Las malas decisiones, producen profundos daños. Para Jorge y para el país devinieron decisiones desgraciadas, que llevaron a la Argentina a una cíclica decadencia que es inocultable y al tortugo a un encierro que sólo trajo problemas para él y para sus cuidadores.
La Argentina se parece mucho al tortugo Jorge
"El presente sólo puede intentar adivinar el futuro -y los resultados históricos de esto no han sido buenos. Incluso entre expertos, los antecedentes son pésimos-. La razón no es la falsa conciencia, sino la estupenda complejidad de los acontecimientos humanos, que vuelve imposible la predicción".
Martín Gurri, "La rebelión del público. La crisis de autoridad en el nuevo milenio" (2023)
En plena primavera democrática, con Raúl Alfonsín en el gobierno, unos pescadores rescataron en Bahía Blanca un voluminoso tortugo marino herido. En vez de curarlo y devolverlo al mar, decidieron derivarlo a un lugar de exposición para que se repusiera. El animal tuvo la mala suerte de que estuviera disponible el Acuario Municipal de Mendoza, a más de 1.100 kilómetros de donde nunca deberían haberlo alejado. Lo trasladaron en una voluminosa caja de madera. Pesaba 40 kilos y estimaron que tenía 30 años de edad. Arribó el 4 de marzo de 1984 para iniciar un largo cautiverio en medio de un desierto feroz junto a la cordillera de Los Andes. Lo ubicaron dentro de una pequeña pileta. Luego fue mejorando hasta llegar a una de 7 metros de diámetro y un metro y medio de profundidad. Cambió el mar por unos 20 mil litros de agua que le salinizaron artificialmente. Bautizado Jorge, el tortugo se transformó en un famoso amigo de los chicos que visitaban el acuario y en un problema para la Municipalidad de Mendoza, que debió cuidarlo y alimentarlo. En alguno de los muchos momentos de restricciones presupuestarias, un conocido intendente se quejaba de que mientras ya no sabía qué gasto recortar, Jorge recibía sus raciones diarias de langostinos y otras exquisiteces que costaban un ojo de la cara al erario público. Con el tiempo, empezó a pasar factura aquella decisión extravagante de trasladar un animal marítimo al oasis mendocino asediado por el desierto. Y cada vez fue más complicado encontrar una solución, demostrando que las malas decisiones, con el transcurrir de los días, producen profundos daños. El efecto inmediato de bienestar de las elecciones erradas oculta una pesadilla futura. En 2022, tras 38 años, finalmente el célebre Jorge fue trasladado a un centro de rehabilitación de Mar del Plata, donde se comenzó un proceso para intentar devolverlo al mar. Lo llevaron de vuelta en un avión privado que voló a baja altura para preservar al tortugo. Fue en un contenedor plástico con un colchón húmedo y lo cuidaron dos veterinarios durante las 4 horas que duró el vuelo. En su estadía marplatense lo monitorearon con continuos análisis de sangre. Además le hicieron una serie de aprestamientos para que se readaptara a procurarse el alimento. Hace 2 días se lo liberó en la costa argentina, después de 2 años en los que vivió con agua marítima en una pileta de 3 metros de profundidad, 8 metros de diámetro y con 150 mil litros de líquido. Su documentación asegura que tiene 60 años y en la actualidad pesa 99 kilos. Le pusieron un dispositivo para poder chequear su desarrollo en el regreso a su hábitat natural. Será complicado seguirlo porque depende de que Jorge salga a la superficie para que se haga la lectura. Los días dirán si se lo puede seguir o no, aunque las pruebas previas del dispositivo han sido buenas. Como siempre, el futuro depara incertidumbre y, más allá de los vaticinios, sólo el transcurso del tiempo revelará la verdad. Se toman una serie de previsiones y medidas, pero después aparecen los imponderables y hay que recalcular. Las buenas o malas direcciones se van corrigiendo o se desmadran. Y no siempre depende de la voluntad individual o colectiva de quienes intervienen en un proceso sino de una cantidad infinita de variables que requieren de una visión compleja para ser seguidas. Por eso es importante gestionar bien lo que depende de quienes están a cargo de una tarea.
La existencia del tortugo Jorge curiosamente metaforiza el devenir de la Argentina. Hubo un pasado en una situación ideal que nadie conoció en realidad. ¿Cómo era la existencia de Jorge antes de ser encontrado moribundo por los pescadores en Bahía Blanca? ¿Cómo era la vida realmente para las personas en la Argentina de los dorados y añorados fines del siglo XIX, más allá de las cifras macroeconómicas de entonces y de los estudios de la historia que siempre toman aspectos parciales, muy difíciles de sintetizar y unir a la existencia de cada individuo? Lo que sí es claro es que después, para Jorge y para el país devinieron decisiones desgraciadas, que llevaron a la Argentina a una cíclica decadencia que es inocultable y al tortugo a un encierro que sólo trajo problemas para él y para sus cuidadores. Frente a ese panorama, en el país diversos grupos propusieron sus recetas y se arribó a este presente decadente que se pretende cambiar. Jorge, luego de un largo cautiverio y de un costoso y complejo proceso a cargo de un equipo colaborativo de especialistas volvió al mar. ¿Su futuro? Incierto, porque hasta ahora se han ensayado con las mejores intenciones estrategias, pero la prueba de fuego empezó hace dos días, con el simpático tortugo aleteando libremente en el mar. Si sobrevivirá o no es algo que ojalá se sepa con el sistema de monitoreo. Depende no sólo de lo hecho y de él mismo y su capacidad de readaptarse sino de los infinitos factores externos que enfrentará. Desde depredadores y circunstancias climáticas, su propia salud, el entorno en el que se inserte y hasta su fortuna.
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— Mendoza Post (@MendozaPost) April 13, 2025
El viernes finalmente el programa económico del presidente Javier Milei entró en una nueva fase tras el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional y la salida del cepo cambiario. En medio de acaloradas discusiones de diversos analistas, avanza un devenir económico que tiene originalidades. La principal quizás sea que mientras en otras oportunidades la plata del préstamo llegó para hacer un proceso de equilibrio de las cuentas deficitarias que al final no se hizo, esta vez llega con ese objetivo ya alcanzado y apuntando a un saneamiento del sistema monetario. La novedad es inocultable. Todo esto sucede en medio de una inédita crisis internacional, lo cual enriquece en complejidad el panorama pero a la vez también revaloriza lo alcanzado. En otras circunstancias de crisis la Argentina ha desaparecido de la consideración internacional, porque es irrelevante cuando los grandes entran en problemas, y sin embargo esta vez en medio de la tormenta ha recibido apoyo y atención. Incluso el lunes llegará a Buenos Aires Scott Bessent, secretario del Tesoro de Estados Unidos, para reunirse con el presidente y su ministro de Economía, Luis Caputo. Más señales favorables es difícil imaginar, sobre todo porque tanto el dinero del FMI como el de organismos internacionales depende del apoyo del Norte. Es significativo que venga un funcionario de tal alto rango en medio del tsunami de la guerra comercial de los aranceles desatada por Donald Trump, que tiene al planeta en vilo. Todo indica que esta atención se debe a el trabajo hecho por Milei.
Frente al anuncio del levantamiento del cepo varios meses antes de lo esperado, evidentemente acordado con el FMI como condición para el monto del desembolso y las exigencias, surgieron de inmediato un coro de voces a favor y en contra. Incluso hubo quienes recordaron al propio Ricardo Arriazu, que ha estado en sintonía con las acciones hasta ahora del gobierno, quien había dicho que sería "una estupidez" que se dejara flotar el dólar entre bandas cambiarias, tal como al fin se acordó con el FMI. Hoy hay optimistas, pesimistas, realistas, posibilistas, militantes a favor y en contra, y cada uno da sus razones. Tienen una sola limitación: hablan del incierto futuro. Es decir, cada uno toma del pasado y del presente lo que le viene bien, algunos lo hacen más integralmente y con más buena fe, pero todos están tratando de desentrañar lo que todavía no sucedió como si pudieran hacerlo.
En el discurso por cadena del presidente tras el anuncio del acuerdo hubo un tramo inédito porque contradice aspectos esenciales de la acción gubernamental que alejan e irritan a sectores que podrían estar más cerca de Milei. En esta oportunidad no incurrió en las descalificaciones e insultos habituales y no terminó con el grito de guerra de "VLLC", repetido tres veces. Tampoco apeló a la alusión permanente a "la casta" (aunque sí hubo mención a "los políticos" que eligieron caminos errados): "Este tren del progreso ya está en marcha. Me animo a decir incluso que es imparable. Pero no queremos que sea un viaje para pocos, sus puertas están y seguirán abiertas y nuestra ambición es que ningún argentino se quede afuera. Hombres, mujeres, jóvenes, adultos, en Buenos Aires, en Santa Fe, en Tierra del Fuego, en todas las latitudes de la patria, creyentes y laicos, liberales, peronistas, radicales, PRO, no importa el partido o credo al que adhieran. No importa a quién votaron. No importa, inclusive, si han conspirado para que este gobierno fracase. Si el país crece, a todos nos va a ir mejor. Les irá mejor a los que les guste nuestro gobierno y a los que no, también les irá mejor." ¿Qué fue este discurso de estadista sin casta y sin insultos?
Este llamado es original en la actual gestión y curiosamente no fue valorizado en la repercusiones mediáticas y en los análisis de lo sucedido. Puede ser meramente retórico, como por desgracia fue hasta ahora el "Pacto de Mayo" que nunca se materializó, o un cambio de rumbo en aquella concepción de "la gente de bien" y los "otros" ("casta", "mandriles", "ensobrados", "econochantas", "homosexuales pedófilos", "discapacitados idiotas", etcétera). Y ese posible giro apunta directamente a la política, esencial para el decurso económico, porque es la que genera confianza. En los últimos veinte años, con alguna interrupción breve y sin consecuencias, la política se ha construido de un modo no colaborativo, sino por confrontación, por oposición, por exclusión, por choque, por creación de un enemigo. "Pueblo" y "anti pueblo" en el relato K. Es una nota populista de manual que está en el ADN nacional y que difícilmente se removerá con facilidad. No le pertenece ni a Milei, ni a CFK, que la usan con provecho para arrear tropa propia.
La pregunta es cómo se canaliza ese llamado de Milei tan amplio y tan discordante con la llamada "batalla cultural" llevada hasta ahora. Batalla que sólo le ha dado dolores de cabeza al primer mandatario desde que la formuló en Davos. Contrasta con las buenas noticias que recibe de seguridad y desregulación, complementarias y compañías de su firme desempeño en la economía, donde puede sostener una narrativa de cambios profundos y estructurales, con la baja de la inflación a la cabeza y ahora con la salida del cepo. Si se contrasta con sus opositores más enconados, esos de los que nunca podrá conseguir apoyo, parece esencial el buscar acuerdos colaborativos con quienes sí podrían estar de su lado. Ayer, CFK escribió en su saga "Che, Milei": "El Fondo te obligó y te mandaste una devaluación de casi el 30%. Porque eso de que ‘el dólar va a flotar entre bandas de $1.000 y $1.400'... Daaaaaaale. Acá las únicas bandas que hay son las de los ‘Caputo boys' que, en apenas siete años, empomaron a los argentinos fugando miles y miles de millones de dólares, después de ganar fortunas, él y sus amigos, con el carry trade".
Ver: Cristina a Milei: "Te mandaste una devaluación de casi el 30%"
Las opciones no son tantas. Si el tortugo Jorge tuvo una nueva oportunidad en la vida fue por el trabajo colaborativo de un equipo competente que se sumó a la voluntad política de quienes debieron poner la firma para su traslado. Y así todo, su futuro es incierto. Milei, a su voluntad política y competencia técnica económica, tiene pendiente sumarle ese trabajo colaborativo político con muchos que podrían acompañarlo. Lo insinúa en el espíritu de su discurso. Es como el agua salada para el sobreviviente Jorge. En economía se llama confianza y no viene sola, se construye.