple para un problema complejo
"La vida sólo es posible en un universo alejado del equilibrio"
Ilya Prigogine, "El fin de las certidumbres" (1996)
El ruso Ilya Prigogine (1917-2003), premio Nobel de Química de 1977, es uno de los científicos más influyentes en los últimos años con sus ideas sobre la complejidad, el caos, la irreversibilidad del tiempo y la incertidumbre del porvenir. Estuvo casi de incógnito en la Argentina en 1999 y un pequeño grupo pudimos conocerlo en la casa de la inolvidable psicoanalista Luz Casenave en Mendoza. Luego viajó a San Luis para dar una conferencia en un seminario sobre "Biología y complejidad". Allí funcionaba un centro de investigación con su nombre. Prigogine deslizó sentencias en su libro "El fin de las certidumbres" que hacen añorar la posibilidad de que viviera hoy para escuchar sus análisis sobre los avances de internet y la Inteligencia Artificial: "Para algunos, como Stephen Hawking en su 'Breve historia del tiempo', estaríamos cerca del fin, del momento en que podríamos descifrar 'el pensamiento de Dios'. Por el contrario, creo que la aventura recién empieza. Asistimos al surgimiento de una ciencia que ya no se limita a situaciones simplificadas, idealizadas, mas nos instala frente a la complejidad del mundo real, una ciencia que permite que la creatividad humana se vivencie como la expresión singular de un rasgo fundamental común en todos los niveles de la naturaleza". Estas ideas se han ido consolidando en los últimos años, con avances inimaginables cuando fueron postuladas, pero que las confirman. En su libro "El nacimiento del tiempo" Prigogine también escribió: "La evolución del universo no ha ocurrido en la dirección de la degradación sino en el aumento de la complejidad, con estructuras que aparecen progresivamente a cada nivel, de las estrellas y las galaxias a los sistemas biológicos. Algunos creen saber que el porvenir del universo sólo podrá ser una repetición suya, según la idea de que el tiempo no es más que una ilusión; o bien consistirá en una inevitable decadencia, causada por el agotamiento de los recursos. La realidad del universo es más compleja... no podemos prever el porvenir de la vida, o de nuestra sociedad, o del universo... Este porvenir permanentemente abierto, ligado como está a procesos siempre nuevos de transformación y de aumento de la complejidad". Son pensamientos de una mente de comprensión superior que llevan a poner manos a la obra. Enfrentan al desafío de imaginar un futuro en construcción, que si se tiene en cuenta la complejidad de los desafíos puede conducir a procesos de mejoramiento. Esos pensamientos brillan por su simpleza, a pesar de tener de soporte a la física y a la química en su dimensión más profunda. Los libros de Prigogine de difusión son breves y están llenos de alusiones a escritores, poetas y filósofos, además de preguntas políticas sobre el ordenamiento de las sociedades y la democracia. Su concepción del tiempo irreversible, asegura que va como una flecha y no deja espacio para la ilusión de volver atrás. Lo real no es reversible, sucede y sucede. Se desactivan así muchas nostalgias restauradoras. La postulación de que la humanidad está en un comienzo y no en un fin es un ariete para no intentar recrear el pasado, que no volverá, sino para inventar el futuro. Pero sabiendo que se lo hace sin seguridad, con incertidumbre, lejos de cualquier equilibrio. Y que la incertidumbre no debe amedrentar, sino por el contrario, servir de aliciente para indagar y vencer los obstáculos que parecen abrumadores. Plantea Prigogine su intención en "El fin de las certidumbres": "El objetivo de este libro es presentar una formulación de la física que familiarice al lector con una descripción de la naturaleza capaz de otorgar su lugar a las leyes, pero también a la novedad y la creatividad". Y concluye: "A igual título que el determinismo, el puro azar es una negación de la realidad y de nuestra exigencia de entender el mundo. Hemos intentado construir una vía estrecha entre dos concepciones que conducen a la alienación, la de un mundo regido por leyes que no otorgan lugar alguno a la novedad y la de un mundo absurdo, casual, donde nada puede ser previsto ni descrito en términos generales".
El mundo complejo que postula Prigogine es el que invita a acceder a la realidad por diversas vías y no quedarse con el lado de la luna visible sino concebir que hay un lado oscuro. Esto sucede si siempre se mira desde una sola perspectiva.
La educación hoy en la Argentina es un laboratorio inmejorable para la indagación de realidades complejas, pues por definición los sistemas educativos son construcciones que requieren esa mirada de la complejidad. En las últimas semanas se han vigorizado ciertos debates (alfabetización, esencialidad educativa, uso de celulares en la escuela, financiamiento universitario, entre otros) y eso ya es un cambio fenomenal en el status quo aplastante que se impuso durante años de políticas populistas con marcado sesgo corporativo. Es por eso que es imprescindible mirar con atención y con espíritu crítico cada uno de los pasos dados para comprobar si realmente van en dirección de atender lo complejo de los problemas o son abordajes parciales que en la práctica tendrán poca incidencia.
Ya ha sido advertido que el Plan Nacional de Alfabetización requiere de puntualizaciones hechas, entre otros, por la Coalición por la Educación y especialistas en la materia que observan no las intenciones sino los hechos concretos. Por ejemplo el fijar como meta que los chicos aprendan a leer en primer grado y no en tercero y que se les proporcionen métodos explícitos de aprendizaje con las capacitaciones docentes y los materiales adecuados. Esto es así porque la evidencia muestra que un porcentaje alarmante no se alfabetiza correctamente y por lo tanto no entiende lo que lee.
No se pueden dejar de tener en cuenta los cambios rotundos que se han producido, como los que advierte Guillermina Tiramonti sobre el contexto en el que se da el debate sobre el uso de celulares o no en el aula: "Las escuelas se organizaron cuando las familias eran patriarcales, el capitalismo estaba en su primera etapa de acumulación, los valores eran el sacrificio y la postergación de la satisfacción y la ciencia era lineal. El saber estaba en los libros y el docente era el que transmitía. Hoy estamos en la cultura de la satisfacción, las familias son horizontales, el paradigma científico es la complejidad, la totalidad del conocimiento está en internet. Hoy nada es igual que hace 20 años nomás. Se prohíbe porque no se sabe cómo procesar la nueva cultura. Porque las escuelas siguen organizadas como hace 150 años." En ese contexto pensar que una mera norma va a modificar la realidad resulta ingenuo. En esa complejidad la norma, que debe tener todas las flexibilidades del caso, debe ser procesada por cada uno de los integrantes de las comunidades educativas. A priori se podría decir que la misma norma, según el contexto y su aplicación, tendrá consecuencias distintas. Con lo cual discutir sólo la letra de la normativa sin incluir los aspectos complejos y simultáneos en los que se aplicará es condenarla al fracaso.
Esta semana se aprobaron en Diputados dos normas que intentan enfrentar dos dificultades del sistema educativo: declaración de la esencialidad de la educación para contrarrestar el efecto de los paros docentes y el financiamiento universitario. Los dos títulos resultan alentadores si se los mira unidireccionalmente y desde la perspectiva de las intenciones y los deseos. ¿Pero qué sucede cuando se profundiza en cada uno? Se descubre que difícilmente la declaración de esencialidad regularice el gran ausentismo docente y de alumnos del sistema educativo obligatorio, más allá de los paros, y por lo tanto se beneficie el correcto funcionamiento de un sistema que nació para que los chicos aprendan. También es evidente que no es la financiación el principal problema que transita el sistema universitario argentino. ¿Por qué entonces son los temas de debate? Porque ambos son atractivos y parecen buenas intenciones, por lo cual se hace muy difícil oponerse o siquiera advertir que nos por ahí el camino. Enfocan la realidad desde una sola perspectiva, inspirada en intereses y discusiones corporativas, internas a cada sistema. Con la aprobación de ambas leyes improbablemente mejorará la cantidad de días de clases efectivos (donde se esté enseñando y aprendiendo) en las escuelas y sin dudas no mejorarán los malos rendimientos universitarios: cantidad y calidad de la graduación (crece el ingreso y no el egreso), efectividad del gasto, pertinencia y calidad de los graduados, entre muchos otros. ¿Esto quiere decir que no está bien que se declare esencial la educación o que no es bueno que la universidad esté bien financiada? No, lo que sucede es que el modo de encarar los temas hace que en Dinamarca siga oliendo algo mal sin que se lo advierta porque se está enfocado donde no están los problemas de fondo. ¿Es útil discutir la "esencialidad" sin abordar el gravísimos problema de ausentismo docente que en escuelas privadas es del 5% y en estatales ronda el 20%, sin quebrar la normativa vigente? Parece estar omitiéndose al verdadero debate. ¿Es pertinente garantizar sin especificar de donde salen los recursos el financiamiento universitario sin analizar el crecimiento anárquico por razones políticas de un sistema que tiene bajísima graduación y en carreras que no son las que requiere el desarrollo estratégico nacional? Algunas cifras para empezar a desgranar: casi 40% de los alumnos no pasan de primer año (¿cuánto es el costo de ese fracaso y como se soluciona?), sólo 25% de los ingresantes lo hace en carreras de ciencia y tecnología, que son las más necesarias para el país, sólo el 30% de los inscriptos es menor de 20 años, apenas 27% egresa en el tiempo adecuado. Estas cifras son las oficiales para 2021-2022. En ese informe no están discriminados ni las carreras donde se producen los egresos, ni cuáles son las matrículas de cada carrera, etcétera. Es decir, falta explicitar muchos datos que serían de utilidad para un análisis más integral. Lo explica con claridad Alejandro Alvarez (h), secretario de Políticas Universitarias: "Creo que es imposible encarar un problema de la magnitud que tiene la crisis educativa argentina sin un pacto previo, pacto doloroso e inconveniente, pero imprescindible: no nos vamos a mentir entre nosotros. Si aceptamos sinceramente esa premisa se despeja el panorama para buscar soluciones."
El tema es, como quiere Prigogine, de una enorme complejidad. Por eso despiertan inquietud soluciones simples para problemáticas complejas. Parecen ocultar lo más importante. Esencialidad toca una puntita del drama del ausentismo y presupuesto universitario pasa de largo con temas como el crecimiento indiscriminado por razones políticas de universidad y carreras que hoy piden financiamiento o la falta de graduación en las profesiones que necesita el país. Si los números de estos aspectos no son los adecuados, ¿no valdría la pena ser más amplios e integrales en el análisis? Las mejores intenciones naufragan cuando se oculta una parte importante de lo que se tiene entre manos y sólo se hace foco en lo que interesa a un grupo determinado. Curiosamente esos temas espinosos están ausentes de los debates por estas leyes que apuntan en un dirección y dejan los problemas de fondo sin atender.
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