Está claro que a pesar de los indicios es imposible saber qué sucederá en el futuro. La Argentina transita una etapa en la que la inverosímil e inesperada llegada al poder de Javier Milei ha modificado todas las perspectivas imaginables.
Las tres caras de Milei y la puerta que devuelve al infierno
"Crees que lo pasado afecta lo futuro. ¿No se te ocurrio nunca pensar que lo futuro pueda afectar lo pasado?"
May Sinclair, del cuento "Donde su fuego nunca se apaga", 1923
En su poema "Un lector", Jorge Luis Borges escribió: "Que otros se jacten de las páginas que han escrito; /a mí me enorgullecen las que he leído". Se lo ha reconocido como uno de los más grandes escritores contemporáneos en cualquier lengua, pero también hay quienes han advertido que fue un lector insuperable. En su número del 26 de julio de 1935 la popular revista porteña "El Hogar" incluyó un cuento seleccionado por un joven Borges: "Donde su fuego nunca se apaga" de May Sinclair, seudónimo de la británica Mary Amelia St. Clair (1863-1946).
Es importante aclarar que el Borges que eligió ese texto era aún un joven que no había escrito ninguno de los libros que le dieron fama planetaria. La sección de la revista se denominaba "El cuento, joya de la literatura, en una antología de ‘El Hogar' hecha por escritores argentinos". Se publicó una introducción titulada "Por qué eligió este cuento Jorge Luis Borges": "Me piden el cuento más memorable de cuantos he leído". Y luego de enumerar obras muy notorias de grandes cuentistas como Poe, Kipling, Maupassant y Conrad remata: "Elijo, sin embargo -en gracia de su poca notoriedad y de su valor indudable- el relato alucinatorio ‘Donde su fuego nunca se apaga' de May Sinclair. Recuérdese la pobreza de los Infiernos que han elaborado los teólogos y que los poetas han repetido; léase después este cuento".
Indudablemente Borges se dejó seducir por los juegos pesadillescos con el tiempo y la muerte que hace la autora a través de Enriqueta Leigh, la heroína de su historia. Vive un juvenil amor y lo pierde trágicamente. Luego encuentra una pasión sucia con un hombre casado. Por momentos es decepcionante pero se deja llevar y esa experiencia la condena. Cuando muere Enriqueta, el relato sigue sus peripecias en el infierno. Ingresa allí y se desplaza en el tiempo para buscar a su padre, a su amado puro de la juventud y a su madre en su propia niñez. Siempre es perseguida por el enamorado impuro, que invade los lugares de sus verdaderos amores. Los escenarios de esa vida de mal sueño sumergida en la muerte son pasadizos de un laberinto en el que huye de su perseguidor y no puede llegar nunca a su verdadero amor. Hay una clave que debe haber maravillado a Borges. Cuando el enamorado tenaz le pregunta: "¿No se te ocurrió nunca pensar que lo futuro pueda afectar lo pasado?" En ese nudo, la pesadilla de la inmortalidad de Enriqueta se manifiesta y después de decir "Me iré lejos, muy lejos" huye hacia sus recuerdos más antiguos. Busca a su madre, el origen de su existencia. La intuye, sabe que encontrará un portón para dar al campo donde la espera. Pero sólo halla una puerta gris. Al empujarla ingresa otra vez al hotel donde se encontraba con su amante. Es el punto de partida repetido del laberinto infinito que la ha llevado hasta ahí.
El cuento es una pieza magistral de una escritora poco difundida. Y para rematar, elegido por alguien que en ese entonces es casi desconocido. La posterior fama mundial del antologista "afectó" sin dudas aquella elección de juventud. Si el futuro no le hubiera deparado ser uno de los escritores y lectores más influyentes de la segunda mitad del siglo XX y lo que va del XXI aquella página de "El Hogar" habría caído en el olvido y a nadie habría importado. Cuando Borges se transformó en Borges todo lo que había tocado adquirió un valor muy diferente. Con lo cual esa bella y angustiante idea de que el futuro afecta el pasado se cumplió sobradamente en el caso de su elección del cuento.
Ver: Fábula para Milei: el león presidente que no vio venir al hornerito lasherino
Está claro que a pesar de los indicios es imposible saber qué sucederá en el futuro. La Argentina transita una etapa en la que la inverosímil e inesperada llegada al poder de Javier Milei ha modificado todas las perspectivas imaginables. Sin embargo, cada día resulta más evidente que quienes apuntan a frenarlo y a tumbarlo es porque temen que tenga éxito. No le temen a su fracaso sino a que le vaya bien. También hay analistas que critican mucho de lo que hace y dice Milei pero alientan esperanzas de que le vaya bien. Es llamativo como una porción significativa de la sociedad, que la está pasando muy mal, ha encontrado en un presidente tan complejo e inusual una suerte de espejo donde mirarse. Por eso ha decidido darle una chance de confianza. Y ese fenómeno desespera a los que ven jaqueados sus intereses corporativos, custodiados durante años por un sistema político que ha sido garante de una decadencia sin fin. ¿Es que la propuesta de Milei asegura salir del camino decadente, que, vale aclarar, no es sólo económico? Salvo los fanáticos de uno y otro lado nadie lo sabe con certeza. Pero lo que sí muchos han concluido es que el rumbo por el que se transitó hasta acá era indeseable y perverso. Haber superado el 60% de pobreza infantil con más de 45% de pobreza general es una hazaña que ni los más devotos detractores del peronismo imaginaban que el largo ciclo justicialista-kirchnerista iba a lograr. Ya muchos no se tragan el relato. Esto quizás explique por qué el discurso estrambótico de Milei le ha servido para contrarrestar el verso falso del estado presente y lo nacional y popular que todo lo cura. El confuso y por momentos delirante debate que se ha desatado en la sociedad entre el híper intervencionismo estatal y la utopía anarcolibertaria sin estado es al menos una bocanada de aire fresco frente a años de pensamiento único populista. Sobre todo por la diversidad de posturas. Ambos extremos son asfixiantes pero en medio hay quien imagina un futuro de mayores matices. El infierno de ineptitud kirchnerista que llevó al declive interminable al país cimentó este momento originalísimo. Era esperable que una radicalización llevara a otra. ¿Se puede gobernar siempre por la banquina o la construcción del país sólido que Argentina no es requiere de rutas compartidas y más sensatas?
Se pueden bosquejar tres perfiles de Milei al menos. Dos están en marcha y el otro es potencial y puede no ocurrir nunca. El primero es el radicalizado en lo verbal y filosófico que avanza a los tumbos casi en soledad con equipos muy endebles y serios problemas de gestión. El segundo es como esos médicos accidentólogos de guardia de hospital que reciben a los heridos de gravedad y deben salvarles la vida. Por momentos da la sensación de que el primero hace mucho ruido y genera humo a rolete para darle tiempo al segundo. Mientras el presidente habla, pelea, insulta, la economía parece estar equilibrándose en lo que se refiere al desastre en el que la dejaron. Y no por efecto de esa cháchara, que muchas veces trae más problemas sino a pesar de ella. En el balance le da réditos, según muestran todavía las encuestas. El síntoma de la baja vertiginosa de la inflación es lo más productivo. Pero hay un tercer Milei conjetural, que aparece y desaparece, es el que modela el país a futuro, una vez que haya salido de terapia intensiva. Por supuesto que estas tres facetas se dan en la misma persona y a la vez. Dividirlo en tres es sólo una manera de "leerlo". Desde ya que los instrumentos para hacer esa lectura se deben recalibrar en sintonía con la originalidad del momento, no sólo en el país, sino a nivel planetario.
Un puente que une a los tres perfiles es la Ley Bases, trabada pero al parecer a punto de salir aunque muy achicada. También el mega DNU que todavía está vigente y parece que seguirá, aun cuando también muchos intereses corporativos le torcieron el brazo al potente espíritu desregulador original.
En ese panorama se asoma un posible futuro ministro: Federico Sturzenegger. Es el arquitecto que complementa aportando esa visión de futuro. Es el punto que parece como el más débil del anarcocapitalismo: la construcción futura, que no e verbal sino fáctica. Sobre todo porque hasta ahora muestra más de anarco que de capitalismo. No porque no sea esto último sino porque es demasiado lo primero. Tan intenso es el anarquismo del presidente que por momentos pone en jaque a la cuota racional de liberalismo que se necesita para todo desarrollo capitalista.
¿Quién es Javier Milei, qué proporción de cada una de las facetas bosquejadas tiene? Sólo en esa complejidad se entienden sus evidentes temores frente al plan desregulador de Sturzenegger. Porque si es tan guapo con el Congreso, ¿por qué retrocedió con los sindicatos, que le sacaron que no avanzara sobre las obras sociales ni con la cuota solidaria a cambio de nada? ¿Por qué no se metió con el régimen de Tierra del Fuego? ¿Por qué con la pesca y los medicamentos dio marcha atrás? ¿Por qué con las universidades gastó más de lo que le pedían para apagar una hoguera innecesaria y hoy están en huelga? ¿Por qué apenas tocó una porción de los registros del automotor? Y se podría seguir con innumerables temas como tabaco, industria del libro, del cine, promoción del arte, pues con todas amagó y arrugó reculando. Es cierto que si consolida su poder, puede volver por ellos. Y las corporaciones lo saben, por eso harán todo lo posible por frenarlo.
En la tercera cara futura de Milei reside la clave para revertir lo que expresa con sus otros perfiles. Allí opera lo que él llama la "casta empobrecedora", que en realidad son al menos tres castas corporativas que alimentan a las corporaciones más pequeñas luego de comerse la parte del león: la política, la sindical y la empresaria. Las tres han jugado siempre coordinadas y hoy están expectantes ante alguien que avanzó sobre ellas, al menos de palabra, más que nadie. Siempre han estado detrás de cada uno de los mecanismos que en la Argentina funcionan mal. Lo que las une es que son financiadas por el estado y que en el corte de esa financiación se juega su futuro... y el del país. El presidente más admirado por Milei, Carlos Menem desfinanció a dos de las corporaciones que habían marcado la historia argentina: la Iglesia y el Ejército. Con eso consolidó la democracia republicana que había estructurado Raúl Alfonsín y que, aunque le duela, también explica a Milei. Y encontró la clave para desarticular el poder corporativo: las cajas. El riojano se frenó en los sindicatos, cayendo en la trampa que explica la vida de las corporaciones: pactar condiciones. El poder negocia con ellas a cambio de una paz que la historia muestra que siempre es traicionada. La naturaleza del escorpión puede más que el deseo de la rana.
Si Milei, una vez que tiene la Ley Bases, logra terminar de consolidar lo económico, como algunos especialista empiezan a vaticinar, le quedará la puerta abierta para entrar a un futuro distinto que es el diseñado por Sturzenegger. El cuento de May Sinclair elegido por Borges muestra que cuando se pifia la elección en el presente las puertas futuras llevan de vuelta al infierno que reside en el pasado. Otra sería la historia argentina si Menem hubiera aplicado al sindicalismo la receta que aplicó a la Iglesia y al Ejército quitándoles el poder de fuego que tuvieron de incidir perniciosamente en la historia argentina. La intensidad con que Milei retome el programa de la original ley Bases y del DNU completo, más algunas extrañas omisiones, como Tierra del Fuego o los escribanos, dirán si salvar al paciente de terapia intensiva valió la pena o fue un estación más de su decadencia.