Hoy la humanidad en general y la Argentina en particular está en presencia de procesos políticos y sociales que parecen de ruptura.
La tradición de la ruptura: el viaje de Milei a la China analógica
"Todo pasa: una sola cosa te será contada, y es tu obra bien hecha. Noble es el que se exige, y hombre tan sólo, quien cada día renueva su entusiasmo, sabio al descubrir el orden del mundo: que incluye la ironía...Que cada cual cultive lo que de angélico le agracia, en amistad y diálogo."
Fragmentos de la inscripción en el monumento dedicado al intelectual falangista español Eugenio d'Ors
La poesía del mexicano Octavio Paz es una cumbre de la lengua española. ("Nada soy yo,/ cuerpo que flota,/ luz, oleaje;/ todo es del viento/ y el viento es aire/ siempre de viaje...") A ese uso mágico de las palabras, Paz le sumó la aguda reflexión en el ensayo. Tiene libros capitales como "El laberinto de la soledad" (1950) si se quiere indagar en el ser mexicano. Pero el punto más alto de su reflexión ha sido sobre la poesía misma. Escribió una trilogía esencial donde no sólo filosofa sino que recorre la historia de la poesía: "El arco y la lira" (1956), quizás una de las obras más profundas sobre el tema del siglo XX en cualquier lengua, "Las peras del olmo" (1957) y "Los hijos del limo" (1972). Uno de los capítulos de ese último libro consagra en su título una fórmula inquietante: "La tradición de la ruptura". El autor advierte: "La tradición de la ruptura implica no sólo la negación de la tradición sino también de la ruptura". Sabe el poeta que esa aparente encerrona es un modo de indagar en los misterios de la poesía y por lo tanto del ser humano. ¿Si hay ruptura, hay tradición? ¿O justamente la tradición se fundamenta en que no haya ruptura? Adentrarse por vías imposibles, y sin embargo buscar las pistas a la salida del laberinto, es el destino del gran poeta, del gran pensador. Paz encarna la doble faz. Dice en "Los hijos del limo": "la época moderna es la de la aceleración del tiempo histórico. No digo, naturalmente, que hoy pasen más rápidamente los años y los días, sino que pasan más cosas en ellos. Pasan más cosas y todas pasan casi al mismo tiempo, no una detrás de otra, sino simultáneamente. Aceleración es fusión: todos los tiempos y todos los espacios confluyen en un aquí y un ahora." La intuición del poeta lo lleva a escribir esto en 1972, cuando Internet y la IA sólo podían imaginarse en la ciencia ficción. Y concluye su reflexión sobre el tiempo y su nuevo modo de transcurrir: "Al cambiar nuestra imagen del tiempo, cambió nuestra relación con la tradición. Mejor dicho, porque cambió nuestra idea del tiempo, tuvimos conciencia de la tradición. Los pueblos tradicionalistas viven inmersos en su pasado sin interrogarlo; más que tener conciencia de sus tradiciones, viven con ellas y en ellas. Aquel que pertenece a una tradición se sabe ya, implícitamente, distinto de ella, y ese saber lo lleva, tarde o temprano, a interrogarla y, a veces, negarla. La crítica de la tradición se inicia como conciencia de pertenecer a una tradición". Es decir, se puede cambiar lo que se conoce y a lo que se pertenece. Sólo se puede salir del no cambio, producir la ruptura que plantea Paz, estando inmerso en esa tradición que se quiere cambiar.
Hoy la humanidad en general y la Argentina en particular está en presencia de procesos políticos y sociales que parecen de ruptura. Son novedosos y muchos protagonistas transmiten un sentimiento adánico. Están poblando y proyectando un Edén futuro y lo hacen con nuevas armas. Los cambios tecnológicos han creado la ilusión de que hay fenómenos totalmente nuevos y que es imprescindible sumergirse en ellos: es el mundo digital, el de las redes sociales. Mundo de palabras sin hechos. O, mejor, de palabras que no necesariamente producen hechos. Hay una lucha entre quiebre y continuidad, entre ruptura y tradición. Las rupturas llevan a pensar que todo es quiebre y se pierde la idea de que hay en realidad una continuidad, aunque sea difícil verla en medio de la tormenta del cambio. Paz lo explica con maestría recurriendo al fenómeno artístico, pero igual idea se puede aplicar a la historia, la política y la sociedad: "Lo mismo puede decirse en materia de arte y de literatura: durante el último siglo y medio se han sucedido los cambios y las revoluciones estéticas, pero ¿cómo no advertir que esa sucesión de rupturas es asimismo una continuidad?... ¿Influencias y coincidencias? Ni lo uno ni lo otro: persistencia de ciertas maneras de pensar, ver y sentir... tal vez las oposiciones entre las civilizaciones recubren una secreta unidad: la del hombre. Tal vez las diferencias culturales e históricas son la obra de un autor único y que cambia poco. La naturaleza humana no es una ilusión: es el invariable que produce los cambios y la diversidad de culturas, historias, religiones, artes."
Si Paz tiene razón, más que a las rupturas hay que atender a las continuidades, buscarlas en la tempestad, porque en última instancia esas rupturas son eslabones de una continuidad. Eso es la tradición. E, indudablemente, la tradición moderna es la paradójica tradición del cambio. ¿Se puede vivir sin cambiar, se puede gobernar sin cambiar? ¿Cuál cambio es mero oportunismo y cuál es la indispensable adaptación del gobernante a la realidad? O, incluso, ¿importan el oportunismo o la adaptación si el resultado es virtuoso para los gobernados? Como dice la cita inicial: "Todo pasa: una sola cosa te será contada, y es tu obra bien hecha". ¿Cuál es la obra bien hecha del gobernante? El bienestar de su pueblo tras recorrer un camino. Por eso es que el ciclo populista corporativo kirchnerista ya puede ser evaluado, por ejemplo, por los niveles de pobreza a los que llevó a la mayoría de los argentinos transcurridos veinte años. El de Javier Milei todavía es prematuro para ser elogiado o denostado, aún cuando en nueve meses hayan crecido más los pobres. ¿Cuánto hay de inercia y cuánto de desaciertos propios? Sólo el futuro lo dirá, es temprano para saberlo.
Un tema que está hoy en el centro de la escena es sin dudas el de las universidades. En ese contexto Milei ha pasado de decir hace un año: "No solo no voy a hacer negocios con China. No voy a hacer negocios con ningún comunista. Soy defensor de la libertad, la paz y la democracia. Los comunistas no entran ahí, los chinos no entran ahí", a sentenciar la semana pasada ante Susana Giménez: "Yo me sorprendí muy gratamente con China, nosotros tuvimos una reunión con el embajador y al otro día nos destrabaron el swap. Además China la verdad es un socio comercial muy interesante porque ellos no exigen nada. Lo único que piden es que no los molesten".
Es cierto que el estilo explosivo y grandilocuente de Milei, buscando siempre enemigos (antes la casta política... y los comunistas, ahora los periodistas) le ha sido útil para acceder al poder y para conservarlo. Pero la "obra bien hecha" es otra cosa. Requiere de precisión en el actuar y también en el decir, que pasan a ser complementarios. A aquel mundo que se construye digitalmente en las redes sociales y que es hipnótico, se le contrapone y lo complementa el arcaico mundo analógico: allí suceden los hechos. Una cosa es insultar en X a los chinos y otra reunirse con el embajador para destrabar el swap.
Milei llegó a decir sobre China: "serán socios comerciales del sector privado. No negocio mi moral a cambio de dinero y no hago transacciones con comunistas". Cuánto mejor hubiera sido que omitiera esa opinión. En el mundo digital no tiene efectos negativos, incluso sirve para ganar puntos entre los partidarios enfervorizados; en el analógico sí, allí hay yuanes. Incluso el raid verbal ya ha puesto en alerta al gobierno de Estados Unidos. ¿Qué atención le está dando el experimento de poder de Javier Milei al mundo analógico? Es una pregunta que por ahora no parece tener una respuesta nítida. Quizás el área más apta que tiene para interactuar con lo analógico es la educación. Por ahora el educativo aparece como un campo minado donde su buen equipo de gestión en el área, Carlos Torrendell a la cabeza, hace malabares. Como esas patrullas perdidas que han cortado contacto con el comando.
¿Habrá alguna posibilidad de que el presidente asuma que así como la relación comercial con China es imprescindible para el comercio del país y la saca de la furia de X para jugarla en el mundo analógico de la diplomacia, es estratégico para la Argentina tener un potente sistema de educación estatal, en el que la universidad es esencial? Y que así como ha anunciado una visita a China debería emprender un viaje personal al fondo del sistema educativo convencido de mejorarlo. Si logra encaminar la economía, esperanza de muchos que lo sostiene en altos índices de popularidad a pesar del ajustazo, y le agrega un proyecto educativo integral sólido, ampliaría notablemente su base de sustentación. Se requiere de amplitud de ideas, competencia técnica, creatividad, buena política y dinero bien invertido. Esto último hoy está en duda en todo el sistema educativo, sobre todo en el universitario.
Las falencias actuales de las universidades son enormes aunque la corporación que le da vida lo niegue y pretenda camuflarlo porque está jaqueada en sus salarios. La financiación de la que se habla es en última instancia un conflicto salarial sectorial. Nada novedoso, todos los sectores estatales están en pugna por el deterioro de sus salarios. Llegó el momento de pagar los sucesivos planes platita y no es grato.
Marcelo Rabossi, uno de los universitarios que más conoce del tema en el país escribió: "Ocurre que en esta eterna pelea por más fondos hemos perdido de vista el verdadero problema que enfrentamos: carecer de una mirada estratégica que se alinee a un sendero de crecimiento y desarrollo de país. Y dicha mirada nos debería llevar a pensar el sistema de educación superior como un todo integrado...Un sistema inteligente no abre universidades sin ton ni son, sino que se aboca a solucionar problemas complejos de manera eficiente y permite que dialoguen sus componentes tomando en cuenta las limitaciones que enfrenta."
A Milei lo obsesiona la economía, es su profesión. No existe lugar del mundo con una economía potente y un sistema educativo raquítico y sin una presencia fuerte del estado. Si en su agenda personal, además del déficit fiscal y la macroeconomía entrara la construcción de un sistema educativo con buenos resultados, el cambio sería muy profundo. Ya lo explicó Sarmiento en clave para economistas: la educación es la única rama de la actividad humana donde no impera la ley de la oferta y la demanda. El que tiene hambre pide comida y el que tiene frío, abrigo. El ignorante no pide educación porque no sabe que la necesita. Por eso el papel irrenunciable del estado que el mercado no encarnará. Alberdi también lo sabía. Pero, más importante, Sarmiento también reflexiona que el que más educación tiene, la valora mucho y por eso la pide. La universidad, a la que en general no llegan los pobres, salvo honrosas excepciones que confirman la regla, es la comprobación de la tesis sarmientina. Por eso la inversión universitaria tiene que ser de quirófano y hoy en muchos aspectos es de matadero. Si Sarmiento viviera, le recomendaría a Milei que cuando vaya a China pida ver el sistema educativo, sobre todo el universitario. Seguro que en los registros chinos no hay un 38% de alumnos "sin datos" como en el criollazo Siu Guaraní vernáculo. Xi Jinping y el Partido Comunista Chino no lo permitirían.
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