Las cien escuelas prometidas por Alberto y no construidas son populismo

Es patética su euforia al anunciar algo que ya se sabe que no cumplió.

Las cien escuelas prometidas por Alberto y no construidas son populismo

Por:Jaime Correas

 "Quien no hace nada memorable ve cómo su recuerdo se disuelve en el aire. Quien hace algo que se puede recordar, al recordarlo piensa en todo lo que hizo mal, lo que querría haber hecho de otro modo."

Martín Caparrós, "Sarmiento" (2022)

"Ustedes merecen vivir en un país mejor"

Alberto Fernández, febrero de 2022, al anunciar la construcción de cien escuelas técnicas

Alfonso Berardinelli, en su libro "Leer es un riesgo", relata una anécdota que puede ser leída en clave de la coyuntura argentina actual: "Y en 1900 el sindicalista revolucionario Arturo Labriola escribió una carta a Benedetto Croce: ‘En la actualidad, para los italianos que, como nosotros, vivimos al margen de las grandes corrientes de la historia (¡lo único verdaderamente histórico para nosotros es el Papa!), que lo único que ofrecemos al mundo son mafiosos, camorristas, gobernantes ladrones, procesos escandalosos, impotencia administrativa, ignorancia política, dotes de charlatán, un populacho ignorante, unos politicastros de café (incluidos casi todos los socialistas), es casi imposible orientarse sobre el estado del mundo'".

"Palabras a las que Croce respondió con este estoico y antihistórico propósito: ‘Continuar haciendo nuestro trabajo como si estuviéramos en un país civilizado.'"

Pocos años después de este intercambio Croce ingresó a la política y fue senador y ministro de Instrucción Pública de Italia. Se transformó en uno de los intelectuales más influyentes en su papel de filósofo y pensador de las ideas estéticas y además desarrolló una vida pública notable. Contestó al "Manifiesto de intelectuales fascistas" de Gentile en 1925 con el "Manifiesto de intelectuales antifascistas", convirtiéndose en un puntal de la lucha contra la ola autoritaria que se venía como un vendaval en su país y en buena parte de Europa. Fueron célebres sus cruzadas durante las dos guerras mundiales. A la caída de Mussolini y hasta su muerte fue un hombre de ideas y un político de gran predicamento. Croce se transformó en un referente del liberalismo democrático de su país.

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Vale la pena recordar la trayectoria del pensador italiano porque la respuesta de 1900 puede hacer pensar erróneamente en un intelectual encerrado en su torre de marfil. En realidad estaba planteando otra cosa al decir que había que hacer el trabajo como si no se viviera en ese país degradado en que se había convertido Italia. Había llegado el momento en que cada uno cumpliera su papel e hiciera lo mejor que sabía para ayudar a salir de la decadencia sin escudarse en el panorama adverso. Le proponía a su corresponsal, a la luz de sus intentos posteriores, dejar la queja y la auto conmiseración y ponerse manos a la obra. Como si no se estuviera viviendo en el contexto que el sindicalista le planteaba con razón. Croce asumió ejemplarmente su programa y no sólo elaboró sus reflexiones sino que intervino con compromiso en la vida pública en momentos dramáticos de Europa. Es lo que el individuo puede dar en la tormenta de la historia, que lo excede y lo condiciona: hacer lo suyo bien y esperar que eso sirva. Pretender "torcer la historia" puede ser un motor de lucha, pero es una ilusión del individuo que se lo proponga. Así es hoy y así será siempre.

El periodista y escritor Martín Caparrós ha escrito un libro de recomendable lectura: "Sarmiento". En él recrea en la voz del sanjuanino, supuestamente transcripto por Aurelia Vélez, el gran amor de su intensa vida, el pensamiento de quien ya ha sido presidente de la República. Recorre su desazón por no ver plenamente concretadas sus ideas. Son los recuerdos hechos ficción de los seis años de la presidencia. Con documentada precisión el narrador va entramando los sinsabores y los deleites de quien fuera quizás uno de los máximos constructores del Estado argentino.

Sarmiento reflexiona: "¿Y qué es un país sino la gente que lo habita? Argentina, la pobre. Tan llena de argentinos... Yo la quiero por supuesto: lo he probado suficiente. Pero justamente por eso quise cambiarla todo lo posible, convertirla en un país en serio. Tenemos la sensación de que podríamos construir algo si pudiéramos acabar con esos lastres que nos impiden avanzar como querríamos. Es duro deshacerse de ellos; a veces la metáfora ‘lastre' esconde vidas, personas, costumbres, pero nada es del todo gratuito. Aún así, en mi cuarto año de gobierno ya había tomado tantas medidas de progreso..." Luego de una larga enumeración en la que proyecta varias ideas concretadas en acciones de gobierno, el registro civil, la supresión de la prisión por deudas, la creación de la oficina de meteorología y del zoológico de Buenos Aires, la apertura de un asilo de inmigrantes, la adopción del sistema métrico decimal, la inauguración de telégrafos, piensa en los destinatarios de sus desvelos: "Es una tontería pero a veces sí me daba la impresión de que lo que hacía servía de algo: pensaba -recuerdo que pensaba- que entonces en cualquier pueblo de Corrientes un parcero se compraría un kilo de hierba en lugar de media arroba o dos libras, que en Córdoba o Santa Fe un barquero que pidió un préstamo para comprarse una barca y se le hundió una noche de tormenta no iría preso, que en Buenos Aires un chico porteño vería, por primera vez en su vida, un elefante. Yo sabía que ni el parcero correntino, ni el barquero del litoral, ni el chico porteño sabrían nunca que se los debían al loco ese que le decían presidente, pero me daba igual o casi igual: eran en serio los momentos en que me parecía que mi vida servía para algo. Después, faltaba más, se me pasaba." Y retoma en voz de Sarmiento: "Yo creía que podría cambiar tantas cosas: me equivoqué tanto. No sé si sobreestimé los poderes del gobierno, si las capacidades de los argentinos, si las mías. Lo cierto es que me equivoqué de cabo a rabo, y no es bonito... ¿Cómo se hace para que vivan mejor los que quieren vivir peor? ¿Cómo se les impone una vida mejor a esos que defienden con uñas y dientes sus vidas tanto peores?... Ya no voy a solucionar ese enigma: ya no voy a solucionar ningún enigma. Ya no seré uno que encuentre soluciones".

Entrecruzando el programa de Benedetto Croce y su apuesta por la acción con las nostalgias de este Sarmiento de ficción, que quizás el novelista con intuición creadora acerca al verdadero, es apropiado pensar el futuro inmediato y la verdadera opción. No es kirchnerismo o macrismo, radicalismo o peronismo, libertarios o sensatos, sino populismo o republicanismo. Trazo grueso, con todos los matices de cada uno de esos ismos, pero que se acerca más a lo real que las opciones usuales.

El mejor modo de visualizarlo es con un ejemplo. Esta semana un periodista de la señal TN hizo un informe con datos. El punto de partida es un video donde se ve al presidente que cerró las escuelas en la pandemia y no quería abrirlas vociferando la promesa de construir en el resto de su gestión cien escuelas técnicas. Era su modo populista de instalar una ilusión reparadora. Vale la pena ver el video para arribar al fin de lo sucedido: no se hizo ninguna. Una sola de las cien está al 74%, y de las once que el gobierno dice estar ejecutando en ocho el avance es 0%. En Mendoza se iban a hacer cuatro y sólo una estaría por arrancar en Tunuyán. Es recomendable un sano escepticismo.

El informe de TN: El Gobierno prometió construir 100 escuelas técnicas, pagó millones de pesos y no se terminó ninguna

Para el futuro vale la pena comparar el entrañable republicanismo del Sarmiento de ficción de la obra de Caparrós, con sus logros reales a cuesta y sus insatisfacciones, con el Alberto Fernández de verdad con sus satisfechas mentiras populistas, cuya mendacidad ha quedado comprobada por el mero paso del tiempo. Es patética su euforia al anunciar algo que ya se sabe que no cumplió. Es imprescindible recordar las circunstancias de su promesa incumplida, porque además de las múltiples dificultades para construir edificios escolares la realidad es que la plata nunca estuvo. Es sólo un asiento contable. Su gestión, como casi todo en el populismo, se basó en la elaboración de un relato que se apoya en otro relato futuro y así sucesivamente. Nunca en datos concretos y comprobables. Ese fue el presidente que había cerrado las escuelas a como diera lugar, acusando de "asesinos" a quienes propugnaban abrirlas como Rodolfo Suarez en Mendoza y Horacio Rodríguez Larreta en CABA, sustentados en evidencias.

Quizás estos elementos arrojen luz sobre una diferencia entre populismo y republicanismo. El populismo no requiere de evidencias, sino de un relato de cosas que no suceden y no importa. Un verso muy atractivo que concita desatadas esperanzas. Total, luego nunca se piden cuentas porque se tapa todo con otras promesas y apelaciones afectivas. El republicanismo es mucho menos sexy porque, como le sucedió a Sarmiento, no se conforma con prometer sino que enfrenta la trampa de un estado débil para concretar (que lo diga Alberto, si no) y una realidad que demanda más de lo que hay.

Por todo esto, para que las cosas sucedan se necesita de gestiones que partan de tener a la máxima cabeza comprometida y que cuenten con un circuito de gestión que garantice concreciones. Por eso siempre hay que desconfiar de las grandes promesas y de las críticas totales. Como dicen los dichos: "cuando la limosna es grande, hasta el santo desconfía" y "dime de qué presumes y te diré de qué adoleces". En estos tiempos electorales está lleno de macaneadores criticando mucho a los que hacen e hicieron y revoleando promesas que no tienen asidero. En muchos casos, demasiados por desgracia, las cien escuelas técnicas del presidente son un poroto.